Claudia Piñeiro: «Siempre intento obligar al lector a mirar donde no quiere»

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«Lo que me parece que en esta novela es diferente es la presión de la iglesia y de las ideas religiosas que alguien le quiere imponer a otra persona«, dice Claudia Piñeiro sobre Catedrales, su más reciente libro. En diálogo con La Primera Piedra, la autora también comenta cómo fue que construyó una historia en donde queda en evidencia «la hipocresía de la institución con respecto a algunos temas, entre ellos los derechos de las mujeres». La relación entre la ficción, los movimientos feministas y la literatura en tiempos de pandemia, en la siguiente entrevista. 



La última novela de Claudia Piñeiro domina con habilidad algo que la autora ya imprimió como marca en libros anteriores: la interrelación constante entre temáticas que son parte de debates fundamentales en la sociedad, el clima de época y las vivencias de los personajes. “En mi literatura está el tema del aborto, del derecho de las mujeres, del lugar de la mujer en la sociedad, la hipocresía, los dobles discursos”, afirma la escritora en diálogo con La Primera Piedra. Catedrales aborda todos esos ejes y, en el camino, problematiza los grandes relatos, como la maternidad, la familia y particularmente la religión. La narración de puntos de vista muestra un abanico de voces construidas a partir de diferentes relaciones con las instituciones religiosas, que no escapan a discusiones claves instauradas gracias a la masividad de los movimientos feministas.

Catedrales aborda todos esos ejes y, en el camino, problematiza los grandes relatos, como la maternidad, la familia y particularmente la religión.

Las complicidades, los silencios y los tabúes son parte central de la historia de los Sardá, una familia de Adrogué, aparentemente unida por el catolicismo. Pero Lía, una de las tres hermanas, comienza la novela afirmando una ruptura: «No creo en Dios desde hace treinta años. Para ser precisa, debería decir que hace treinta años me atreví a confesarlo». Lo dijo el día que velaron a Ana, su hermana menor, luego de que encontraran su cuerpo en un terreno baldío, cerca de su casa y de la parroquia que frecuentaban. «Lo que me parece que en esta novela es diferente es la presión de la iglesia y de las ideas religiosas que alguien le quiere imponer a otra persona», comenta Piñeiro. Con un dominio preciso del género policial y del suspenso para avanzar a través de los hechos la autora reconstruye una historia que habla también sobre violencia de género, instituciones, memoria y libertad.


— ¿Cómo surgió originalmente la idea de Catedrales?

— Lo que escribo, más que a partir de una idea, suele aparecer a partir de una imagen disparadora y, en el caso de Catedrales, es bastante parecida a la tapa de la novela: una chica en una iglesia, sentada en un último banco esperando un reparo que no llega. Esa imagen, la dejo en la cabeza un tiempo, empiezo a pensar con quién vive, quiénes son sus padres, sus hermanos. Compongo una situación, por qué está ahí, cuáles son sus conflictos y, recién cuando la imagen comienza a tomar vida, y comprendo qué le pasa a ese personaje, de dónde viene, es que empiezo a escribir.

— En otra entrevista mencionás que te interesó trabajar la ruptura de grandes discursos, como la familia, la patria, la religión y la maternidad. ¿Es algo que tenías pensando desde un principio con la novela?

— Son temas que ya están en casi todo lo que escribo. A veces los escritores volvemos siempre a los mismos temas. En mi literatura está el tema del aborto, del derecho de las mujeres, del lugar de la mujer en la sociedad, la hipocresía, los dobles discursos. No es que fueron apareciendo, sino que ya vienen conmigo de alguna manera. Es en ese lugar donde voy a buscar historias.

En mi literatura está el tema del aborto, del derecho de las mujeres, del lugar de la mujer en la sociedad, la hipocresía, los dobles discursos.

— Respecto del tema del aborto, ¿dirías que cambió el tratamiento del mismo respecto a tus novelas anteriores en algún aspecto?

— Quizás no con respecto a algunas temas centrales de la situación. Está presente en varias de mis novelas, en algunas, los personajes deciden hacerse un aborto, en otras lo evalúan y no se lo hacen. Hay distintas situaciones frente al aborto. Lo que me parece que en esta novela es diferente es la presión de la iglesia y de las ideas religiosas que alguien le quiere imponer a otra persona. Ya había algo de eso en Elena sabe, pero en esta novela quedó mucho más patente esa cosa de querer imponer la religión de uno a los otros, y la hipocresía de la institución con respecto a algunos temas, entre ellos los derechos de las mujeres.


Claudia Piñeiro

Catedrales, la última novela de Claudia Piñeiro


— ¿Cómo fue que trabajaste esa tensión entre las voces de personajes que, desde la fe y el ateísmo, hablan de un mismo hecho pero con distintas perspectivas?

— Tuve que investigar mucho, pertenezco a una familia católica y  fui católica muchos años. Ahora soy atea, entonces entiendo algunas de las cuestiones de ambos mundos, pero de todos modos uno no habla desde sí mismo, sino que construye personajes y, en ese sentido, tuve que ver mucho material sobre ateísmo, sobre religión, ver por qué una persona decide entrar a un Seminario por ejemplo. No tenía la menor idea de por qué o cómo alguien siente la fe religiosa y vi muchísimos videos de jóvenes que quieren entrar a un Seminario para poder entender de qué se habla cuando se habla del llamado religioso. Hablé también con psicólogos, con distintas personas para confrontar mis propias ideas con respecto al armado de estos personajes con otras miradas sobre el mismo asunto.

De alguna manera, hay también una metáfora sobre nuestra memoria, porque nosotros también podemos buscar cosas que no nos acordamos y, como sociedad, hay a veces también una pérdida de memoria de algunos hechos.

— Además está el personaje de Marcela Funes, que no tiene memoria de corto plazo, ¿cómo fue el desafío de construir esa voz?

— Ese es uno de los personajes que más me costó hacer, porque al no tener memoria de corto plazo, cuando tiene que armar el discurso, va a buscar recuerdos que no tiene. Obviamente hay distintas escalas de esta enfermedad, está desde el personaje de la película Memento, hasta versiones un poco menos profundas. Vi muchos videos de personas que tienen esta enfermedad, leí textos como el de Oliver Sacks en el libro El hombre que confundió a su mujer con un sombrero, que es sobre un marinero que tiene  este problema, y también conozco particularmente personas que lo tienen. De esa forma, traté de armar ese discurso carente de memoria de corto plazo, de ver cómo se repone eso que no está, si con intentos, con mentiras, con cosas que anotamos. De alguna manera, hay también una metáfora sobre nuestra memoria, porque nosotros también podemos buscar cosas que no nos acordamos y, como sociedad, hay a veces también una pérdida de memoria de algunos hechos. Tiene que ver con darle lugar a la memoria.

— También mencionaste en otra entrevista cómo considerás necesaria la para que el lector se enfrente a ciertas situaciones. ¿Eso es algo que siempre contemplaste en tus textos o fuiste desarrollando de acuerdo a ciertos temas?

— Elena sabe, por ejemplo, es una novela que obliga a mirar un cuerpo enfermo, a mucha gente le cuesta atravesarla porque es dolorosa. A veces, uno le quita al enfermo la mirada, es como cuando pasa alguien enfermo y se le dice a un niño “No mires”, como si estuviera mal mirar. Mi madre tuvo esa enfermedad, Parkinson, la que está en Elena sabe, y pasaba esto de gente que no miraba para no incomodar y también porque no querés ver la enfermedad del otro, entonces siempre intento obligar al lector a mirar donde no quiere. A veces es más difícil, otras no tanto, se resuelve a través del humor como en Tuya. En el lado de Catedrales fui armándolo a través de la estructura de los personajes, de que alguien quiera saber qué es de la vida de un personaje para que siga su recorrido.

A veces, uno le quita al enfermo la mirada, es como cuando pasa alguien enfermo y se le dice a un niño “No mires”, como si estuviera mal mirar.

— ¿Considerás que hubo algún cambió en literatura de ficción a partir de la masividad y visibilización de los movimientos feministas de los últimos años?

— Me parece que, lo que se ve en la literatura de ficción, es que hay muchas mujeres escribiendo textos de una fuerza arrolladora, que en muchos concursos son finalistas y los ganan y que, además son muy elegidas por los lectores. Pienso en algunas argentinas como Gabriela Cabezón Cámara, Ariana Harwicz, Samantha Schweblin, Vera Giaconi, Mariana Enriquez, Selva Almada. Son todas autoras  que están hoy en los lugares más importantes de las literatura, son leídas, mencionadas. Pero también en Latinoamérica: están Fernanda Melchor y Valeria Luiselli en México, o Alejandra Costamagna y Nona Fernández en Chile. Hay voces femeninas de esa generación muy arrolladoras y convocantes. Me parece que, más que cambiar en sí los textos, cada una de ellas escribe de forma diferente, por  la manera de apropiarse de esos textos y de contar lo que quieren contar.

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Claudia Piñeiro

Claudia Piñeiro en la apertura de la Feria del Libro 2018// Archivo Clarín.

 


— ¿Cómo te estás relacionando con la escritura y lectura en este contexto de cuarentena?

— Pasé por distintas etapas. Al principio me costaba bastante, no podía escribir ficción y también me costaba leer una ficción larga en la que tenía que entrar en la historia para ver todo un desarrollo, una novela nueva. Sí podía leer cosas que ya había leído o releer partes, buscar ensayos o textos más del orden de la autobiografía donde podés entrar en un lugar y no necesitás seguir hasta la última página para saber qué pasó, sino que lo que recibís es lo que lees en ese momento de poder concentrarte en la lectura.  Esos eran momentos pequeños, ahora uno se va resignando y trata de tener una vida lo más normal posible dentro de esta realidad. Ya ahora sí estoy escribiendo y leyendo ficción, pero fueron pasos. Creo que, al principio, también me costó  por la incertidumbre del mundo donde se van a desarrollar las nuevas historias, en el sentido de que entrás a leer algo que te habla de un mundo que ya no existe, de encuentros en lugares que ya no van a poder ser o de determinadas situaciones y decís “Qué raro, ¿qué hace tanta gente junta en el mismo lugar?”. Lo mismo cuando vas a escribir y pensás dónde se van a encontrar los personajes, dónde se van a enamorar, a pelear, a tener sus conflictos. Me costó mucho imaginar ese escenario, hubo una resistencia a romper esa incertidumbre con la imaginación, porque la verdad es que no sabemos cómo va a ser eso todavía.

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Ya ahora sí estoy escribiendo y leyendo ficción, pero fueron pasos. Creo que, al principio, también me costó  por la incertidumbre del mundo donde se van a desarrollar las nuevas historias, en el sentido de que entrás a leer algo que te habla de un mundo que ya no existe.

— ¿Cómo pensás esa salida o transición que se habla sobre la “nueva normalidad”, particularmente en el ámbito de la cultura?

— En todos los ámbitos, las distintas industrias y la cultura una de ellas, están devastadas la situación de los trabajadores de la cultura y de los escritores en particular es muy penosa y no escapa a lo que le pasan a muchas personas en todo el mundo con esta situación. Soy consciente de que no es un problema que nos atañe a nosotros sino a todos y en ese sentido hay mucha gente que la está pasando mal dentro de la cultura. Hay cosas que las podés hacer, cómo escribir en tu casa pero las editoriales cancelaron muchos contratos de edición, otros para el año que viene, el teatro no se reinició. En este sentido, escribí una serie para Netflix que quedó trunca en la mitad de las grabaciones y estamos esperando, con protocolo, que se puedan grabar los capítulos que faltan, pero mucho los tuvimos que reescribir porque sabemos que hay escenas que, así como estaban escritas, con los nuevos protocolos no son viables, entonces tuvimos que reinventar algunas situaciones, no solo cambiar las locaciones, sino a veces también el conflicto entre personajes. Todas esas son cosas nuevas de esta situación, empezar a pensar si lo que me imaginé y escribí se puede actuar, son todas dificultades para la nueva normalidad. De a poco nos iremos acostumbrando, ojalá que pronoto salga la vacuna y que, con vacuna, remedios y con una nueva situación, podamos volver a una  realidad un poco más parecida a la que teníamos.


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