Los poemas de Gemma Ríos nos recuerdan que la identidad es un proceso que se construye a lo largo de la vida y que cuando parece que llegamos a un destino, es porque sucede temporalmente eso que se llama amor. Con escena de la vida cotidiana que pasan del verso a la prosa, y con recursos extraídos de la escritura teatral, este libro es un recorrido por un escenario cambiante: el de los sentimientos y la certezas. (Foto: Débora Cerruti)
Sobre la autora
Gemma Ríos (Gemma Lucía Rizzo) nació en la provincia de Buenos Aires. Trabaja como docente de teatro/clown y arriba de su casa existe La Batato, sala de teatro autogestiva en memoria a la clown-travesti-literaria Batato Berea. Forma parte de la compañía teatral Mujeres Quemando y del dúa Carmelitas Clown. En 2020 publicó su primer poemario El veneno de estas guachitas (Editorial Mutanta).
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1 – Mamá, no te apagues
No me gusta sentir la mirada perdida
de alguien que quiero,
me recuerda esos momentos lentos pegajosos
del calor en enero.
Mamá está llorando mientras lava los platos
su dolor se adhiere a la atmósfera;
somos dependientes de sus sensaciones,
amamantadas por esa intensidad.
La casa está llena de sombras olor a madera,
el dolor de ella es profundo
ácido
esófago lastimado.
Todo se volvió domingo 7 de la tarde
volver a casa en el auto iluminadas
por un atardecer fabril
oliendo a hueso de animal quemado.
Se respira una angustia sin sentido
se respira la escucha de una radio de fondo
transmitiendo noticias aberrantes
se respira la monotonía horizonte único.
Dejar correr el agua de la canilla
para que no me escuchen mi lánguida desdicha
se respira de nuevo el silencio en código
el no decir que esta noche en sueños
lloraremos simultáneamente.
Es de día de nuevo
la persiana de plástico deja entrar
en forma de círculos el sol a mi cama
se escucha ama la libertad
de Serrat en la cocina.
Mamá se maquilla en el baño
con la puerta abierta y dice
una puede estar triste un día
y al otro hay que levantarse
poner música,
hacer una comidita
con algún detalle de día especial.
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2 – Terneza
Nosotras vamos por ahí
caminando de puntitas de pie,
asustando a las jóvenes adolescentes
de la casa aledaña
trepando los fierros,
aturdiendo con gritos agudos,
nombrando todo lo que se nos cruza
en esta caminata de distintas postas
cocinamos con hojitas que largan los árboles,
revolviendo con palitos;
vos te imaginás un guiso de verduras,
te alarmás con los mosquitos,
me hacés escuchar
cada vez que canta
un pájaro solitario,
nosotras andamos
por los charcos de agua
de tu barrio
y me decís que me quede
un poco mas del rato
que ya pasó,
después preguntás
si mi gatita extraña a su mama
porque es bebé.
Cuando ya estoy por irme a mi casa en bici
te lavo las manos mugrientas de tierra
antes que llegue tu mamá
nos miramos al espejo, decís:
mirá somos iguales por el rosa
y nuestras caras.
Tu terneza es mi salvedad.
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3 – Desayuno
Un día, temprano despertando:
Ella me mira mientras elijo qué ponerme, desnuda frente al ropero, y dice:
«Qué hermosas están tus tetas. Parece como si tuvieran urgencia de estar presentes en nuestras mañanas. Su color rosa clarito me recuerda a las frutillas brotadas que cosechaba de niña todos los principios de septiembre».
Yo sin encontrar nada que pueda llevar puesto le respondo iracunda:
Vos ves lo bello en mis pechos floreciendo porque estás enamorada de todas las ilusiones sembradas en tu cabeza sobre la huida al monte, sobre ser desconocidas en un pueblo, sobre el alivio de sentirnos lejos del peligro que ya no respira nuestras nucas».
Otro día, frente al espejo:
Yo: Siento que las macetas de mis piernas están grandes, que mi panza ahora es otra, que mis cachetes llevan la suavidad del estrógeno, me da angustia sentir que ya maté mi otro cuerpo.
Ella: Estás hermosa.
Sin decir nada más, hace que su tacto me nutra de ternura, sus manos se volvieron jardineras, riega las flores que salen de mi cuerpo atormentado, mueve la tierra estancada que tengo en mis párpados, va arando con sus uñas los temores añejos, toma una por una las piedras que resecan las voces que cierran los poros, deja que respire suave para que no vuelva a odiar lo que me enseñó este mundo:
Un cuerpo que abraza su fealdad de flor carnívora.
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Thelma Fardin y Gemma Ríos (Foto: Sudestada)
4 – A la ranchería
Mis amigas:
Algo nos une
son las muertes vividas
crecer en la muerte
sentirla cerca
saber que si no muere ese aspecto
de nosotras
algo morirá por consecuencia.
Morirá ese alfa
que no se quiere doblegar
ante nuestros gestos de mariquitas.
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5 – Sin nosotres
No estoy muerta me repito
palpo lo que queda de mi cuerpo en la cama
cerrar abrir los ojos
en reflejo de seguir persistiendo
no estoy muerta aunque ya no puedo
inventarme
motivaciones
deseos
lugares imaginables para caminar
no estoy muerta porque de algún modo
ya lo estaba
mientras salía a respirar
el aire en cautiverio de la vereda
ayer los pibes nos chiflaron en la esquina de casa
ayer volví a mirarlos
verifiqué
cuanto de deseo
cuánto de contenido existe en ese chiflido
cuánto de mi rictus enojada para sentir
que me respetan en la manzana donde vivo
no estoy muerta
me repito, queriendo volver
a la semilla insignificante que se pudrió
en el fondo de la capa de ozono
entendamos de una vez:
la tierra
necesita menos
de nosotres.
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