Lecturas de verano: Si las cosas fuesen como son, de Gabriela Escobar

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Volver a la casa materna y rearmar las huellas de la genealogía familiar. Ese es el recorrido de la protagonista de Si las cosas fuesen como son (Criatura editora, 2022), de Gabriela Escobar, una novela que explora un vínculo conflictivo adentrándose en recuerdos que la protagonista evoca desde detalles mínimos.



Una separación y una mudanza. La vuelta a la casa materna es el punto de partida que Gabriela Escobar toma para su novela, adentrándose en las complejidades de un vínculo que parece roto pero nunca termina de quebrarse. Si las cosas fuesen como son (Criatura editora, 2022) va tirando de un hilo: en pequeños fragmentos la narradora conduce la lectura por el pasado y el presente, por los recuerdos que vuelven de la infancia y por una estadía que se prolonga más tiempo del esperado, llevándola a rearmar las piezas de su genealogía familiar.

Gabriela, la protagonista, deja sus cajas en el jardín y se encuentra con “la Tumbona”, el apodo que le dio a su madre como símbolo y punta del iceberg de un hogar agobiante en el que crece casi sin cariño, donde ella y sus hermanos orbitan como planetas que nunca llegan a alejarse por completo.

Gabriela, la protagonista, deja sus cajas en el jardín y se encuentra con “la Tumbona”, el apodo que le dio a su madre como símbolo y punta del iceberg de un hogar agobiante en el que crece casi sin cariño, donde ella y sus hermanos orbitan como planetas que nunca llegan a alejarse por completo. Una mujer que lo arrastra todo a su paso, que lo absorbe para mantenerse en su propio eje y evitar la soledad. Con habilidad, la autora plasma los filos de una relación parasitaria: Quizás se alimenta de nosotros. Somos su vitamina, su proteína. Nuestra madre se ensancha y nos deja flaquitos, nos gana el margen y se lleva un centímetro por día, es una conquistadora lenta que te come de a poco, pero nunca demasiado”.



Si las cosas fuesen como son, de Gabriela Escobar (Criatura editora, 2022)


Escobar disecciona detalles, construye un personaje que se acerca desde el extrañamiento para reconstruir su historia y que se encuentra en un lugar a donde creyó que nunca volvería. Los objetos de su infancia, el sillón, las paredes, las goteras son disparadores para recrear sus relaciones familiares, para evocar los peldaños que edificaron los muros de un entorno opresivo, pero también para descubrir ángulos en los que quizás no había reflexionado. Así, la lectura sigue a la protagonista en sus momentos de soledad, pero también en la reconstrucción de la historia de sus antepasados, en la violencia que acompañó a sus ancestros judíos desde otro continente.

Los objetos de su infancia, el sillón, las paredes, las goteras son disparadores para recrear sus relaciones familiares, para evocar los peldaños que edificaron los muros de un entorno opresivo, pero también para descubrir ángulos en los que quizás no había reflexionado.

Es la dueña de todo. Inmune a los límites. Mi madre es la inversión de unos abuelos que no tuvieron lugar en el mundo”, puede leerse en uno de los fragmentos. Una de las tantas frases que sintetizan, al mismo tiempo, un contraste y una continuidad generacional, en una búsqueda por rastrear las huellas del daño. Si las cosas fuesen como son invita a desentrañar una historia punzante, a observar de cerca las imágenes, mínimas acciones de una dinámica arraigada en lo más profundo de una casa, que se extiende y lo toma todo, hasta los gestos más mínimos.


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