Julián López: «No me interesa quedar capturado como narrador ni como poeta»

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Con la publicación de Meteoro (Random House, 2020), Julián López vuelve a la poesía tras 16 años de la salida de su primer libro: «A mí siempre me llamó la atención eso: ‘¿Es escritor o es poeta?’. ¿Cómo se hace la poesía, mirando por la ventana? Como si fuera otra materialidad por fuera de la escritura», destaca en diálogo con La Primera Piedra. Además, el autor nacido en 1965 acaba de compilar Conurbe (Libros de UNAHUR, 2020), un título que reúne relatos con el conurbano como escenario y que junta las firmas de Camila Sosa Villada, Selva Almada, Gabriela Cabezón Cámara y más. «Uno podría decir que hablar de lo conurbano es hablar de lo universal argentino», afirma. (Foto: Alejandra López)



La voz de Julián López es una de las más personales de la actualidad: con un híbrido que se mueve con soltura entre lo narrativo y lo poético, el autor de libros como Una muchacha muy bella y La ilusión de los mamíferovuelve a publicar un libro de poesía desde la salida de Bienamado en 2004. Con la particularidad de ser un título perteneciente a un género muchas veces dejado de lado por los grandes grupos editoriales, la literatura del actual director de la colección «Transurbana» de la editorial Libros de UNAHUR perteneciente a la Universidad Nacional de Hurlingham sabe correrse de las etiquetas. 

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«Lo que más me interesa es la escritura. A mí los géneros nunca me interesaron, me aburre la idea de género. Cuando era pibe leía mucho a Agatha Christie, me encantaba, pero yo no podría seguir una idea genérica, para nada, no me atrae», asegura en conversación con La Primera Piedra en el marco de la reciente salida de Meteorode los dos primeros libros de la colección que dirige: El nombre de los caracoles, una novela de Claudia Stella,Conurbeuna antología que recopila textos a partir de la vida en el conurbano bonaerense. Sus autores son: Katya Adaui, Selva Almada, Gabriela Cabezón Cámara, Inés Garland, Carla Maliandi, Sebastán Pandolfelli, Claudia Piñeiro, Dolores Reyes, Hugo Salas, Camila Sosa Villada, Fernando Veríssimo y Alejandra Zina.

A mí me interesa no quedar capturado como narrador ni como poeta, me interesa hacer lo que tenga ganas a medida de que voy investigando en mi propia escritura

En Meteoro se respira un aire melancólico, uno de los estados de ánimo más eficaces para captar la belleza del mundo. Con precisión poética y ritmo narrativo, los versos de López logran trazar una historia que no se detiene en los sucesos, sino en el trasfondo que hace a todo poema. «El pulso poético me parece que es melancólico, aunque muy celebratorio en términos de una expectación que incluye a los sentidos pero que intenta una lectura que trasciende los sentidos», señala el autor.

En relación a Conurbe, los doce cuentos que integran esta antología muestran una diversidad de paisajes y voces para narrar la complejidad de lo que se suele llamar «conurbano»: una extensión de territorio que aglutina a historias tan desiguales como diversas. «Uno podría pensar que es imposible que esos universos convivan, pero justamente lo que tiene el conurbano es eso: universos paralelos que no se rozan nunca o tal vez participan de tramas inadvertidas», subraya López a esta revista, al mismo tiempo que se muestra preocupado por el presente del sector editorial y la falta de políticas públicas que alienten a la producción editorial nacional: «Creo que la Argentina puede pensar su cultura y su producción de libros en los términos de los grandes negocios de exportación, pero no veo que haya una voluntad política para eso«, observa.

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— La primera pregunta es medio inevitable, ¿cómo vas llevando la pandemia?
— No me puedo quejar, tengo casa y trabajo. En relación a la escritura, acabo de publicar Meteoro y los dos libros de la colección «Transurbana» de UNAHUR, así que estuve mucho con eso a lo largo del año, por lo que quizás no esté en un momento de escritura muy fuerte. El tema de los libros me tuvo muy atareado. Además, al principio de la cuarentena no podía leer, no había manera, hasta que de repente pude y leí mucho. Eso me vino súper bien. 

— ¿Por qué pensás que se saba eso de no poder leer? Hablando con diferentes autores y autoras, encontré respuestas muy variadas.
— Supongo que había algo del orden de la sorpresa. Recuerdo que cuando empezó todo calculaba que sería un mes hasta que las cosas se pudiera acomodar otra vez y que después uno acompañaría voluntariosamente lo que hubiera que acompañar, pero se empezó a enrarecer. La verdad que no sé empecé a poder leer, pero lo estoy haciendo sostenido y mucho.

Antes era la pura desigualdad, la pura injusticia, la pura maldad. Y la pandemia vino a desnudar eso, después de un primer momento con una oleada de romanticismo con el «Vamos a salir mejores». Y la verdad es que no va a pasar eso, sino que mucha gente no va a salir.

— En esa dirección, ¿sos de pensar en lo que se llama «nueva normalidad» o en el después de la pandemia?
— No, la verdad que no pienso en el después de la pandemia porque de alguna manera me tiene muy ocupado la situación y lo que se está cuajando en término de lucha de poderes. La derecha está cada vez más cebada, los millonarios quieren cada vez más y cada vez quieren menos gente en el planeta, entonces eso me tiene muy preocupado eso. También en lo que pienso es en lo que había antes, y que la pandemia vino a confirmar de una manera grosera.

— ¿En qué sentido?
— Antes era la pura desigualdad, la pura injusticia, la pura maldad. Y la pandemia vino a desnudar eso, después de un primer momento con una oleada de romanticismo con el «Vamos a salir mejores». Y la verdad es que no va a pasar eso, sino que mucha gente no va a salir. Así que no pienso en el después, al menos no en términos de «nueva normalidad» en términos de algo diferencial. 

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Pasando a un tema un poco más luminoso, con Meteoro volvés a publicar poesía después de 16 años, ¿cómo te sentís en ese retorno?
La verdad es que me siento bien. Yo hago lo que puedo cuando puedo, siempre escribo poesía, para mí la poesía es una preocupación constante. Por otro lado, a mí me interesa no quedar capturado como narrador ni como poeta, me interesa hacer lo que tenga ganas a medida de que voy investigando en mi propia escritura. Además tengo la suerte de que me publiquen, así que lo puedo hacer.

— Justamente, tus libros de narrativa suelen ser considerados muy poéticos y a tus poemas se los puede catalogar «de corte narrativo», ¿cómo te sentís en ese híbrido?
A mí me interesa mucho de lo híbrido, me gusta mucho ver eso en las escrituras. Pienso en Truman Capote, en Ernetso Sánchez, incluso a Sara Gallardo, que es una literatura si querés muy clásica pero con un despliegue de desclase muy alucinante, muy sorprendente. La hibridación es un lugar al que me interesa ir cada vez más. A mí me causa gracia cuando me dicen que mis libros son poéticos o narrativos, qué se yo… Es cómo pensar qué mujer es más femenina, ¿qué quiere decir eso?

 La hibridación es un lugar al que me interesa ir cada vez más. A mí me causa gracia cuando me dicen que mis libros son poéticos o narrativos, qué se yo… Es cómo pensar qué mujer es más femenina, ¿qué quiere decir eso?

— Claro, es interesante ver cómo más allá del cambio de género (al menos en la etiqueta), este libro me resultó una suerte de continuidad de La ilusión de los mamíferosen donde había un clima muy similar.
Sí, por eso te diría que lo que más me interesa es la escritura. A mí los géneros nunca me interesaron, me aburre la idea de género. Cuando era pibe leía mucho a Agatha Christie, me encantaba, pero yo no podría seguir una idea genérica, para nada, no me atrae.

— En una entrevista anterior también hacías referencia a la búsqueda de ser considerado escritor, no poeta ni narrador, algo que yo también suelo pensar bastante: unir la palabra «poeta» a la idea de «escritor», y no pensar que son cosas diferentes.
Desde ya, a mí siempre me llamó la atención eso: «¿Es escritor o es poeta?». ¿Cómo se hace la poesía, mirando por la ventana? Como si fuera otra materialidad por fuera de la escritura. Además, yo pienso a la escritura y a la lectura como zonas, entonces los escritores somos los que entramos a esas zonas. Se es lo que se puede, como en cualquier ámbito de la vida.

Me parece que está buenísimo que las editoriales aborden la idea de riesgo literario.

— Por fuera de eso, no deja de ser novedad que un grupo editorial publique un libro de poesía, algo que también pasó con La novia de Sandro (Tusquets, 2020) de Camila Sosa Villada. ¿Por qué pensás que siempre está esa dificultad para la poesía?
A mí me parecía un problema muy serio que las dos transnacionales no publicaran poesía en un país que produce mucha poesía. Cuando mi editora, Ana Laura Pérez, me dijo que tenía la idea de empezar a publicar poesía, o al menos compartía esta preocupación. Y este libro es un desafío del que estoy muy contento de ser parte. Además, me encanta cómo lee Ana Laura y el catálogo que está creando. Por otro lado, hay un montón de editoriales de poesía en las que me hubiera encantado publicar, desde ya. Hacía selecciones de sellos, tenía una lista larga con editoriales muy interesantes. También celebré cuando salió el libro de Camila (Sosa Villada), más allá de que es una autora que está teniendo un éxito descomunal, me parece que está buenísimo que las editoriales aborden la idea de riesgo literario. 

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Julian Lopez

Meteoro (Random House, 2020), de Julián López. Foto: El Aleph, Mar del Plata


— A lo largo de la lectura de Meteoro, se puede ver a la melancolía como uno de los grandes sentimientos. Diana Bellessi señala que la melancolía es un filo para ver el mundo¿Cómo trabajaste para que no se convirtiera en nostalgia? 
Sí, la verdad es que en algún lugar yo tengo muy asociada la idea de la poesía con la mirada melancólica y a la vez alegre del mundo. Esa mezcla de ver, salir a la pesca de la belleza, pero ver que la belleza es un fenómeno como el meteoro: un fenómeno metereológico no permanente en la atmósfera que te permite ver la luz. La misma idea de esa caza de la belleza es melancólica, porque supone que la belleza está en un lugar distinto al que está uno y uno quiere salir a buscarla. El pulso poético me parece que es melancólico, aunque muy celebratorio en términos de una expectación que incluye a los sentidos pero que intenta una lectura que trasciende los sentidos.

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— En relación a lo que me comentabas, la luz es otro elemento que se repite en tus libros, ¿no?
Sí, en Una muchacha muy bella también te diría que hay una fascinación con la idea de la luz, porque hay una fascinación con la idea de la revelación, de la epifanía, de lo que se esconde más allá de lo aparente. En una de las escenas fundamentales, cuando el pibito entra a la casa después de los milicos y se encuentra una luz blanquísima que entra por la ventana y que no deja ver hasta que puede notar que está toda su casa rota y se llevaron a su madre. Sí, te diría que la luz es una gran preocupación de mi escritura.

Uno podría decir que hablar de lo conurbano es hablar de lo universal argentino, entonces me interesaba que el libro pudiera dar cuenta al menos en una expresión modesta -porque es una antología de doce relatos- algo de esa idea

Pasando a Conurbe, es interesante ver cómo hay una idea unívoca del conurbano, como si fuera todo lo mismo, y este libro intenta romper con eso. 
 Sí, eso era lo más interesante del proyecto: cómo dar cuenta de un espacio que tiene una complejidad atroz, que es inabarcable, y en el que se tejen cristalizaciones muy básicas. Por eso me interesaba que en el corpus de Conurbe hubiera relatos de la Zona Norte también, por lo que convoqué a un seleccionado de escritores y escritoras que puedan dar cuenta de eso. Porque incluso la idea de conurbano excede a la geografía propia del conurbano, porque es como una argamasa, una textura social, cultural  y política de todo lo argentino, incluyendo a los países limítrofes. Es como la cuna de migraciones enormes de más de un siglo. Uno podría decir que hablar de lo conurbano es hablar de lo universal argentino, entonces me interesaba que el libro pudiera dar cuenta al menos en una expresión modesta -porque es una antología de doce relatos- algo de esa idea. Cosas del norte, del sur, del oeste profundo, el relato de Camila (Sosa Villada) que es la historia una travesti cordobesa que termina en el conurbano, o el relato de Inés Garland que transcurre en las islas del Tigre, que es algo que me interesaba: los márgenes del margen.

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— ¿Cómo pensaste la selección de nombres?
Quería hubiera la textura más variada posible y, sobre todo, más alejada de lo que circula. Hay nombres que están más vinculados a lo que podría ser la literatura del conurbano, y que me encantan, para esta antología no los quise convocar.

— Claro, es interesante ver no solo la diversidad de voces -Cabezón Cámara no escribe como Inés Garland, por ejemplo-, sino también la de paisajes. Hay cuentos en los que se respira cemento, asfalto, y en otros en donde hay una naturaleza impensada. 
—  Sí, incluso también está lo social, como el relato de Claudia Piñeiro que es en un country de Pilar. Uno podría pensar que es imposible que esos universos convivan, pero justamente lo que tiene el conurbano es eso: universos paralelos que no se rozan nunca o tal vez participan de tramas inadvertidas.

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Julian Lopez

Conurbe (Libros de UNAHUR, 2020), antología compilada y prologada por Julián López.


—  ¿Cómo te sentiste con este nuevo rol en UNAHUR de ser director de una colección?
—  Estoy muy contento, me entusiasmó mucho el proyecto cuando me lo propusieron, me pareció muy groso que una universidad nacional del conurbano publique libros y, sobre todo, publique ficción. Que se ponga a disputar terreno en ese campo. Estoy muy feliz tanto con la antología como con la novela de Claudia Stella, El nombre de los caracoles que salió en simultáneo y es un gran texto.

— Por último, teniendo en cuenta la crisis general y que impacta especialmente en el sector cultural, ¿cómo te imaginás el futuro cercano para el mercado editorial?
La verdad es que lo veo súper complicado el futuro, porque los cuatro años del macrismo fueron un descalabro absoluto para el sector. Los planes que había del Estado el macrismo se encargó particularmente de desmantelarlos o mantenter los nombres pero vaciarlos. Y además decir que no lo hacían, sostener un discurso de promoción de la lectura cuando todos los que participan del sector saben que eso no era cierto. Así que salir de ahí y entrar a un nuevo gobierno al que le tocó la pandemia, ya es complicado. Por otro lado, yo no veo que haya voluntad política para abordar al sector editorial con determinación. Tal vez se puede pensar que ante el descalabro de la crisis económica, la cultura debería replegarse a un segundo plano, pero yo no pienso así para nada. Incluso creo que la Argentina puede pensar su cultura y su producción de libros en los términos de los grandes negocios de exportación, pero no veo que haya una voluntad política para eso y la verdad que lo lamento mucho.

Yo no veo que haya voluntad política para abordar al sector editorial con determinación. Tal vez se puede pensar que ante el descalabro de la crisis económica, la cultura debería replegarse a un segundo plano, pero yo no pienso así para nada

– Este año hubo varios debates en relación al rol del autor, cierta profesionalización del sector, ¿cómo ves esas discusiones?
– A mí me interesa mucho el debate y, sobre todo, que se mantenga la idea del debate, la posibilidad de seguir hablando más allá de cristalizaciones. En algunos momentos a mí me parece que en el debate se huye para adelante. En ese sentido, una de las maneras de la política es también saber cuándo retirarse y yo me corrí un poco de eso, porque me interesa seguir pensando qué clase de trabajadores somos los escritores de una comunidad y pensar de verdad cuál puede ser nuestro aporte.

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