«¿Podrán los robots dominar el fútbol mundial?»: un fragmento de una novela de Nicolás Guglielmetti

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Podrán los robots dominar el fútbol mundial (Uoiea, 2022), de Nicolás Guglielmetti, cruza fútbol y ciencia ficción para narrar un mundo en el que la tecnología atraviesa nuestras vidas no solo desde las repercusiones y consecuencias que puede tener la masividad de las redes sociales, sino también, para elaborar una trama conspirativa que trabaja con detalle el suspenso desde el primer capítulo. 



Las crónicas dirán que la actuación de Gian Franco Corina dejó mucho que desear, que no solo omitió un claro penal
del arquero alemán al Pepa Hunsain sino que lucía inconexo y desentendido del marco y de sus colaboradores en ese partido clave. Así lo mostró la transmisión oficial de la fnal del Mundial 2014 en la que Argentina perdió frente a Alemania
y el festival de memes posterior que puso en evidencia la reacción de los incrédulos árbitros asistentes.

Lo que todos desconocen es que la FIFA implementó en ese Mundial de Brasil un androide con inteligencia artificial que reemplazó al verdadero Corina, quien a cambio de una cuantiosa suma de dinero guardó silencio en un lujoso hotel
de Puerto Vallarta.

Según el programa de nanociencia Pena Máxima, articulado entre la NASA, la fundación Apple y la Federación de Naciones Unidas, la terna arbitral completa iba a estar conformada por robots dirigidos desde un búnker remoto, ubicado a unas cuadras del estadio Maracaná, pero debido a la complejidad del caso solo llegaron a terminar el prototipo de Corina, el árbitro principal.

Cuando esta información me llegó, el verdadero Corina ya se había quitado la vida. Es decir, que quien hoy comanda la Federación de Árbitros Italianos no es ni más ni menos que el androide que dirigió el fatídico partido.



El día anterior a la fnal a cada uno de los árbitros se les informó que debían permanecer aislados en sus respectivas habitaciones y no tener contacto con nadie. Cuando el resto de los jueces de línea y colaboradores preguntaron los
motivos, se les dijo que era un protocolo de FIFA para evitar intentos de amenazas y sobornos.

Ese día, Gian Franco Corina recibió un llamado del mismísimo presidente de FIFA en su habitación. Havange le ordenó que bajara al estacionamiento y se subiera a la camioneta blindada y de vidrios polarizados que lo estaba esperando. En ese mismo instante, Gian Franco, de 38 años, que había dedicado toda su vida al arbitraje, sintió que un hilo frío de transpiración le bajaba por la espalda como una sentencia.

En la camioneta, con una anatomía asombrosamente similar, producto de los estudios que tiempo atrás le habían realizado, además de los testeos y cuestionarios, un falso Corina lo saludó con cordialidad y descendió por la otra puerta. Atravesó el ingreso del hotel, se encaminó hasta el pie del ascensor y presionó el botón correspondiente al piso donde estaba la que ahora sería su habitación. Desde un handy, uno de los custodios dijo que la operación estaba en fase verde.

Aterrorizado y sin salir de su asombro, Gian Franco sintió que ese androide perfecto le había robado su vida. De repente, le reclinaron el asiento y le pusieron una pastilla en la palma de la mano. Apuntándole con un arma láser, un custodio le sugirió que la tragara y, cuando Corina intentó resistirse, fue terminante:

–Este láser puede freírte las córneas como si las pusieras en un microondas –dijo poniéndole el punto rojo entre las cejas.


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