Entrevista a Norman Briski: “Hoy el mercado determina el drama”

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Norman Briski es uno de los mayores exponentes de la cultura teatral argentina aunque a él le cueste reconocerlo, y por estos días hay en cartel varias obras que llevan su sello. En una entrevista bastante atípica que incluye una caminata por la Reserva Ecológica, charlamos con él sobre los procesos creativos, la reforma agraria, el teatro, la política, su amistad con Tato Pavlovsky y un encuentro fugaz con el Che Guevara.


El punto de reunión es la Fuente de Las Nereidas, justo a la entrada de la Reserva Ecológica. El sol pega fuerte y Norman Briski está en camino. Viene en moto: maneja desde los once años y asegura que esto no es un hobby, sino el mejor medio de transporte para llegar hasta ahí un martes por la mañana. El mensaje jocoso de su asistente alivia cualquier sospecha de desencuentro: “Me dicen que ya llegan. Caminan rápido pero no tanto”. Pocos minutos después, el ritmo acompasado y parejo de Norman derribará esa teoría: a sus 81 años, él es prácticamente inalcanzable.

La actividad que funciona como marco para esta entrevista se desarrolla cada martes desde hace tres años y lleva por título Pensamientos al paso. La premisa es juntarse para caminar y pensar una gran diversidad de temas en forma colectiva. La dinámica exige que cada asistente proponga un tema para debatir y luego el grupo vota bajo sistema asambleario. Algunos tópicos tratados a lo largo de estos años fueron: el cuerpo, cómo ser más solidarios, el buitre que todos llevamos dentro, los celos, la invención, las inseguridades en los proyectos, la contradicción y la potencia, la locura, los viajes, cómo llevar una vida inquietante, la identidad, las drogas, la historia del socialismo, la soledad, el sometimiento a lo no elegido, entre muchísimos más.

Norman Briski nació en Santa Fe pero creció en la ciudad de Córdoba, donde debutó como actor en 1955 con la obra La farsa del señor Corregidor. Su vocación lo llevó por el teatro, el cine y la televisión, pero obtuvo reconocimiento masivo gracias a algunas publicidades, sus trabajos en el Instituto Di Tella y una película de Fernando Ayala, La fiaca, que protagonizó junto a una jovencísima Norma Aleandro. En 1975 recibió duras amenazas de la Triple A y debió exiliarse en España, donde fue convocado para trabajar con el director Carlos Saura. En 1983 regresó a la Argentina para repartir su tiempo entre la actuación y la política.

Norman se define como un hacedor antes que como un pensador. “No soy un teórico. Yo siempre digo que uno es lo que hace. Me da la impresión de que cuando uno impulsa a la gente hacia su vocación es para que puedan hacer lo que desean verdaderamente. En ese sentido, el hacer me define, yo soy lo que hago”. Quizás por esa misma razón, sus procesos de escritura suelen partir de la actuación: “Yo escribo teatro y al teatro lo hacen los actores. Mi experiencia más extensa y vivida ha sido como actor, entonces cuando escribo lo hago desde el punto de vista de un rol o un personaje. Esto supone escribir desde los cuerpos y no desde la dramaturgia”.



— Solés referirte al teatro desde su carácter lúdico, como un campo de juego y de potencia.

— Sí, al teatro lo pienso como un juego infantil, como un espacio que responde a conflictos nuevos, difíciles. Es un juego, y como todo juego permite ciertas elaboraciones para saber cada vez mejor quiénes somos. Jugando se sabe quién es uno, y eso tiene que ver con qué juego estamos eligiendo.

— Al mismo tiempo, tu teatro está muy ligado a la denuncia en el plano social.

— Sí, eso es un afecto infantil relacionado a mis padres, que siempre fueron luchadores en términos sociales. Yo tengo una aproximación muy intensa con los temas sociales, pero no con los políticos. Es muy distinto. La política tiene definiciones muy exóticas, pero para mí la inventó Maquiavelo: encierra grandes niveles de especulación y manipulación. La política siempre estuvo más cerca del poder que de la gente. Lo que pasa hoy en nuestro país, los grandes problemas que atravesamos, en buena medida se los debemos a nuestra clase política.

En plena caminata aparece una frase de Eduardo “Tato” Pavlovsky: “Si el teatro no es subversivo, entonces no tiene ningún sentido”. Norman defiende la frase de quien fue su colega y amigo, y también la idea de un teatro que no sea teatro del teatro. “Para mí sigue siendo un desafío pensar al teatro desde este lugar de lo que debería ser. Por supuesto, el teatro no hace la revolución pero por lo menos debería motivarnos a pensar un rato, y no creo que el teatro argentino esté puesto hoy en el lugar de conducirnos hacia algún tipo de movilización, para nada”, dice terminante, y explica que hace mucho tiempo no ve teatro por fuera de las producciones de Calibán, su laboratorio de creación y formación.



— ¿Qué creés que le haría falta al teatro actual en Buenos Aires?

— Creo que habría que acercarse a experiencias de explotados lo suficientemente enérgicas como para subvertir, pero en general el teatro está ligado a hábitos y costumbres pequeñoburgueses, con raras excepciones. Hoy el mercado determina el drama, cuando en verdad el drama debería hacer todo lo posible para cuestionar y correrse de ese espacio mercantilista. Cuando el teatro ingresa en los intereses del mercado, muere.

Entre los cantos de pájaros exóticos, el director explica que la propuesta de salir de Calibán para trabajar en el Caras y caretas vino de un compañero de SUTEP (Sindicato Único de Trabajadores del Espectáculo Público y Afines). “Ellos necesitaban una reprogramación de este espacio tan poco utilizado hasta ese momento, y la verdad es que está siendo muy exitosa. Dada la posibilidad de propulsar, ayudar y acompañar la búsqueda expresiva de esta sala desde el campo de lo experimental, me pareció que había que hacerlo”. Aún así, Briski reconoce que sigue siendo un tanto reacio a salir del espacio propio que ha construido hace años en Calibán. “No trabajé nunca en espacios oficiales y no es mi vocación estar en esos lugares”, advierte.

En el Caras y caretas le ofrecieron dirigir una obra de Pavlovsky, y él eligió Potestad. La puesta es disruptiva por varias razones: en primer lugar, por su estética basada en los preceptos dogmáticos del teatro noh japonés; en segundo lugar, por la decisión de que el protagonista masculino fuese encarnado por una actriz: María Onetto.

— ¿Cómo se te ocurrió elegir la estética del teatro noh para la reposición de Potestad?

— Yo dirigí la primera puesta con Pavlovsky. Cuando me propuse hacer esta segunda versión pensé que había que buscar una manera de responder no sólo al tiempo en el que la obra se inscribe, sino también a esta asociación en torno a lo dogmático de un personaje que se mueve bajo la dependencia de los asesinos y genocidas que tuvo este país. Me pareció que la estética del teatro noh —exótica para nosotros— podría servir por este componente tan fuerte de disciplina, de discurso, de pentagrama: el dogma. Y que sea una actriz quien represente este personaje históricamente encarnado por hombres también supone una destrucción del estereotipo, para ponerlo en un lugar más inquietante, más desconocido y, por lo tanto, más atractivo.



Esta pieza escrita por Pavlovsky en 1985 aborda la peor parte de nuestra historia —represión, tortura, genocidio, muerte y desaparición de personas desde la óptica de un ex represor—, y lamentablemente no pierde vigencia. “El hecho de que Potestad se haya repuesto me parece un hecho muy significativo, y reconozco la potencia del éxito inesperado para una obra que está hablando de un social-histórico que ya pasó pero que —el mismo texto lo advierte— puede volver a pasar”, sostiene el director. Para evitar el retorno a los lugares más oscuros de nuestra historia, la construcción de espacios de resistencia es una tarea esencial. El ciclo Pensamientos al paso es una gran muestra de esa voluntad por mantenerse alertas.

Cuenta Norman que la idea se le ocurrió junto a su amigo Nicolás hace unos tres años, y desde entonces dedican todos los martes a caminar y pensar colectivamente. La actividad tiene ciertas similitudes con las reuniones que se desarrollaban al aire libre entre los sabios y sus discípulos en el seno de la cultura griega, bajo el principio de mente sana, cuerpo sano. Aunque a Briski jamás se le ocurriría plantear el encuentro a partir de relaciones jerárquicas, lo cierto es que cuando él habla hay silencio y escucha atenta por parte de los asistentes. “Nosotros venimos acá para mantener el cuerpo alerta”, afirma.

Y el cuerpo es otro de los temas que lo han obsesionado últimamente. Su obra La medicina es una gran denuncia contra la concepción mercantilista que el capitalismo impone sobre el cuerpo humano. “Mi edad y mi propia aproximación a la enfermedad colaboraron en la búsqueda de ese tema: ¿qué voy a hacer yo con mi cuerpo enfermo, metiéndome en esas obras sociales que no resuelven nada? Ahora no tengo ninguna enfermedad, pero cuando la tuve me internaron sin causa alguna y presencié muchos momentos terribles. Igual la pasé bien porque aproveché el período de reposo para escribir esta obra”, cuenta risueño.



La vida y obra de Norman Briski han estado atravesadas por sus preocupaciones en torno a lo social. Con Tato Pavlovsky se conocieron de chicos (ambos eran nadadores), y compartieron años de reflexión y militancia. Otra anécdota que pocos conocen es el cruce fugaz con Ernesto «Che» Guevara. «Él venía de Alta Gracia en moto. No recuerdo claramente las fechas ni los motivos, pero en aquel momento se me había ocurrido ir hasta Mendoza en moto. El Che era un pibe macanudo y muy generoso; si le pedías la moto no tenía problema en prestártela. También solía verlo arriba de los tranvías… Era un vago atrevido. Quedamos en encontrarnos en el Arco de Córdoba a una hora determinada, pero él no vino. Quizás llegó más tarde o al otro día, pero yo finalmente me fui hasta Mendoza», recuerda.

En La conducta de los pájaros aborda el encuentro entre un intelectual y dos figuras revolucionarias de gran relevancia: Rosa Luxemburgo y Manuel Ugarte. La pregunta aquí parece ser otra: ¿es posible la idea de un verdadero cambio social? “Si uno piensa que la reforma agraria es una utopía, entonces va a ser una utopía. Pero en verdad es la única posibilidad de que un país como el nuestro repare su situación económica y social.  Lo que pasa es que cuando se habla de reforma agraria pareciera que van a venir los cubanos a plantar cañas de azúcar. Hay una fantasía paranoica alrededor de todo eso; habría que cambiarle el nombre para que nadie se asuste, pero se trata ni más ni menos de que la tierra sea de quien la trabaja. Cuando aparece la idea de utopía vos entregás la posibilidad de transformación a los otros”.

— En La conducta de los pájaros recuperás la figura de Rosa Luxemburgo. ¿Qué opinión tenés sobre el movimiento feminista de los últimos años en nuestro país?

— Para mí es la última llamarada ardiente que atraviesa hoy la sociedad junto a los temas inmigratorios. Creo que son los dos temas más candentes en la actualidad, con todas sus variables y su ímpetu, con todo su sectarismo y aquellas cosas que tienen que aparecer cuando se está configurando un cuerpo de resistencia. Algunas llamaradas son apenas fosforitos, pero tenemos que tratar de que esto decante en una posibilidad real de liberación.

En el camino de vuelta Norman sostiene el ritmo inicial: uno de sus alumnos le entrega un retrato que refleja con precisión la profundidad de su mirada, algunos paseantes lo saludan y otros se limitan a mirarlo tímidamente. Una de las participantes del encuentro recita un poema de Atahualpa Yupanqui,y cada tanto el grupo detiene la marcha para deliberar el nombre de alguna planta: ¿aromo?, ¿paraíso?, ¿níspero?, ¿tipa?, ¿ficus?, ¿saúco? No existen en la ciudad demasiados espacios de encuentro donde un grupo de personas pueda tomarse el tiempo para discutir el nombre de los árboles o revivir a los poetas en un verso. Norman Briski y su equipo lo hacen posible cada martes.


Obras en cartel:
No te vayas, con amor o sin él – Lunes a las 21 hs. en Calibán (México 1428, PB 5)
La conducta de los pájaros – Martes a las 20 hs. en Calibán (México 1428, PB 5)
La medicina. Tomo I – Viernes a las 21 hs. en Calibán (México 1428, PB 5)
Potestad – Viernes a las 22.30 hs. en Sala Caras y Caretas (Sarmiento 2037) – Función especial el sábado 19/10

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