William Kotzwinkle y la distancia necesaria con el dolor

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La reciente reedición de El nadador en el mar secreto (China Editora, 2019), título que se publicó por primera vez en 1975, es un ejemplo concreto sobre la necesidad de poder alejarse incluso de las grandes tragedias personales a la hora de hacer literatura. 


“Y esta es la razón por la cual luchamos tanto, pensó Laski,
para que el amor pueda venir a este mundo”
El nadador en elmar secreto, William Kotzwinkle 

Pocas cosas cosas son tan impredecibles como la vida y salud de un libro. Sus lectores pueden estar en el pasado, en el presente y/o en el futuro. Los ecos de cada botella al mar que resulta de una publicación son, la gran mayoría de las veces, imperceptibles para el autor. Un caso concreto de esto es El nadador en el mar secreto, de William Kotzwinkle.

Publicada originalmente en 1975, esta breve novela del autor estadounidense tuvo una vida intensa y breve, casi un cruel paralelismo con la historia que se cuenta en el libro. Con una fuerte base autobiográfica, El nadador en el mar secreto narra la travesía que tiene que hacer una joven pareja que vive en una casa alejada en el bosque para dar a luz a su primer hijo. El desenlace es el menos deseado y abre la puerta a una reflexión sobre la paternidad, la vida, la muerte y el dolor que viene de la mano con la existencia.



La tragedia íntima que se narra en esta novela de menos de 80 páginas es verídica y le sucedió al propio Kotzwinkle: “Escribí ese libro con lágrimas en los ojos desde la primera a la última página”, señaló en una entrevista. Realizado casi de una sentada, el autor que luego pasaría a la fama por E.T., calificó a esta rareza en su bibliografía rica en materia fantástica como “un acto de desesperación” tras su experiencia dolorosa en relación a la paternidad. Sin embargo, pese a lo que se podría creer en un principio, El nadador en el mar secreto sabe tomar distancia del dolor, sin golpes bajos innecesarios, dejando lugar a la literatura: así, el lector es capaz de depositar su propia experiencia dentro de este relato.


William Kotzwinkle

El nadador en mar secreto, de William Kotzwinkle


“¿Quién elegiría esto, este trabajo, esta aflicción?, pensó Laski. La vida nos esclaviza, nos hace desear tener hijos, nos da miles de ilusiones acerca del amor, y todo eso con tal de poder avanza”, se lee apenas avanzada la historia. Las reflexiones acerca de cada acción y sus consecuencias, ese entramado de decisiones que integran una vida inevitablemente azarosa, enriquecen y complementan el dolor intrínseco que lleva este libro. Después de todo, nos encontramos frente a un objeto estético.



En esa dirección, en una entrevista la gran poeta Irene Gruss meses antes de su muerte en la navidad de 2018, destacaba: “Más que meter ficción en un poema, el poema es ficción. Vos podés contar la muerte de tu madre, pero no es un poema. Ficcionar no es inventar, es hacer un objeto estético con lo que te pasa o con lo que pasa en general. Esas palabras, traspasadas a la narrativa, encajan a la perfección con el trabajo realizado en El nadador en el mar secreto. La decisión de escribir -en clave literaria- sobre nuestras propias tragedias, lleva aparejado necesariamente la primera decisión de alejarse del momento y el dolor. 

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No es algo sencillo, por supuesto. La propia Gruss destacaba en esa misma entrevista: “No es algo que te sale todos los días”. Pero, si el resultado va a ser un libro aséptico y con grandes momentos de preciosismo, como es el caso de la breve novela de El nadador en mar secreto, vale la pena intentarlo. Volver al pasado, por más reciente que sea, bajo el filtro de la literatura, puede ser una manera benévola de revisitar nuestra propia vida y sus momentos más dolorosos, algo que luego podemos llevarnos para nuestra vida cotidiana. En esa dirección, tal y como señala Fabián Casas en su poema “Técnicas”, una técnica que sirve para escribir debe servir también para vivir. Bueno, en eso estamos y en eso se nos pasa la vida.

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