Libros Cruzados: dos novelas sobre el verano, la maternidad y la tragedia

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Como una especie de mamuschka temporal, a partir de estos dos libros nos sumergiremos en el verano dentro del verano: Distancia de rescate (Random House, 2015), de Samanta Schweblin, y El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes (Impedimenta, 2019), de Tatiana Tibuleac. Historias para reflexionar sobre el vínculo materno filial, el terror a la pérdida y las vacaciones como espacio aparente de suspensión del peligro.

Por Julieta Blanco



Distancia de rescate (Random House, 2015) es la primera novela de la escritora argentina Samanta Schweblin recientemente llevada a la pantalla grande. Esta historia recrea unas vacaciones de madre e hija, Amanda y Nina, en un espacio indefinido de características rurales, cercano a la ciudad de Buenos Aires. Ellas alquilan una casa y su dueña, Carla, tiene un hijo frágil, roto.

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Logramos saber a lo largo del texto que se trata de David, ese niño sombra, quien tras una intoxicación por beber agua del riachuelo y una sanación ritual pierde parte del alma. La novela transcurre en el diálogo entre David y Amanda. Un diálogo que intenta reconstruir algo incierto, llegar a “lo importante” sin saber de qué se trata. Un diálogo que por momentos pareciera alucinación. Un relato inserto en el umbral entre la vida y la muerte.

“-Es que a veces no alcanzan todos los ojos, Amanda. No sé cómo no lo vi, por qué mierda estaba ocupándome de un puto caballo en lugar de ocuparme de mi hijo.
Me pregunto si podría ocurrirme lo mismo que a Carla. Yo siempre pienso en el peor de los casos. Ahora mismo estoy calculando cuánto tardaría en salir corriendo del coche y llegar hasta Nina si ella corriera de pronto hasta la pileta y se tirara. Lo llamo “distancia de rescate”, así llamo a esa distancia variable que me separa de mi hija y me paso la mitad del día calculándola”. Distancia de rescate (Random House, 2015)

El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes (Impedimenta, 2019), de la escritora moldava Tatiana Tibuleac, relata la historia de un hijo con su madre y de un verano que lo cambia todo. Alesky-adulto escribe por recomendación de su psiquiatra lo sucedido en aquel verano, en donde recupera los detalles de aquellos meses en la campiña francesa, lejos de la neblina londinense.

Allí, el deseo de matar a su madre se convirtió en el deseo de salvarla, de mantenerla con vida. Un hijo escribe sobre su madre para reconstruirla, para recuperarla, para evitar lo inevitable.

“Los recuerdos bonitos, aunque pocos y pálidos, ocupan mucho más espacio que todos los ficheros de pus juntos, porque una sola imagen bella contiene vivencias, olores y recuerdos que duran días enteros. Estos recuerdos son mi parte más valiosa, la perla deslumbrante nacida de una ostra hueca. El brote verde de la carroña humana que soy”. El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes (Impedimenta, 2019)

Ambas novelas se adentran en la oscuridad aunque la luz del verano parezca indicar lo contrario. Recorren con elocuencia lo sórdido y lo terrorífico. En Distancia de rescate, la tensión hacia lo trágico se mantiene permanentemente. Un relato dialógico que busca respuestas, explicaciones, alguna certeza. Sin embargo, en El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes, la oscuridad juega con la claridad del paisaje, y nos trae hilos de luminosidad en una escritura que es poética y desgarradora al mismo tiempo.

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El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes

Samantha Schweblin, autora de Distancia de Rescate, y Tatiana Tibuleac, autora de El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes


La maternidad imperfecta, real, conflictiva, es un tema en ambas novelas. Los miedos, los riesgos, los desvaríos atraviesan los vínculos de estas madres que hacen lo mejor que pueden con el rol que les tocó. Madres e hijos que aprenden a la par, que crecen a la par, que sufren a la par.

Estas dos novelas que se leen de manera adictiva, hablan también de la naturaleza como fuente de calma o como eje del caos. En Distancia de rescate, la autora se mete con una temática de actualidad: los agrotóxicos y así nos adentramos en el fin de la inocencia del paisaje. El campo ya no representa lo puro.

La maternidad imperfecta, real, conflictiva, es un tema en ambas novelas. Los miedos, los riesgos, los desvaríos atraviesan los vínculos de estas madres que hacen lo mejor que pueden con el rol que les tocó.

En cambio, en El verano en que mi madre tuvo los ojos verdes podemos ver a la campiña, sus plantaciones, sus colores como el terrano fértil de la esperanza. La ruptura con el gris y el encierro. En ambos textos, el verde es un signo ambivalente: es la fuente de vida y muerte a la vez.

Dos lecturas impostergables para salir de imaginarios comunes y sumergirnos en la compleja trama de los vínculos humanos y su contexto incierto.

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Por Julieta Blanco / @brujula.lectora


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