Entrevista a Gabo Ferro: “La canción es un síntoma”

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Gabo Ferro es un intérprete todo terreno pero sumamente respetuoso de los géneros y estilos musicales. Sus aptitudes vocales le han permitido aventurarse en diversos territorios: hardcore, rock, música contemporánea. El sábado 15 de diciembre se presentará en el Torquato Tasso para interpretar tangos de Rosita Quiroga, Azucena Maizani, Libertad Lamarque, Tita Merello, Mercedes Simone, Tania, Ada Falcón y Sofía Bozán, respetando su enunciación en femenino. La Primera Piedra charló con Gabo sobre Loca.


Loca, un ensayo musical sobre el tango-canción interpretado por mujeres

“Esto empezó casi como algo literario, con la idea de hacer un ensayo cantado. Después me di cuenta de que era mejor quitar el ensayo para que quedara la música, porque las canciones dicen mucho más que cualquier intento mío por hacer teoría de género o teoría feminista”, cuenta Gabo Ferro. Y ahí nomás comenzó a estudiar la escena del tango-canción protagonizada por mujeres durante 1920 y 1930. A partir de esas indagaciones fue armando el repertorio que encarnará el sábado 15 de diciembre a las 20.30 hs. en el Torquato Tasso (Defensa 1575).

— ¿Cómo encarás el proceso de reapropiación para llevar esos tangos interpretados por mujeres en los ´20 y ´30 hacia tu propio universo musical?

— Esto empezó a partir de una inquietud de historiador. Primero me interesaba la historia del tango-canción: empecé a ver que las mujeres que cultivaban ese género hacia fines de la década del ’10 y principios del ’20, por lo general lo hacían vestidas de hombres y enunciando en masculino. Eso fue lo primero que me llamó la atención. Después vi que en las décadas del ’20, ’30 e inicios de los ’40 —hasta que aparecen los dúos de varones del tango— las mujeres no sólo son un boom sino también un gran negocio radiofónico, discográfico y de conciertos tanto acá como en el exterior. Algunas de esas cantantes, por ejemplo, hicieron giras más grandes que las de Gardel.

— De alguna manera Loca pone el foco en la lucha que aquellas mujeres debieron atravesar para abrirse camino en el mundo del tango. En el rock históricamente ocurrió algo muy parecido. ¿Cómo ves la escena actual en ese sentido?

— Bueno, está la lucha por el cupo femenino que hay que acompañar sin dudas. Natalia Salinas, quien dirigió la orquesta en el homenaje a Miguel Abuelo, me contaba el otro día que hay sólo dos directoras mujeres frente a una catarata de varones. Con respecto a mis compañeras del rock, son muchísimas y muy buenas pero todavía hay algo que debemos superar porque son tremendamente ofendidas. Hace unos años alguien dijo que al rock le faltaba una Spinetta mujer. Fijate todo lo que se está diciendo en esa frase: para empezar que ninguna de ellas pudo escribir una buena canción.

Me parece que el tango-canción es un lugar muy interesante para ver cómo las intérpretes se apropian de su persona en femenino. Ahí aparece un ejercicio de género muy interesante que es el mismo que yo hago con mis propias canciones: ver cómo era el lugar de la mujer que ellas enuncian desde el tango-canción. Ese lugar visto desde hoy, con un activismo feminista tan fuerte, hace chispas, ruidos y tronazos por todos lados.

— En el mundo del tango hay algo bien interesante con respecto a tres cuestiones que siempre trabajás en tu obra: el género, la clase y la raza. ¿Cómo abordaste esas cuestiones?

— Todo eso estaba dado. Me parece que el tango-canción es un lugar muy interesante para ver cómo las intérpretes se apropian de su persona en femenino. Ahí aparece un ejercicio de género muy interesante que es el mismo que yo hago con mis propias canciones: ver cómo era el lugar de la mujer que ellas enuncian desde el tango-canción. Ese lugar visto desde hoy, con un activismo feminista tan fuerte, hace chispas, ruidos y tronazos por todos lados. No sólo por la exposición de la violencia de género, sino también por el lugar subsumido a la figura del hombre, el perdón permanente o el reclamo a reducirse a una sombra con tal de que él se quede.

— ¿Por qué convocaste a Edgardo González de 34 Puñaladas para que te acompañara en esta aventura?

— Yo quería a alguien que viniera del cuerpo mismo del tango. No quería hacerlo yo ni tampoco con un músico de rock o de la música popular. Edgardo es un exquisito guitarrista de tango, y con las 22 canciones del repertorio ha hecho una especie de álbum visitando casi todos los géneros y estilos tangueros en guitarra. Además, quería testear el trabajo con gente del tango para que me diera su opinión.



Espacios de sana profanación y resistencia a la canción capitalista

El 7 de noviembre Gabo Ferro participó de un homenaje a Miguel Abuelo en el Centro Cultural Kirchner con arreglos del Pollo Raffo, y hace unos años también fue parte del homenaje a Luis Alberto Spinetta organizado por Lito Vitale, donde interpretó nada más y nada menos que “Muchacha ojos de papel”. Estas celebraciones suelen desatar acaloradas polémicas entre los puristas, donde se cruzan halagos e insultos.

“Afortunadamente los insultos son pocos y los halagos son muchos. Yo vengo de la academia y este es un lugar donde el trabajo de uno se pone en crisis todo el tiempo para que pueda ser evaluado por otros. Cuando las críticas son hechas a este nivel las abrazo con fuerza porque enriquecen mi trabajo. Por supuesto no abrazo el insulto. Por eso sometí estas canciones a tangueros intensos, y fue hermoso lo que recibí. Lo mismo me ocurrió en el ámbito del rock o la música contemporánea. Claro que primero tengo que estar convencido de que lo voy a poder hacer, porque la música no tiene la culpa de que yo tenga ganas de cantar tangos” (risas).

Elijo interpretar los escenarios más dolorosos y miserables para poder atravesarlos desde un lugar cuasi ficcional y luego volver a la vida alegre. Yo no interpreto las canciones; las encarno. Por eso hay intérpretes muy buenos que han intentado cantar mis canciones y no ha funcionado. Esto no significa que sean malos intérpretes, sino que mis canciones no son mansas, se retoban.

— ¿Qué vínculo tenés con el tango más allá de estas investigaciones para el ciclo?

— Hay una filiación de sangre entre lo que yo escribo como autor en mis canciones y esas letras, hay algo que está ahí. Yo provengo de una familia obrera en Mataderos, así que el tango no me es ajeno; el folklore tampoco. Quiero decir que no estoy haciendo música celta.

— Tu obra es una suerte de resistencia a la canción capitalista no sólo desde el contenido sino también desde las formas, porque se aleja bastante de la estructura estandarizada que propone la industria. En tus canciones, por ejemplo, no hay duraciones canónicas ni repeticiones de estrofas o estribillos. ¿Cómo concebís la canción desde ese lugar?

— De la forma más genuina que yo creo que debería tener la canción. Por algo tiene una letra que se maneja con el lenguaje e intenta decir algo. La canción es un maravilloso monstruo de dos cabezas: literatura y música. Esos dos elementos en consonancia forman una tercera cosa que no es la suma de una y otra. Al menos esa es la intención, y también uno de mis nortes. Por ejemplo: cuando en “Sólo tenemos ciencia” canto la palabra dolor, no puedo cantarla afinadamente o de la misma manera que si cantara “vaso” o “libro”. La canto necesariamente desde otro lugar. Por eso cuando me piden grabar de nuevo un tema para una película, por lo general digo que no aunque signifique mucho dinero.

— La canción no debería estar “al servicio de” ni ser algo accesorio, ¿no?

— Claro, pero fijate que a veces pasa algo distinto. En el caso de La leona hubo una cantidad de canciones mías que no estuvieron cortineando una escena sino que recibieron el respeto que merecían: ni más ni menos, porque todos sabemos que es una telenovela. Ahí había escenas fuertes con actuaciones brillantes, y la música entraba en un interjuego maravilloso con esos elementos: era una máquina que se movía fluidamente. Eso es lo que debería ocurrir con una canción cuando se suma a otros lenguajes. La canción no es un instrumento ni un arma; tampoco es una fórmula. La canción es una expresión, un gesto cultural: habla de quiénes somos en este momento y en este lugar. La canción es un síntoma.


El misticismo de las presentaciones en vivo

En «El tabú del agua» hay un verso que dice “Piden que cante bonito, que han puesto el sueño a secar”. Gabo cuenta que eso surgió a partir del comentario amoroso de una reconocida figura de la música popular que una vez le dijo: “Gabito, si vos cantás tan lindo, ¿por qué cantás así?”. Aquella vez Ferro explicó que intentaba ser un intérprete y no sólo un cantante, porque bonitas voces había un montón. “Elijo interpretar los escenarios más dolorosos y miserables para poder atravesarlos desde un lugar cuasi ficcional y luego volver a la vida alegre. Yo no interpreto canciones; las encarno. Por eso hay intérpretes muy buenos que han intentado cantar mis canciones y no ha funcionado. Esto no significa que sean malos intérpretes, sino que mis canciones se retoban, no son mansas, y cuando las cantás prolijamente hay algo que no funciona”.

— En tus interpretaciones en vivo se produce cierto misticismo, algo esotérico que es muy difícil definir.

— Yo no soy una persona esotérica, no creo en estas cosas más que cualquier otra persona. Pero sí creo que hay un momento en el que se manifiestan cosas que no podemos explicar. Pude ver esto claramente cuando trabajé con la música del siglo XX o con la música de Oriente. Son otras miradas que te permiten advertir que en realidad no sabemos nada sobre música: cuando ves la rotura del ritmo o la melodía en otras culturas te das cuenta de que no podés cantar ciertas cosas afinada o rítmicamente, y también la importancia de enunciar el silencio. El paradigma de eso fue John Cage con su pieza 4’33’’ (4 minutos y 33 segundos de silencio). ¿Qué es esto? No es un chiste. El que dice que es un chiste no entendió nada.

— Es todo un gesto que intenta revalorizar el silencio, algo que en tu obra también está muy presente. Vos partís de un punto cero que tampoco compartís con la industria, ¿cierto?

— Sí, generalmente se arranca de lugares mucho más recargados instrumentalmente. Creo que el silencio es el punto de despegue perfecto. A mí me encantaría que otros músicos abrieran mis conciertos, sobre todo cuando voy de gira. Pero también me gusta que la gente venga con la calle en el oído, con las voces y la turba iracunda en la cabeza, y para eso necesito que no haya música antes. También pretendo construir un silencio dentro de la canción, para que en ese espacio aparezca tu propia historia. Ahí es cuando se genera una especie de revelación.

Esos momentos epifánicos serían imposibles si Ferro no trajese cosas de otros lugares con su voz. En el año 2005, durante una gira universitaria por los Estados Unidos tuvo una experiencia muy peculiar en Carolina del Norte, y aquí comparte algunos recuerdos de ese encuentro: “Los productores me señalaron a unos negros que venían siguiéndome por varios kilómetros. Un día se acercaron para que les firmara un disco y me animé a preguntarles si entendían algo de lo que yo cantaba. Uno de ellos me respondió: ‘No, ni una palabra, pero cuando vos cantás aparece Dios’. Por supuesto no supe qué decir. Ellos se reunían en una iglesia donde se concebía a la voz como ligue con lo divino, así que les pregunté si podía visitarlos. Ahí conocí a quien después fue mi maestro, un hombre chiquitito de 92 años que para cantar se sacaba los dientes y era como una pasita de uva, un viejo hermoso. Está el góspel for export y está lo que pasaba ahí adentro. Yo no te puedo explicar las cosas que vi y aprendí con ellos. Cuando les mostré el único disco que tenía hasta ese momento [Canciones que un hombre no debería cantar], se sorprendieron mucho de que yo cantara de esa forma: intenté explicarles que en nuestra música popular no estaba bien visto cantar con mucho recurso. Se horrorizaron. De alguna manera me advirtieron que yo estaba retaceando un gesto de la voz de Dios.”

Nueve meses después de esa experiencia salió su segundo disco, Todo lo sólido se desvanece en el aire, con canciones gestadas en el otro hemisferio. “Costurera y carpintero”, por ejemplo, surgió después de escuchar “For today I am a boy” de Antony & The Johnsons. Esa canción decía algo así como “Por hoy soy un chico, algún día creceré y seré una hermosa mujer”, lo cual escandalizó a Ferro. “Me cansé y dije: ¡basta, seámoslo todo!”. Él recuerda que en una época su canción trajo algunas polémicas en los jardines de infantes porque los padres alegaban no poder explicar a sus hijos las zonas difusas entre géneros que exponía la letra (algo con lo que los niños suelen relacionarse de manera muy natural). “A mí nunca me problematizó el género, y tuve la suerte de tener viejos que no echaron luz sobre eso como un problema”, reconoce.

Gabo sostiene que el vivo es el lugar más alto y para eso trabaja. Es allí donde se encuentra con un público que define como “libre y, por tanto, angustiado”. Asegura que en estos conciertos hay un compromiso altísimo por parte del público y de él mismo como intérprete. “En todo lo que hago está esa intención de problema y de peligro: el problema peligroso y el peligro problematizado”.


PRÓXIMAS PRESENTACIONES:
Miércoles 28 de noviembre a las 21 hs. en la Sala Solidaridad del Centro Cultural de la Cooperación (Av. Corrientes 1543). Interpretará canciones de Boca arriba, La aguja tras la máscara, La primera noche del fantasma y El lapsus del jinete ciego. Entradas agotadas.
Sábado 15 de diciembre a las 20.30 hs. en el Torquato Tasso (Defensa 1575). LOCA. Interpretará el repertorio de cancionistas de 1920 y 1930: Libertad Lamarque, Rosita Quiroga, Azucena Maizani, Ada Falcón, Tita Merello, Mercedes Simone, Tania y Sofía Bozán.

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