Dos años de pandemia: ¿al final hay una «nueva normalidad»?

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Actualmente, la catástrofe sanitaria mundial continúa vigente, pero en menor medida. Y gran parte se debe gracias a la vacunación masiva que facilitó la creación de una defensa en el sistema inmunológico humano. Pero, ¿qué cambios hubo en estos dos años de pandemia? ¿Qué significa transitar una “nueva normalidad”? ¿En verdad “aprendimos a convivir con el virus”? Foto: Télam.

Por Ignacio Martínez*



El 17 de noviembre de 2019 China registró en Wuhan el primer caso de un nuevo virus catalogado como SARS, es decir, devenido de los animales. En rigor, el “caso cero” fue un hombre de 55 años al que le sucedieron cinco casos nuevos por día, luego quince, y finalmente llegaron a más de 200 para finales de diciembre de 2019. Como primera hipótesis, una comitiva de emergencia de la OMS sugirió que el foco de contagios provenía del mercado de mariscos y animales salvajes de Wuhan, por lo que China decidió cerrarlo.

No obstante, el 11 de enero de 2020 falleció a causa del nuevo virus un hombre de 61 años, luego de una insuficiencia respiratoria en un cuadro de neumonía severa. En simultáneo, la hipótesis de la ingesta de una sopa de murciélago fue considerada el desencadenante del virus, al que meses después se conocería como Coronavirus.

Sin embargo, la escalada de contagios fue imposible de evitar, al igual que la incertidumbre para la ciencia moderna. El 11 de marzo de 2020 la OMS declaró al brote de coronavirus como una pandemia.

Pero poco a poco Covid-19 fue propagándose causando un miedo inaudito en el mundo globalizado. Las autoridades restringieron vuelos y los países fueron cerrándose cada vez con mayor hermetismo. Sin embargo, la escalada de contagios fue imposible de evitar, al igual que la incertidumbre para la ciencia moderna. El 11 de marzo de 2020 la OMS declaró al brote de coronavirus como una pandemia.

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Actualmente, la catástrofe sanitaria mundial continúa vigente, pero en menor medida. Y gran parte se debe gracias a la vacunación masiva que facilitó la creación de una defensa en el sistema inmunológico humano. Pero, ¿qué cambios hubo en estos dos años de pandemia? ¿Qué significa transitar una “nueva normalidad”? ¿En verdad “aprendimos a convivir con el virus”?

Una crisis sin precedentes deja en evidencia las inequidades de un sistema mundial en donde las principales potencias lograron tener mayor respaldo económico para enfrentar el contexto. De hecho, al momento de producir y distribuir las vacunas, importaron más los negocios internacionales antes que la necesidad de cuidar a la población mundial.

Una crisis sin precedentes deja en evidencia las inequidades de un sistema mundial en donde las principales potencias lograron tener mayor respaldo económico para enfrentar el contexto.

Pero la pandemia persiste y sigue poniendo en riesgo la salud de la población, porque el virus muta reconvirtiéndose en nuevas cepas que causan síntomas más graves. En ese aspecto, sí es cierto que el virus llegó para quedarse y que la vacunación contra el Covid-19 será obligatoria en el calendario sanitario. Sin embargo, más allá de la irresponsabilidad gubernamental en el cuidado de los ciudadanos, son masivas las consecuencias de niveles irreparables que ha dejado el coronavirus en aspectos socioeconómicos, así como también en los nuevos hábitos culturales.

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Comienzo de la pandemia en Wuhan.


Resignificar la vacuna

Con números todavía en alza, la cantidad de fallecidos a nivel mundial es de más de 6 millones. Y aunque se hayan administrado más de 10 mil millones de dosis, sólo el 56% de la población mundial cuenta con el esquema de vacunación completo, lo que deja en evidencia la falta de rigurosidad en la campaña. Esto se debe a que los países más pobres no cuentan con un sistema de salud capaz de llevar a cabo la distribución de dosis, sumado a toda la logística que eso significa en regiones más vulnerables.

Pero por otro lado, mucho ha influido en estos dos años la desinformación propagada y reproducida por los discursos antivacunas y negacionistas. Tildada como “gripecita”, los síntomas del coronavirus fueron objeto de una peligrosa e inconsciente subestimación que sólo sumó incertidumbre y desconfianza sobre el plan de vacunación.

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Diferentes movimientos antivacunas se manifestaron en contra de la única solución posible para sobrellevar la pandemia, aun cuando hay pruebas contrastadas científicamente. Como resultado, las vacunas siguen cuestionándose pese  la inmunización que genera frente al virus. Incluso, hasta llegó a circular la idea de una intencionalidad de China para que se propague el coronavirus, debido al supuesto advenimiento de un “nuevo orden mundial”.

Diferentes movimientos antivacunas se manifestaron en contra de la única solución posible para sobrellevar la pandemia, aun cuando hay pruebas contrastadas científicamente. Como resultado, las vacunas siguen cuestionándose pese  la inmunización que genera frente al virus.

Por su parte, en Argentina ha quedado en evidencia la importancia del respaldo estatal del sistema de salud para que no colapsara, como en cambio sí sucedió en numerosos países durante los momentos de mayores brotes de contagios. Cabe señalar, de todas formas, que los trabajadores de la salud se vieron numerosas veces desbordados frente a la masividad de los testeos, los casos y la falta de respaldo gubernamental de hace añares. En CABA, por ejemplo, los enfermeros continúan reclamando que sean finalmente reconocidos como profesionales del rubro.

No obstante, el papel del Ministerio de Salud, el mismo que fue eliminado junto a otros nueve Ministerios en 2018 por decreto del ex presidente Macri, fue fundamental para que en estos dos años se reforzaran hospitales y clínicas. Y a pesar del daño de la desinformación en su contra, el plan de vacunación nacional fue bueno, logrando un total de 94 millones de dosis aplicadas y otorgando un esquema completo para 36 millones de habitantes.

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Alberto Fernández y su rol en la pandemia. Foto: Presidencia de la Nación


Desastre económico

Las consecuencias económicas que la pandemia produjo son casi imposibles de abarcar en su totalidad: desempleos masivos, quiebras, inflación, pobreza, etc. Los sectores de turismo, gastronomía y espectáculos fueron los más afectados, generando una caída histórica en sus actividades profundizadas por la falta de circulación y consumo.

Las economías mundiales se contrajeron produciendo un hermetismo que dañó fuertemente los países que más se benefician del comercio exterior. Puntualmente, las restricciones en los vuelos provocaron un destrozo en el turismo sin precedentes. Millones de personas se vieron obligadas a cerrar sus negocios o consideradas desempleadas, tras la quiebra económica de hoteles y agencias de viajes.

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Previo al inicio de la pandemia, Argentina se encontraba en un período de recesión económica de cuatro años consecutivos. Sólo entre 2017 y 2019 se perdieron 218 mil puestos de trabajo en el sector privado y cerraron 22 mil empresas. Además, la pobreza afectaba al 35,5% de la población y la indigencia fue del 8%.

A 90 días de asumir la presidencia, Alberto Fernández tuvo que lidiar con el manejo de la pandemia. La postura premonitoria de establecer restricciones en la circulación fue tomada con buenos ojos, ya que como los daños sanitarios llegaban con antelación en Europa, Argentina “tomaba de ejemplo” los aciertos y errores que otros países aplicaban. Sin embargo, el Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio decretado el 20 de marzo de 2020, fue el mismo que marcó la presidencia de Fernández a rajatabla.

Previo al inicio de la pandemia, Argentina se encontraba en un período de recesión económica de cuatro años consecutivos. Sólo entre 2017 y 2019 se perdieron 218 mil puestos de trabajo en el sector privado y cerraron 22 mil empresas. Además, la pobreza afectaba al 35,5% de la población y la indigencia fue del 8%.

La extensión exagerada de la cuarentena provocó demasiado daño en una economía argentina que ya arrastraba una fragilidad muy sensible en el empleo y el salario de la población. Esto se notó en la suba de la pobreza en el segundo semestre de 2020 (momento de mayor rigurosidad del ASPO) siendo del 42%, mientras que la indigencia alcanzó el 10%.

Por supuesto que los sectores más bajos fueron fuertemente dañados pese a medidas de respaldo estatal, como el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE). Pero también pesó y perjudicó puntualmente a la clase media trabajadora, que sufrió pérdidas de empleo y salario de niveles catastróficos. En ese sentido, si la pandemia misma produjo pérdidas millonarias a nivel mundial, mucho peor fue para una economía inestable como lo es la argentina, si además se le suma una restricción de la actividad laboral durante meses.

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Nueva (a)normalidad

Parecen inverosímiles todos los cambios de hábitos y costumbres que sucedieron en simultáneo y en gran velocidad durante estos dos años de pandemia. Sobre todo, los que significaron un reacomodamiento cultural en sociedades donde jamás se aplicaban.

La idea de “aprender a convivir con el virus” no es unívoca. No es lo mismo el encierro padecido durante los momentos de mayor restricción para quienes son más vulnerables económicamente o psicológicamente, que para quienes tienen mayores comodidades. Del mismo modo, la convivencia fue en muchos casos un padecimiento, así como también la depresión de quienes vienen solos. La romantización de la cuarentena es absurda en un mundo desigual y cargado de déficit habitacional.

El teletrabajo es una medida aprovechada por las empresas porque es más rentable, además del borramiento de una franja horaria laboral que permite su extensión.

Aunque la virtualidad fue una solución frente a la falta de contacto, también fue nociva. La exposición durante largas horas frente a una pantalla llegó para quedarse y con el consumo, una nueva lógica de relacionarnos. Por caso, el teletrabajo es una medida aprovechada por las empresas porque es más rentable, además del borramiento de una franja horaria laboral que permite su extensión.

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El cúmulo de protocolos para absolutamente todo lo que se haga en sociedad, generó un malestar intangible que se percibe en los comportamientos y estados de ánimo de la población. No es posible afirmar que transitamos un escenario similar al que teníamos previo a la pandemia porque, evidentemente, no “salimos mejores”.

El estrés de atravesar una crisis sanitaria e histórica tiene múltiples facetas, especialmente en quienes padecen alguna deficiencia en la salud mental. De hecho, durante el inicio de la pandemia, las consultas médicas bajaron acentuadamente por miedo a contraer el virus.

A fin de cuentas, la pandemia no terminó. Y se verá en perspectiva el daño que causó, más todas las consecuencias a las cuales hubo que adaptarse. La readaptación de los hábitos sociales en tan sólo dos años ha sido inabarcable y exhaustiva a la vez.

Las pruebas están a la vista de todos. Basta con salir a la calle y evidenciar que los estados de ánimo están alterados o perjudicados: son más frágiles. Y si bien la actualidad es “mejor” que hace dos años atrás, son numerosos los estudios que demuestran que el Covid-19 ha dejado lesiones no sólo físicas, sino también mentales. Por ejemplo, en niños que necesitaban del ambiente institucional que proveen las escuelas para un mejor aprendizaje pedagógico.

A fin de cuentas, la pandemia no terminó. Y se verá en perspectiva el daño que causó, más todas las consecuencias a las cuales hubo que adaptarse. La readaptación de los hábitos sociales en tan sólo dos años ha sido inabarcable y exhaustiva a la vez. Pero en el medio, todavía continuamos aprendiendo a transitar esta “nueva normalidad” que, precisamente, nada tiene de normal.

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Por Ignacio Martínez* / @Nachoam91


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