El amo del mundo: una nueva manera de acercarse a Alfonsina Storni

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Algo de lo que iba a ser El amo del mundo, obra a estrenarse el año pasado, se vislumbraba en una parte del ciclo Modos Híbridos, del Complejo Teatral de Buenos Aires, en un juego entre documental y ficción que imaginaba una posible vuelta a los escenarios de la mítica obra de Alfonsina Storni.  Desde el viernes 22 de octubre, toda aquella fantasía afortunadamente tiene lugar en el Teatro Regio, de la mano de Francisco Lumerman en la dramaturgia y la dirección. (Fotos: Carlos Furman)

por Milena Rivas



Del copioso archivo literario de Alfonsina Storni, sobresale de su producción principalmente poética una única pieza teatral: El amo del mundo. Esta obra, estrenada hace casi cien años en el Teatro Cervantes, que había despertado gran expectativa entre el público seguidor de la poeta y la crítica de entonces, no fue sin embargo bien recibida y a los tres días bajó de cartel.

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En su versión del drama moderno, Storni perfila con detalle a Márgara, una mujer soltera en la Buenos Aires de los años ‘30 quien, en palabras del teórico Jorge Dubatti, “genera otras condiciones en su existencia y la de los seres de su entorno afectivo”. Una de estas personas es, paradójicamente, Claudio, un hombre que busca la pureza en la mujer por sobre todas las cosas y cuya visión de mundo resulta irreconciliable con la de Márgara. 

Francisco Lumerman, también impactado por la brevísima vida de “El amo del mundo” en cartel, decidió embarcarse en este material para explorar las tensiones entre presente y pasado que surgen una vez que pone en escena a su elenco ensayando la obra

Francisco Lumerman, también impactado por la brevísima vida de El amo del mundo en cartel, decidió embarcarse en este material para explorar las tensiones entre presente y pasado que surgen una vez que pone en escena a su elenco ensayando la obra. Lo atractivo de esta propuesta se asienta en el abanico de contingencias que atraviesan ineluctablemente al momento previo al estreno de la pieza, durante el cual el vínculo de pareja entre Gabriel, el director, y Mara, la protagonista, se transforma haciendo eco de las palabras de Alfonsina. 

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El amo del mundo

El amo del mundo, de Francisco Lumerman. Foto: Carlos Furman


Una escenografía a medio armar, objetos de utilería fuera de lugar, focos encendidos que indican que la función aún no ha comenzado; en definitiva, un espacio de tránsito entre aquello que todavía no deja de ser y aquello que comienza, de a gesto a la vez, a corporizarse. Conviven, en este umbral, solemnes líneas de diálogo con infinidad de notas al pie que intervienen el texto con la frescura y la intensidad del momento presente.

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Acaso la dimensión procesual de esta puesta de El amo del mundo sea su andamiaje más poderoso. Se trata, claro está, de una convención teatral: una materia expresiva que da a los espectadores las referencias necesarias para orientarse. El elenco, conformado por Paula Ransenberg, Lautaro Delgado Tymruk, Fiamma Carranza Macchi, Rosario Varela, Adriana Ferrer, David Subí y Franco Quercia, va y viene de un universo ficcional a otro: mientras alguno de sus personajes está enunciando una réplica mordaz, otro lo interrumpe con un tono diametralmente opuesto.

Toda convención es un acuerdo entre partes: en el teatro, espectamos a alguien que hace de y lo aceptamos. Ahora bien, en la pieza de Lumerman, de alguna manera, el pacto se abisma.

Nada de esto nos plantea un problema, puesto que toda convención es un acuerdo entre partes: en el teatro, espectamos a alguien que hace de y lo aceptamos. Ahora bien, en la pieza de Lumerman, de alguna manera, el pacto se abisma. Vemos a alguien haciendo de alguien que, a su vez, por momentos también hace de, a pesar de que todavía no tengan público. 

La palabra “andamiaje” es quizás la que mejor copule con la idea de la convención (esta convención en particular) como un procedimiento que sostiene a la pieza escénica. A través de un mecanismo milimétricamente ajustado, los tormentos de la obra que están ensayando y el desasosiego de sus intérpretes se contagian mutuamente sin hacer de ello una escena de profunda amargura.

No es tarea fácil desdibujar los límites de una metaficción sin volver opaca esa frontera —pensemos en la homonimia de ambos dramas—, pero el equipo de “El amo del mundo” conquista cada terreno con maestría. Alfonsina Storni estaría encantada de nacer de nuevo de tan linda imaginación. 

Por el contrario, este marco siempre anclado en las modulaciones azarosas del presente transfiere a la creación teatral una gracia extraordinaria. No es tarea fácil desdibujar los límites de una metaficción sin volver opaca esa frontera —pensemos en la homonimia de ambos dramas—, pero el equipo de El amo del mundo conquista cada terreno con maestría. Alfonsina Storni estaría encantada de nacer de nuevo de tan linda imaginación. 

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“El amo del mundo” se presenta de jueves a domingos a las 20 horas en el Teatro Regio (Av. Córdoba 6056) hasta el 19 de diciembre. Duración aproximada: 85 minutos. Entradas vía Complejo Teatral.


Por Milena Rivas@_milenarivas


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