La poesía de Mary Oliver: instrucciones para vivir una vida

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La reciente publicación de El pájaro rojo (Caleta Olivia, 2017), de Mary Oliver, acerca al español los poemas de una de las autoras norteamericanas más importantes de la actualidad. A través de las versiones de Natalia Leiderman y Patricio Foglia, el mundo estético y ético de Oliver aparece en primer plano, para dejar a la naturaleza y lo político como dos ejes cruciales para vivir una vida.


Mary Oliver nació en 1935 en Ohio, Estados Unidos. Contemporánea de las célebres y tormentosas Silvia Plath y Anne Sexton, su obra parece ir por otro camino a la tradición confesional o autobiográfica que tanto caracteriza a la poesía de esas dos autoras, para hacer foco, en cambio, en dos ejes centrales: la fascinación por la naturaleza y el costado político de toda existencia. Ambos van a dialogar constantemente, para dar como resultado las instrucciones para vivir una vida de la autora estadounidense.

(Leer nota relacionada: Editoriales Independientes #4 – Caleta Olivia: “De a poco surgen nuevas voces o editoriales que trabajan para que sea todo más federal”)

En esa dirección, Oliver escribe: «Nadie es dueño del cielo ni de los árboles./ Nadie es dueño del corazón de los pájaros./ Sin embargo, como soy humana y priorizo mis propios triunfos/ -aunque no soy envidiosa de los triunfos ajenos-«. O también: «Sola, como todos/ en lo singular/ escucho/ el entusiasmo/ del búho y del ruiseño/ del viento y de las olas. Y luego, como la paz que sigue a las palabras perfectas/ el silencio». 

Los poemas de Oliver son directos y aparentan una falsa simpleza que, apenas unos segundos después de haber sido leídos, generan el verdadero efecto en el lector. Algo similar a las comidas picantes o un comentario audaz en el momento oportuno.

En una fascinación constante con la naturaleza mediante la razón como un vehículo fundamental para comprender -o al menos intentar comprender- todo aquello que el cuerpo produce, los poemas de Oliver son directos y aparentan una falsa simpleza que, apenas unos segundos después de haber sido leídos, generan el verdadero efecto en el lector. Algo similar a las comidas picantes o un comentario audaz en el momento oportuno.  Las versiones de Natalia Leiderman y Patricio Foglia en la reciente edición de El pájaro rojo (Caleta Olivia, 2017) respetan fielmente ese sentimiento.

Al respecto, María Teresa Andruetto escribe en el prólogo: «La razón la asiste para preguntarse acerca de la política, el dinero o los alcances del arte en un mundo como el que hemos construido, como el que insistimos en destruir».  Párrafos más adelante, la autora cordobesa se encarga de aclarar sobre la obra de Mary Oliver que «ni reflejan en general sus poemas la palabra caliente de una activista política, ella elige escribir (no precisamente por desconocimiento de los males del mundo ni de las bondades del cuerpo) sobre algo tan antiguo, tan fuera de moda, como es la alegría, la comprensión, el perdón, la bondad».


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Podría afirmarse que, en los versos de Oliver, esa percepción especial de las cosas, esa mirada maravillada por todo aquello que rodea al hombre a pesar de «las terribles ruinas del progreso», sirven para tomar una voz política particular. Lejos del modelo panfletario, tal como señala Andruetto, la autora estadounidense logra  de todas formas hacer llegar un mensaje claro, preciso y estremecedor para demostrar que el hombre, al igual que el zorro, puede avanzar en la oscuridad «con su boca llena de dientes y un prestigio para la muerte».

Lejos del modelo panfletario, la autora estadounidense de todas formas logra hacer llegar un mensaje claro, preciso y estremecedor.

Algunos ejemplos: «Lo que quiero decir es que/ el pasado es el pasado/ y tu vida es el presente/ y eres capaz/ de elegir cómo quieres que sea/ querido ciudadano.// Así que acércate al estanque/ o al río de tu imaginación/ o al puerto de tu deseo// y apoya tus labios sobre el mundo./ Y vive/ tu vida»; «Que Dios tuvo un plan, no tengo dudas./ Pero, ¿y si Su Plan era que nosotros lo hiciéramos mejor»; «Soy, lo sé,/ responsable/ alegre, agradecido./ No daría/ mi vida ni por miles de las suyas».

Con una suerte de fe crítica, tanto en la religión como en las bondades del hombre, Mary Oliver no elige regodearse en ello y busca bellezas mínimas en los paisajes y en las actividades de hombre, captando el momento justo donde una palabra cobra vida y se ilumina con los miles se significados que cargan o, por el contrario, alcanza su máximo esplendor al adquirir el único sentido posible en el momento exacto. Es por eso que la autora no se centra únicamente en la potencia de un río o el canto de un pájaro, sino también en «la forma en que alguien dice: no volvamos a vernos».


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Las instrucciones para vivir una vida de Mary Oliver

Si bien en un poema la autora estadounidense puede afirmar que «A veces/ la melancolía me deja sin aire», más adelante puede volver a tomar envión y no dudar en sus instrucciones para vivir una vida: «Prestar atención./ Sorprenderse./ Contarlo.» Algo tan simple y a la vez casi imposible, como el efecto que generan los grandes consejos, es lo que va a vehiculizar a la obra poética de Oliver.

Un lector distraído o inocente, quizás pueda abrir la reciente edición de Caleta Olivia y esperar poemas para pasar el tiempo libre. Sin embargo, va a encontrar un espejo que, en muchas ocasiones, solo va a mostrar su peor perfil para dar prioridad a todo aquella belleza que se elige ignorar.

Con el asombro en lo mínimo -una oruga alimentándose o el salto de una rana en el pasto- como estandarte, así como también la denuncia de lo inmenso -la adoración del poder que posee el hombre o la indiferencia del sufrimiento ajeno-, hay algo que no se puede terminar de digerir de manera sencilla en la obra de Oliver: su poder de interpelación.

Un lector distraído o inocente, quizás pueda abrir la reciente edición de Caleta Olivia y esperar poemas para pasar el tiempo libre. Sin embargo, va a encontrar un espejo que, en muchas ocasiones, solo va a mostrar su peor perfil para dar prioridad a todo aquella belleza que se elige ignorar. A no preocuparse: Mary Oliver, después de todo, termina convenciendo a través de la musicalidad de su poesía que no todo está perdido.


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