La gente anda hablando de género

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¿Qué pasa cuando una página con miles de likes en Facebook toca el tema de la violencia de género? ¿Se le da la profundidad que se merece? “La gente anda diciendo” es un ejemplo de este caso que puede demostrar lo positivo de que el tema sea de conocimiento masivo y su contracara negativa: el tratamiento banal. A continuación, un análisis detallado de esta cuestión.

La gente anda diciendo es una conocida página de Facebook que basa su popularidad en publicar placas con frases escuchadas en la calle. Frases que aportan personas que escucharon a otras y que  por el contenido, por el contexto, o por los más diversos motivos resultan graciosas o reflexivas, unas más que otras. Un nene señalando a un perro echado dice: «Está triste porque no sabe bailar»; «Te amo como la concha de la lora, mal, ¿entendés?», le dice un pibe a una chica que parece ser su novia. Dos mujeres conversan en el colectivo, y una comenta que cuando se junta con sus amigos su hijo vuelve triste, como si hubiera llorado, a lo que la otra le responde, tajante: «Tu hijo se droga, Marcela».

Como éstas, o muy diferentes, hay cientos de placas, y en esta misma lógica fue subida hace unos días una en la que se citaba a un hombre de unos 30 años hablando por teléfono en el subte que decía: «¡Te estoy pidiendo que seas puntual Claudia! ¿¡Qué tiene que ver eso con la violencia de género!?» La frase causa gracia, como todas, por la carencia de contexto, o por el que cada uno rápidamente imagina. En este caso, bien podría ser el de una mujer que tras haber anunciado su retraso a una cita o reunión con el muchacho, recibe el reproche del mismo, a lo que responde exageradamente, planteando que existió violencia cuando en realidad no la hubo.

El hecho de que el concepto de violencia de género aparezca, en una página que replica, que «roba» frases al voleo en el azar callejero, habla de lo impregnado y sensible que se halla, bien o mal, el imaginario social acerca del tema. 

Siempre en el plano de lo imaginario, resulta gracioso, incluso se puede extraer algo positivo de la situación, ya que implica que existe una mujer que, exagerada o no, plantea cuestiones de género. No sabemos si existe violencia en esa pareja, no lo sabemos, pero sí que existen dos personas hablando de violencia de género.

Si la consigna #NiUnaMenos, con todo lo que conlleva, y todas las conquistas actuales son un logro atribuible a décadas -y mirándolo de manera amplia, por qué no siglos- de una lucha por la igualdad, es decir, una lucha feminista llevada adelante por numerosas organizaciones y que hoy más que nunca busca instalarse y fortalecerse como discurso, este tipo de manifestaciones y el nivel actual de interiorización y debate es a su vez producto de la explosiva consigna. La multiplicación de llamadas a las líneas de asistencia a la víctima de violencia de género ocurrida los días posteriores a la marcha es un dato que indica que los hechos podrían estar moviéndose en esa dirección.

El hecho de que el concepto de violencia de género aparezca, tal vez mal utilizado, tal vez banalizado, en una página que replica, que «roba» frases al voleo en el azar callejero, habla de lo impregnado y sensible que se halla, bien o mal, el imaginario social acerca del tema. Si somos optimistas, podemos tomarlo como un logro, en el sentido de instalar significantes que hasta no hace mucho tiempo parecían pertenecer a determinados círculos de gente más interiorizada o instruida en el tema. Violencia de género -y sus distintas facetas: física, psicológica, económica, etc.-, femicidio, acoso callejero, micromachismos, violencia obstétrica, son términos provenientes del feminismo y que hoy están, unos más, otros menos, insertos en múltiples círculos discursivos que exceden con creces al ámbito de la militancia y debate exclusivos del tema.

Siempre en el plano de lo imaginario, resulta gracioso, incluso se puede extraer algo positivo de la situación, ya que implica que existe una mujer que, exagerada o no, plantea cuestiones de género. No sabemos si existe violencia en esa pareja, no lo sabemos, pero sí que existen dos personas hablando de violencia de género.

En fin, la «cuestión de género» es hoy en día uno de los temas que más debate genera (en lo mejores o en los peores términos) en los más diversos ámbitos, y que esto suceda, repetimos, es un logro. Sin embargo, sería ingenuo no ver todo lo que falta: basta encender la TV para darse cuenta de que no son pocos los medios que hablan todavía, por ejemplo, de «emoción violenta», incluso en casos en los que toda la evidencia apunta a que existió un femicidio con un alto grado de premeditación, como es el caso del millonario Fernando Farré, quien hasta había solicitado asesoramiento letrado unos días antes de ejecutar su plan asesino. El poder discursivo de los grandes medios y la pereza de los estados nacionales, provinciales y locales para tomar medidas profundas en el tema, generan las condiciones ideales para que el discurso machista resurja, fortalecido, frente al embate que significa esta toma de conciencia generalizada.

Esto queda de manifiesto, retomando como ejemplo la placa de La gente anda diciendo, en el alto nivel de debate resultante de la descontextualizada -pero evidentemente cargada de sentidos- frase del muchacho en el subte. En una página con millones de seguidores, en la que el promedio de comentarios en una placa es de alrededor de quinientos, la mencionada ya lleva más de 2000 y va en aumento. Hay hilos de conversación en los que el nivel debate es paupérrimo, con grandes errores conceptuales y con una enorme carencia de información -como el caso de mucha gente que habla del feminismo como algo opresivo, opuesto al machismo, y que muchas veces es coronado con la insensata expresión «feminazi»- , y otros en los que los argumentos y la capacidad explicativa es sobresaliente, pero todos entran en el juego, plantean su punto de vista sobre un tema que evidentemente despierta la necesidad de posicionarse.

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Lo lamentable, y lo que muestra todo el camino que resta por recorrer, son dos cosas. En primer lugar está el hecho de que por más avances que haya en materia de concientización, la desinformación, las posturas reaccionarias y la misoginia expresa siguen siendo la moneda corriente en este tipo de «foros» integrados mayoritaria, y lamentablemente, por jóvenes. Uno de los comentarios con más “likes” dice: «Como rompen las bolas las minas con la violencia de género ya me tienen cansado, si no levantó la tapa del inodoro es violencia de género… Se pasan»; otro, en la misma línea afirma que «A veces la mujer abusa de la moda de la violencia de género para secar los huevos».

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El segundo aspecto negativo es el hecho de que existe una brecha invisibilizada que se nos puede pasar por alto, y se trata de los cientos de miles de jóvenes que, perteneciendo a los sectores sociales más desfavorecidos, no tienen acceso a este tipo de espacios de conocimiento, discusión e intercambio, tanto por la realidad sociocultural en la que se ven inmersos, como por las restricciones concretas y materiales que impiden su acceso a una computadora y a la navegación en internet. Estas son carencias, puntos ciegos propios de un sistema que, a la hora de plantearse cualquier política de género, deben ser contemplados, aunque las causas sean mucho más profundas y escapen por completo a ser analizadas aquí.

Sin embargo, el hecho de que en una página que se llama «La gente anda diciendo» se hable del tema, es sintomático de un cambio positivo en la sociedad, de un logro más en esta carrera cuesta arriba que implica la lucha feminista, una lucha que abarca cuestiones institucionales, estatales, a largo plazo, pero que también se presenta en cuestiones básicas, microscópicas y hasta semánticas, como el hecho mismo de posibilitar que la gente entienda qué significa la palabra feminismo. Así como este posteo se llenó de comentarios machistas, misóginos y que minimizan la violencia de género, existen otros usuarios que se tomaron el trabajo de plantear posturas de manera esclarecedora, como Juan Cruz, que en un comentario con foto de un «iceberg» de la violencia de género, además agrega: » La gente que comentó en contra de la mujer de la imagen tiene internalizado el prejuicio de que la violencia de género es sólo física, y que para que sea psicológica debe necesariamente ser manifiesta, ostensible y patente. Pues les cuento que no. A veces se presenta de modo sutil y pasa peligrosamente desapercibida»; o Teresita, que responde así a uno de los comentarios anteriormente citados: «se rompen las bolas como vos decís porque cada 30 horas muere una mujer en manos de machos patriarcas, es asesinada por un femicida que generalmente es su pareja, ex pareja, marido, padre de sus hijos, novios o ex novios…si te rompe las bolas es porque no entendés nada».

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Tal vez algunas de las personas que ingresa al debate con una postura machista pueda, ante la lectura de algunos comentarios en el sentido contrario, salir enriquecido y ávido de nueva información que a la larga le haga comprender la importancia de la lucha contra todas las manifestaciones de la violencia de género, provenientes a su vez de una cultura patriarcal, o tal vez no. Tal vez haya una muchacha cansada del trato cotidiano de su pareja que se viene replanteando esa relación a la luz de cosas que escuchó en la TV, que leyó por ahí, o que viene hablando con sus compañeras de la facultad, y que explotó con ese episodio de la impuntualidad, o tal vez nada que ver. Lo importante es que «la gente» está hablando de violencia de género por todas partes.

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