Anne Dufourmantelle y correr el riesgo de sobrevivir

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La pandemia puso a la salud en el centro de la escena, aunque sea por un instante. En tiempos de miserias políticas y económicas de un sistema en crisis, la obra de Anne Dufourmantelle, filósofa y psicoanalista francesa, hace un elogio a la idea de no morir en vida.**



Hay historias reales que superan cualquier ficción. Incluso pueden pecar de inverosímiles. Hasta Gabriel García Márquez, referente del realismo mágico y esa idea de tensionar lo real con inclusiones de elementos fantásticos para añadir mayor profundidad y posibilidades en el relato, era consciente de esta complejidad. Sobre la historia de la repentina ceguera de su abuelo, decía: “Había perdido un ojo de una manera que siempre me pareció demasiado literaria para ser contada: estaba contemplando desde la ventana de su oficina un hermoso caballo blanco, y de pronto sintió algo en el ojo izquierdo, se lo cubrió con la mano, y perdió la visión sin dolor. Yo no recuerdo el episodio, pero lo oí contar de niño muchas veces, y mi abuela decía siempre al final: ‘Lo único que le quedó en la mano fueron las lágrimas.’”. Según el Premio Nobel colombiano, le era muy difícil escribir a partir de esa historia a pesar de su gran valor estético.

Algo parecido ocurre cuando se escucha la historia de la filósofa y psicoanalista francesa Anne Dufourmantelle: en 2011 publicó el provocante y leído libro Elogio del riesgo (Nocturna Editora, 2019), en donde habla de la importancia de asumir decisiones, de dar un paso más allá de lo esperado, de entregarse a lo incierto como quien decide dar un giro brusco en su vida. “Somos humanos porque somos seres de lenguaje y de promesas, pero en alguna parte también estamos inmersos en la experiencia inmanente del mundo”, advierte en las primeras páginas. El 21 de julio de 2017, mientras se encontraba en Ramatuelle, pequeña población costera ubicada en la Riviera Francesa, Dufourmantelle se lanzó a rescatar a dos niños que se estaban ahogando por el cambio en la marea. Los niños sobrevivieron, ella no. Una historia de coherencia extrema, algo que en este mundo está en desuso.

El 21 de julio de 2017, mientras se encontraba en Ramatuelle, pequeña población costera ubicada en la Riviera Francesa, Dufourmantelle se lanzó a rescatar a dos niños que se estaban ahogando por el cambio en la marea. Los niños sobrevivieron, ella no. Una historia de coherencia extrema, algo que en este mundo está en desuso.

El título Elogio del riesgo se publicó por primera vez en español en 2015 con el sello mexicano Paradiso Ediciones, pero no fue hasta el 2019 que en la coedición junto a Nocturna Editora el libro llegó a gran escala a la Argentina. Paradójicamente, tuvo muy buena circulación en 2020, año en que la crisis sanitaria que trajo aparejada la pandemia puso en riesgo a una población en cierto punto adolescente. Cuando dejábamos de creernos inmortales, indestructibles, impunes, este libro viene a sacudir los lugares comunes y los refugios endebles del confort y el temor.

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Al capitalismo no solo le conviene esa creencia de la inmortalidad, sino que la propicia. ¿Quién consume desenfrenadamente si sabe que va a morir y todo eso es en vano? La muerte, muchas veces invisibilizada, ahora es la gran protagonista. O al menos lo fue durante los primeros meses del arribo del Coronavirus, ya que poco a poco las pequeñas miserias recuperaron su terreno, desnudando un sistema de representatividad en crisis a nivel global, en donde los grandes poderes económicos son cada vez más autárquicos. La lucha por la liberación de patentes es un caso extremo de este punto: mientras el Coronavirus supera las tres millones de muertes en todo el mundo, los laboratorios privados y algunas naciones priorizan los negocios o la acumulación.

Tal vez –escribe la autora nacida en París en 1964 y Doctora en Filosofía por La Sorbona-arriesgar la vida sea, para empezar, no morir. Morir en vida, bajo todas las formas de renuncia, de la depresión blanca, del sacrificio. Arriesgar la vida, en los momentos clave de nuestra existencia, es un acto que nos rebasa a partir de un momento de una conversión”. En tiempos donde la muerte aparece como una posibilidad cercana, leer a Dufourmantelle corre el eje para incomodar: ¿y si el verdadero riesgo fuera sobrevivir para cambiarlo todo?

Dufourmantelle escribe: “La esclavitud nunca habrá sido tan voluntaria como ahora. ¿Cómo llegamos a este punto? A querer nuestro avasallamiento por fuerza, a amar nuestras ataduras, a considerar con indulgencia jerarquías, obediencias e imposiciones amarradas por nuestro bien alrededor de nuestras vidas como listones de colores destinados a hacernos olvidar el candado de hierro que las encierra”

“Sin alarmas y sin sorpresas” cantaba Radiohead a mediados de la década de los 90’s en “No surprises”, una canción de tono bajo, devastadora, en donde se denunciaba el temor con el que carga la sociedad neoliberal. Frente a la promesa de una vida sin riesgos, en donde el consumidor –ya no ciudadano- siempre tiene la posibilidad de elegir, el pensamiento de esta autora despabila, mucho más si se tiene en cuenta el contexto político y sanitario actual que ella no llegó a ver.

Dufourmantelle escribe: “La esclavitud nunca habrá sido tan voluntaria como ahora. ¿Cómo llegamos a este punto? A querer nuestro avasallamiento por fuerza, a amar nuestras ataduras, a considerar con indulgencia jerarquías, obediencias e imposiciones amarradas por nuestro bien alrededor de nuestras vidas como listones de colores destinados a hacernos olvidar el candado de hierro que las encierra”. Algo de todo esto repercute en el axioma economía vs salud que encierra a las democracias de todo el mundo: cuando la libertad es asociada al consumo, la batalla por salvar vidas parece perdida de antemano.

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Anne Dufourmantelle

Elogio del riesgo (Nocturna Editora, 2019, de Anne Dufourmantelle


En cambio, si se piensa a la libertad como una consecuencia de nuestras acciones, de nuestras decisiones, y de la asunción de un riesgo (el de vivir), todo parece distinto. Durante la primera etapa de la pandemia, había ganado fuerza un discurso esperanzador: la cercanía de la muerte nos llevaba a preguntarnos cómo queríamos vivir, si no era tiempo de barajar y dar de nuevo. A más de un año, no solo esa idea se dejó de lado, sino que se intensificó el debate por sobrevivir cada vez en peores condiciones. Entonces, como diría Charly García, podríamos tener indicios de estar cerca de la revolución o de que al menos están pasando demasiadas cosas raras para que todo pueda seguir tan normal. Sigamos a Dufourmantelle: “Un mundo desaparece bajo nuestros ojos, nos cuesta trabajo ser los testigos de esta revolución, oscilamos entre nostalgia, lamento y espera, con los ojos clavados en la línea de horizonte”.

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En la misma línea, agrega: “Correr el riesgo de la revolución quizás signifique el haber alcanzado en cierto momento un límite más allá del cual ningún pensamiento, libertad, amor, es posible, y allí, en ese movimiento de media vuelta que dice no, que aparezca otro idioma, otro día. Lo que hace una revolución es el consentimiento a perderlo todo. Y es en este punto en donde retorna la pregunta: ¿y si el verdadero riesgo de la actualidad es sobrevivir a esta pandemia? ¿Qué nos espera en el futuro más allá de un panelismo cada vez más exacerbado en los medios y una política adherida a la posverdad? ¿Hasta qué punto puede echar luz la estrella muerta de un capitalismo que sigue fielmente la idea del derrame?

Leer a Dufourmantelle es un sorbo de coraje para los tiempos que corren y también para los que se puede prever que se avecinan. Porque en el fondo, esta obra que se corre de los lugares de la autoayuda y también de lo panfletario, toca en el nervio sensible de una sociedad que supo construir sus propios escapes fáciles a la realidad y al descontento.

Leer a Dufourmantelle en Elogio del riesgo –así como también en los otros dos títulos que publicó Nocturna Editora: En caso de amor. Psicopatología de la vida amorosa e Inteligencia del sueño, en donde se centra en los cambios sentimentales y las profundidades oníricas respectivamente- es un sorbo de coraje para los tiempos que corren y también para los que se puede prever que se avecinan. Porque en el fondo, esta obra que se corre de los lugares de la autoayuda y también de lo panfletario, toca en el nervio sensible de una sociedad que supo construir sus propios escapes fáciles a la realidad y al descontento. El eterno sufrimiento, sin ir más lejos, es un lugar cálido al que siempre volver, pero “renunciar a sufrir requiere de mucho valor”, sentencia la autora.

La idea de riesgo va muy en serio, porque obliga a asumir que hay una posibilidad real de cambio, pero antes hay que pasar por el vértigo de una posible caída al vacío. El escritor argentino Fabián Casas sentenciaba en el discurso inaugural del Festival Internacional de Literatura de Buenos Aires (FILBA) en 2019: “Las esperanzas solo sirven para que te quedes en el molde. Un pueblo con esperanza es un pueblo pasivo. Un pueblo sin esperanza es un pueblo en estado de presente, un pueblo peligroso”.

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Dufourmantelle también va a ir en esa dirección cuando habla del riesgo de siempre pensar en la luz al final del túnel: “Interiorizar una práctica de esperanza, esto debería ser posible pero en el instante. Sin ruptura temporal, decirse que el combate es aquí mismo, de inmediato, sin demora. Que la reversión ya empezó, que se trata una y otra vez de nacer, de romper, separarse, liberarse”.

Así entonces, el riesgo se vuelve ineludible: ya sea al Covid-19 o a sobrevivirlo, hay una postura ante el mundo que está en crisis. Después de leer a Dufourmantelle queda claro que se pasó del mundo mágico a uno “real”, que no es otra forma de nombrar a la decepción

Así entonces, el riesgo se vuelve ineludible: ya sea al Covid-19 o a sobrevivirlo, hay una postura ante el mundo que está en crisis. Después de leer a Dufourmantelle queda claro que se pasó del mundo mágico a uno “real”, que no es otra forma de nombrar a la decepción: los grandes relatos se caen a medida que se buscan sustitutos a bajo costo, así como en las góndolas de los supermercados cada vez hay menos alimentos reales y más “ideas de comida” como afirma Soledad Barruti.

Mientras desde algunos sectores se llama a una rebeldía sin fondo y con el fin de preservar más el statu quo, en Elogio del riesgo encontramos un llamado mucho más silencioso pero profundo: “Sí, hay una suavidad de la insolencia que es más fuerte que toda tiranía, pero ésa incluye la desenvoltura del humor. Frente a lo ineluctable, aún queda el chiste”. Desobedecer a los mandatos que llevamos arraigados, arriesgarse, decir simplemente “no” a lo que se demanda en términos de productividad: posibles futuros para los sobrevivientes.

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**Nota también publicada en la edición de papel de Revista Kamchatka


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