Gezhonggeyangde: cinco poemas de Sergio Salamanca

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Con el estilo breve de un nadador en aguas abiertas, los textos que conforman Gezhonggeyangde (Litoral Dark, 2023) del escritor chileno Sergio Salamanca, conforman un recorrido donde todo es posible. La falta de solemnidad va a ser el lente necesario para captar detalles, escenas, e incluso personajes,  que muchas veces están ahí pero el ritmo frenético del mundo logra que se pasen por alto.



Sobre el autor

Sergio Salamanca, nació en 1988. Vive en Quilicura, Chile. Gezhonggeyangde, publicado por Litoral Dark, es su segundo libro.


1 – ¡Taconea más Taconea! 

Para Celine Fercovic 

Claro que le deseo suerte amiga mía de la vida justo ayer le mandé un emoji de un trébol y un  corazón a una historia que subió en el circo Timoteo justo antes de entrar a escena con cara de que  algo iba a pasar cuando los timbales y las trompetas anunciaban su mariconeo histórico, puedo decir que la Celine fue la primera que me enseñó a subirme a los tacones y una vez arriba me daba  latigazos: “¡Taconea más Taconea!”. Pero no le voy a dar todo el mérito a la Celine del 2009 porque  la relación que teníamos después de tanto ajetreo pasional lo podíamos entender como amistad.  Con Celine nos llegamos a conocer de verdad luego de sucesiones de escenas en las cuales abríamos la puerta de la pieza y aparecía un problema, y cerrábamos la puerta para no afrontarlo, y nos quedábamos el día entero en la cama mirando la puerta como si tuviéramos que entender algo. A primera vista me di cuenta de que no me podía enamorar de Celine y eso de resignarse y persignarse lo aprendí de chico, tengo la mollera dura de tanto haberme culpado ante Dios cuando era acólito en la iglesia de Santa Teresa. Pero no así Celine, digo sus celos, y esa posesión suya que  me agarraba con sus fantásticas uñas Colombianas que no me dejaban ir hasta que un día tuve que desaparecer.

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2 – ¿Estamos haciendo lo conveniente?

Para Robert Walser

“Algo se ha roto” Todo está bien decía después creyendo aliviar a sus discípulos. Cuento corto del  maestro, siempre fue su miedo a no saber cambiar una ampolleta, y hacer que tu maestro enfrente  su miedo es dejarlo solo, y a oscuras; como estará sin respuesta a sus mandatos, y sin saber cómo  cambiar la ampolleta… se verá obligado a tantear alucinadamente una solución, hay que observarlo  bien, por amor a la burla, hay que ocultarse para ver la idiota cara del hombre contemplativo –¡Escondidos!– Y los discípulos se esconden, formando en fila una larga sonrisa en silencio, cuando  de pronto el maestro confiesa: “Algo rompí”.

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3 – 100% algodón 

Antes de acostarse, de rodillas, muslos incluso espalda luego cabeza agachada, el culo hacia arriba,  repita cabeza agachada, cuando la nuca la espalda, entonces culo y ano para mantenernos unidos,  rosado, irrita la mierda contrae colorantes, huele a sucedáneos agridulces, incluso la lengua traba,  sofoca el hoyo y arcadas, siéntese acá, repita con fuerza, succiona los peos los cuellos rosados son rojos, a través de la cara el espasmo y luego de espalda entrando y saliendo imagina, besando  acariciando lamiendo chupando culeando y culeando todo esto, sin sonido.

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4 – Quién atestigua por el testigo 

Elocucionistas difieren sobre si debiese haber breve pausa después de que el objeto de una  afirmación…o simplemente silencio a no ser que la página sea un plan, en el que cualquier símbolo por muy simple silueta; raya, sílaba adquiera un relieve tal que el punto de vista se pueda recortar y te vayas a casa con tu souvenir. Elocucionistas difieren con tanta impaciencia letrada que como fin  último sus lenguas sólo tocan sus dientes. Elocucionistas se sienten vacíos… como guantes de cuero donde no hay invierno que calce una mano friolenta, vacíos y no en vano los guantes (Elocucionistas) cuelgan a la espera de una sola condición, el frío. Más condiciones sería ya ponerse tontos; enguantarse las manos y atajar el calor.

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5 – hay que ser absolutamente moderno 

*Una traducción para Charles Baudelaire  

Se ve obligado hasta el final del tacto rascaduras presiones
la uña endurecida vieja de crecer rasco quita el sueño risa breve
cambio de mano temor a Dios acústica férrea madera estación
vivo o muerto la uña aún en diciembre ¿radiante?
ambicioso cursi pendenciero hoy rasco mi último favor concedido
mi último deseo dedo índice todo ensortijado por mi ano
hasta donde la uña se rompa
y entonemos inmundicias literarias por la boca, como por el cielo. 

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