Una derecha que ya no disimula: crudeza y violencia verbal

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Parece que fue hace mucho tiempo, pero no. En Plaza de Mayo, previo a una manifestación opositora al gobierno de turno, bolsas mortuorias fueron colgadas en las rejas de Casa Rosada y otras tantas arrojadas en el piso. No es casualidad lo que ocurre en Argentina a niveles geopolíticos. Sin embargo, existe una serie de particularidades en la forma por la cual se representa la derecha neoliberal a nivel local y cómo interpela al electorado.

Por Ignacio Martínez*



Parece que fue hace mucho tiempo, pero no. En Plaza de Mayo, previo a una manifestación opositora al gobierno de turno, bolsas mortuorias fueron colgadas en las rejas de Casa Rosada y otras tantas arrojadas en el piso. En forma de cadáveres, llevaban carteles con nombres propios: Estela de Carlotto, Daniel Scioli, “el hijo de Moyano”, “el sobrino de Ginés”, “el suegro de Massa”, Martín Guzmán, “Los vacunados de La Cámpora”.

La instalación se dio en el marco del “27F”, una movilización gestada a través de Twitter por el arco opositor, principalmente fogoneada por Juntos Por el Cambio (JxC). En rigor, los responsables del “montaje” fueron militantes de Jóvenes Republicanos y Unión Republicana, ambas corrientes ultraderechistas dentro del PRO. La imagen fue repudiada por el oficialismo, y hasta hubo una denuncia penal a JxC por incitación al odio, que luego fue derivada a Comodoro Py, y hasta hoy, no tiene avances. Ese mismo día, Patricia Bullrich fue fotografiada en el tumulto de gente saludando al mediático libertario Javier Milei, un cruce impensado pero, a la vez, esperable.

Dentro de este marco político opositor, un incipiente discurso derechista se está haciendo de las debilidades y desaciertos del Frente de Todos  como argumento suficiente para endurecer aún más su “incorrección política”

Dentro de este marco político opositor, un incipiente discurso derechista se está haciendo de las debilidades y desaciertos del Frente de Todos –como cualquier otro gobierno democrático- como argumento suficiente para endurecer aún más su “incorrección política”. Esto se traduce en el advenimiento de nuevos frentes políticos empapados de neoliberalismo recrudecido en pandemia. Por un lado, la gestación del “Frente Vamos”, de los liberales José Luis Espert, Ricardo López Murphy y Javier Milei, entre otros economistas devenidos en una “tercera opción frente a la grieta”. Del mismo modo, Miguel Ángel Pichetto también lanzó “Peronismo Republicano” dentro de JxC, mientras que la líder del PRO, Patricia Bullrich, continúa en activa campaña para una candidatura propia, alejada de Mauricio Macri, siendo más conservadora y derechista. Claro está, se trata de iniciativas políticas pensadas de cara a las elecciones legislativas de este año, cuya fecha aún está sin confirmarse.

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Cabe señalar que este escenario local tiene una resignificación regional, ya que una ideología tan poderosa y que tanto daño ha hecho en Latinoamérica, como es la derecha, no puede dejar de contextualizarse. En esta línea, para entender el fortalecimiento del ala conservadora, debe hacerse mención a los procesos que ocurren en países cuyos mandatos populistas han sido debilitados, mas no borrados. Estos son las presidencias de Jair Bolsonaro en Brasil, Luis Lacalle Pou en Uruguay, Sebastián Piñera en Chile, Mario Abdo Benítez en Paraguay, Martín Vizcarra en Perú, y el gobierno golpista de la hasta hace poco presidenta de Bolivia, Jeaninne Áñez, quien luego fue detenida por su accionar antidemocrático. En todos los ejemplos, el advenimiento político para enemistar movimientos populistas o progresistas.

Dicho esto, no es casualidad lo que ocurre en Argentina a niveles geopolíticos. Sin embargo, existe una serie de particularidades a señalar en la forma por la cual se representa la derecha neoliberal a nivel local, y en cómo interpela al posible electorado.

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“Incorrectos” y efusivos

“Este gobierno asesinó a 30 mil personas”, sostuvo Javier Milei el 31 de marzo en el canal A24, sobre la gestión del FDT ante la pandemia, y a costa de impresionar y subir el rating de TV bajo cualquier modo. Rozando lo inverosímil, el discurso liberal siempre es el doble de crudo, pero sobre todo para problemáticas vinculadas a las realidades pandémicas. Los argumentos hacen constantemente hincapié en el “fracaso” de la gestión frente al avance del Covid-19, numerosas veces sin fundamentos claros, pero a merced de denostar todos los aciertos que haya en materia de salud el gobierno de turno.

Pero Milei no está solo. Aliado con el economista y ex candidato presidencial, José Luis Espert, han popularizado –que se entienda, en sentido de masividad- las premisas básicas de una ideología política ensañada en privatizar los bienes públicos, vaciar el estado y fomentar una economía liberal como filosofía de vida.

En particular, el histrionismo y la verborragia de Milei se hace de violencia discursiva, pero agrega una carga de humor que reiteradas veces contradice y enmascara lo que en definitiva son sus ansias de lograr un cargo público. Lo que antes era un efusivo y payasesco mediático de tintes lúdicos, hoy es una cara nueva dentro del espectro de candidatos de la ultraderecha argentina. Y haciendo fuerza en la franja etaria veinteañera, la retórica libertaria se manifiesta con odio e “incorrección” –por no decir insultos y performance totalitarias- hacia toda la clase política como responsables, de lo que según ellos, es esta apocalíptica  realidad en la que vivimos.

Pero Milei no está solo. Aliado con el economista y ex candidato presidencial, José Luis Espert, ha popularizado –que se entienda, en sentido de masividad- las premisas básicas de una ideología política ensañada con privatizar los bienes públicos, vaciar el Estado y fomentar una economía liberal como filosofía de vida. Sus métodos de manifestación son la viralización de consignas específicas para redes sociales con el fin de sumar adeptos en donde mayormente hacen fuerza: las nuevas generaciones.

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Incluso ambos libertarios han generado contenido en cuyas representaciones emulan lógicas gamers para interpelar a sus probables votantes. Con lo cual, sus argumentos son más permeables en comparación con otros candidatos, en la medida en que se piensan y reproducen para los nuevos hábitos de consumo de las redes sociales. En este sentido, el electorado más joven será el más alcanzable, pero no quita que puedan influenciar a quienes sean mayores, aunque en lo inmediato no parece estar en sus planes. Se verá en las próximas PASO si son o no efectivamente marginales a los más votados en las urnas.

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Juntos contra el populismo

Que la derecha es antagónica a la izquierda, data de hace siglos. Pero que haya tanto discurso de odio presente contra el populismo, es enteramente actual. Esto no quiere decir que haya una relación directa entre una ideología izquierdista y un gobierno de tintes populistas, sino que hay una construcción en el sentido común de “no volver hacia atrás”. Este supuesto atraso trae una vez más como tema de agenda mediática el discurso de “la pesada herencia”, cargando de negatividad a los años de gobierno populista previos a la gestión de Mauricio Macri. Precisamente, momento bisagra en donde la derecha local volvió a tener presencia hasta la irrupción actual, válida en Argentina, como a nivel regional.

En este sentido, la hegemonía mediática se hace de voceros de la oposición para instalar sistemáticamente que el sinónimo del populismo es la corrupción, la manipulación de las clases populares, y el enriquecimiento ilícito de sus líderes, entre otras premisas demonizantes. “Este va a ser el último gobierno populista, va a fracasar”, declaró Macri hace tres semanas, haciendo uso de la posverdad del PRO casi de manual. Aunque su futurología barata es contrafáctica, es ejemplo de cómo busca representar a su partido como alternativa frente a una otredad populista, cargada de un significado lleno de odio y rechazo: “ellos” serían los impuros, “nosotros”, el PRO, la supuesta salvación.

En contexto de pandemia, el discurso liberal derechista plantea una supuesta defensa de las libertades individuales frente a las medidas cuasi “dictatoriales” del FDT en materia de restricciones.

En contexto de pandemia, el discurso liberal derechista plantea una supuesta defensa de las libertades individuales frente a las medidas cuasi “dictatoriales” del FDT en materia de restricciones. Una vez más, Alberto Fernández es encasillado como el aparente líder de un partido antidemocrático, y el coronavirus sería una excusa más para un nuevo avasallamiento a los derechos ciudadanos. Para ejemplificar, basta con repasar las marchas opositoras lideradas por JxC, donde los reclamos se repitieron levantando las banderas a favor de “la república”, “la libertad”, y en contra de la “infectadura” (sic).

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Repensar sin subestimar

Hay una relación entre la crisis económica exaltada por años de ajuste macrista, el debilitamiento del kirchnerismo, y el fortalecimiento de los discursos derechistas: la falta de representatividad política. A niveles generales, los partidos ya no pesan como antes y los candidatos suelen ser reciclados reiteradas veces, incluso para los mismos cargos públicos. Los frentes políticos se asemejan a rejuntes de nombres propios que pesan por trayectoria, o por viejos puestos ejercidos hace años. Siguiendo este razonamiento, es esperable la irrupción de voces recrudecidas que señalan las deficiencias de decisiones políticas, pero sobre todo, para un país cuyo índice de pobreza supera el 42%.

Dicho esto, el neoliberal de derecha verá siempre un oportunismo en indicar con facilismo que las cosas no están bien, aun cuando sus argumentos sean más destructivos que constructivos para las clases medias y bajas. Es una obviedad ideológica que sus intereses atienden a las clases dominantes, pero no por eso debe subestimarse su poder de influencia en el electorado actual. Su peligroso discurso disidente se tiñe de una renovación que enmascara más beneficios empresariales y menos esperanza para la clase trabajadora.

La responsabilidad de repensar el escenario político actual es tarea tanto para corrientes progresistas, como para cualquier otra fuerza política alejada del discurso conservador. Se trata de no caer en antagonismos que no simplifiquen la puja por el poder, sino de la necesidad de formar coaliciones concretas que planteen una lucha frente a la ideología neoliberal del siglo XXI.

Para contrarrestar a la derecha, es necesaria la autocrítica, aun con una inesperada pandemia que debilita a los representantes señalados como más culpables de lo habitual. La responsabilidad de repensar el escenario político actual es tarea tanto para corrientes progresistas como para cualquier otra fuerza política alejada del discurso conservador. Se trata de no caer en antagonismos que no simplifiquen la puja por el poder, sino de la necesidad de formar coaliciones concretas que planteen una lucha frente a la ideología neoliberal del siglo XXI.

De lo contrario, cuanto más se tarde en construir una alternativa, más incertidumbre habrá entre los votantes, y más se beneficiarán los argumentos de quienes esperan con ansias que la crisis empeore. Y ante todo, la incipiente voz de una vieja derecha renovada, cuyo discurso de odio y ajuste está cada vez más presente.

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Por Ignacio Martínez* / @Nachoam91


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