Mil veces buenas noches: El dolor del mundo a través de una lente

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Ya en las primeras imágenes de Mil veces buenas noches, vemos el mundo a través de la mirada de su protagonista. Miramos la realidad en sus propios ojos, bajo su propia lente, y hallamos algo susceptible de comprensión y –al mismo tiempo– de condena. Vemos un mundo podrido, desencantado, repleto de seres despiadados que se matan unos a otros y están dispuestos a dar su vida en nombre de la muerte. Es un mundo que se desgarra poco a poco y grita por la sangre derramada. Al menos ese es el fragmento que el realizador decide mostrarnos en esta película.

Rebecca Thomas (Juliette Binoche en otra de sus actuaciones memorables) es una fotoperiodista que trabaja como corresponsal en zonas de guerra para una revista de Nueva York. La acción comienza en Kabul, donde ella ha sido admitida como testigo acompañante de un grupo de mujeres terroristas que cumplen con sus rituales tradicionales antes de cubrirse de explosivos para inmolarse en un ataque. Rebecca las sigue de cerca y registra cada momento del plan; captura con su cámara hasta el gesto más imperceptible. Pero cuando llega la hora cumbre, su instinto de supervivencia la obliga a quedarse en el lugar y gritar con toda la fuerza alojada en sus pulmones para advertirles a los demás sobre la inminente explosión: es por eso que no alcanza a alejarse lo suficiente como para evitar la onda expansiva y la posterior hospitalización.

Sin embargo (y pese a la gravedad del hecho), ese no será el conflicto central de la protagonista. La explosión es parte de su elección de vida, de su trabajo y de los riesgos que decide correr esta profesional fuertemente comprometida con su oficio para mostrarle al mundo sus más grandes miserias (en un momento Rebecca dice: «Hago esto porque quiero que la gente se atore con el café al abrir el diario por la mañana y ver los desastres que ocurren en el mundo»). Pero esas decisiones tendrán una repercusión directa e inevitable sobre sus seres más queridos y, tal como sucede con los efectos de la onda expansiva, hay varios aspectos de su vida que ya no podrán mantenerse en pie tal como estaban antes.

Cuando Rebecca regresa a casa, su familia la espera para celebrar (una vez más) no haberla perdido tras el ataque. Pero esta vez deberá enfrentar algunos reproches de los suyos, que le impedirán seguir con su profesión y la obligarán a reformular todo su entorno emocional: el rechazo de su esposo Marcus (Nikolaj Coster-Waldou), la distancia impuesta por su hija mayor Stephanie (Lauryn Canny) y los temores de Lisa, la hija menor (Adrianna Cramer Curtis). A partir de aquí, Rebecca intentará recomponer su vida familiar y hacerla compatible con la pasión que siente por su trabajo, hasta que Marcus le da el ultimátum y, posicionándola entre la espada y la pared, la obliga a elegir entre su familia o su profesión. Lo que sigue es cómo la protagonista logra (o no) lidiar con estos ásperos planteos.

La película de Erik Poppe es de una sensibilidad arrasadora y sin golpes bajos, que se atreve a ahondar con altura en temas que hasta el día de hoy siguen siendo tabúes y foco de toda clase de controversias. Se trata de una obra profunda, porque decide hablar con franqueza sobre las heridas más dolorosas de la condición humana. El relato, a su vez, es complejo porque sus personajes lo son. No se trata de personajes llanos,  monocromáticos o predecibles sino, por el contrario, repletos de matices y con una lógica inmanente que guía cada una de sus conductas e incluso sus múltiples contradicciones (porque todo ser humano las tiene y eso también se ve reflejado en el film de Poppe).

Es particularmente notable el trabajo sobre el vínculo madre/hija entre Rebecca y Steph, interpretado con delicadeza y gran naturalidad por la experimentada Binoche y la jovencísima Canny, pues hay allí algo que no podemos resolver en un solo vistazo: una particular mixtura de admiración, devoción, rabia, miedo, ira, amor, distancia, comprensión, reproche y condena.

El guión es sutil y justo: aporta lo necesario a la historia y el resto lo hacen muy eficazmente las imágenes. El trabajo con la cámara es de una gran destreza y nos permite acceder al núcleo de las situaciones y al corazón de los personajes. Cada plano es funcional al relato y contribuye con justeza a la totalidad de la pieza. La música acompaña muy bien. Por último, hay que destacar la labor de Juliette Binoche quien –como de costumbre– logra componer un personaje de una gran potencia emocional, como en la mayoría de sus creaciones (recuérdese su Julie en Bleu, film de la célebre trilogía de Krzysztof Kieslowski). Simplemente no dejen de ir a ver esta película.

FICHA TÉCNICA

Título original: A thousand times goodnight

País: Irlanda – Noruega – Suecia

Año: 2014

Duración: 117 min

Dirección: Erik Poppe

Guión: Harold Rosenlow Eeg

Edición: Sofia Lindgren

Música: Armand Amar

Elenco: Juliette Binoche – Nikolaj Coster-Waldou – -Lauryn Canny – Adrianna Cramer Curtis

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