Un viaje al diario | Ejercicio de optimismo

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La lectura de Claus y Lucas (Libros del Asteroide, 2019) de Agosta Kristof en una playa de Barcelona deriva, otra vez, en la búsqueda de un presente más ameno con uno mismo. ¿Se puede ser feliz realmente? Este es mi ejercicio de optimismo.



En los últimos días empecé a leer Claus y Lucas, libro de Agota Kristof que se consigue por Libros del Asteroide. En las primeras páginas, se puede ver cómo estos dos gemelos se las tienen que arreglar ante un contexto de guerra y hostilidad, en donde la carencia está por todos lados. Como forma de supervivencia, se mueven juntos a todos lados y realizan distintos “ejercicios” con el fin de estar preparados ante las situaciones que se presenten. 

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El primero de todos es el “Ejercicio de endurecimiento del cuerpo”, en donde empiezan a pegarse mutuamente con el fin de ya no sentir dolor. Puede leerse: “Al cabo de cierto tiempo, efectivamente, ya no sentimos nada. Es otro quien siente dolor, otro el que se quema, el que se corta, el que sufre. Ya no lloramos”. 

Siguiendo a estos gemelos superdotados, imagino mi propio “Ejercicio de optimismo”, que consiste en no contradecirme instantáneamente cuando una idea viene a mi cabeza. 

El que le sigue, naturalmente, es el “Ejercicio de endurecimiento del espíritu”, que consiste en un intercambio de palabras horribles para que los insultos que reciben por parte de su abuela que les dio hogar en plena guerra, así como de todo el pueblo en general, ya no los afecten. Sin embargo, son las palabras dulces las que más los lastiman, porque son las que recuerdan a su madre. Entonces, repiten el procedimiento hasta que “a fuerza de repetirlas, las palabras van perdiendo poco a poco su significado, y el dolor que llevan consigo se atenúa”. 

Narrado de forma precisa y veloz, Claus y Lucas ayuda a meterse en el corazón de una historia desgarradora sin el velo lacrimógeno que se puede esperar. Leerlo puede ser considerado un “Ejercicio de endurecimiento del espíritu” en sí mismo. Lo empecé en la playa del Bogatell, en plena Barcelona, mientras el mar iba ganando potencia y la rompiente se dejaba sentir. Levantar la vista del libro me llevaba a recordar una de mis preguntas recurrentes: ¿por qué no soy feliz? ¿Acaso tengo que practicar un “Ejercicio de optimismo”?

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Claus y Lucas (Libros del Asteroide, 2019) de Agosta Kristof


Un poema de Joaquín Giannuzzi tiene estos versos hermosos: “Qué fácil parece estar vivo. Aquí/ un grupo de amigos en un mundo/ de leyes confusas. Pero el presente/ es inviolable en el jardín. Las cosas felices/ moteadas de sol en la apacible sombra”. ¿Qué se necesita para poder ver las cosas felices sin el filtro oscuro de la apatía ni el constante desenfoque que propone la nostalgia? Pienso, como propone la canción de El mató a un policía motorizado, en mi próximo movimiento. 

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Siguiendo a estos gemelos superdotados, imagino mi propio “Ejercicio de optimismo”, que consiste en no contradecirme instantáneamente cuando una idea viene a mi cabeza. Tampoco significa seguirla con los ojos cerrados, pero quiero dejarme perder por la inconsciencia del impulso por un tiempo, dejar los toma y debe de los sentimientos y entregarme donde diga el viento. 

“Solo queremos vencer el dolor, el calor, el frío, el hambre, todo lo que duele”, señalan los protagonistas del libro de Kristof sobre sus ejercicios. ¿Qué buscaría un “Ejercicio de optimismo”? Al contrario de lo que se podría suponer, el fin no sería vencer lo que duele, sino poder responderle, hacer que la bicicleta funcione aún sin manos.

Si bien este ejercicio toma un buen impulso inicial, se termina rápido. El optimismo se disuelve en el horizonte, sin que pueda hacer nada. Raúl Zurita lo describió a la perfección en un solo verso: “y mi Dios se aleja como un barco”. Vuelvo a intentarlo, entonces, con otra estrategia: miro hacia atrás y compruebo que la ilusión siempre estuvo ahí, a la espera de buenas noticias. Pero es sabido que esas son las entregas que más tardan en llegar. No hay remedio contra el destiempo. 

“Solo queremos vencer el dolor, el calor, el frío, el hambre, todo lo que duele”, señalan los protagonistas del libro de Kristof sobre sus ejercicios. ¿Qué buscaría un “Ejercicio de optimismo”? Al contrario de lo que se podría suponer, el fin no sería vencer lo que duele, sino poder responderle, hacer que la bicicleta funcione aún sin manos. “Las palabras que definen los sentimientos son muy vagas; es mejor evitarlas y atenerse a la descripción de los objetos, de los seres humanos y de uno mismo, es decir, a la descripción fiel de los hechos”, dicen los gemelos en su búsqueda de fortalecer el espíritu. Un “Ejercicio de optimismo”, en definitiva, creo que es seguir escribir aún sabiendo eso desde el principio.

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