Poesía y pandemia: siete libros para atravesar el aislamiento

por
Invitame un café en cafecito.app

En épocas de cuarentena y distanciamiento social, la poesía evidencia aún más su lugar como herramienta para entender el mundo y a uno mismo en tiempos de incertidumbre: César Fernández Moreno, Gladys González, Flavia Calise, Eduardo Savino, Josefina Bianchi, Camila Vázquez y Mario Varela aportan su mirada particular antes de que, quizás, todo cambie por completo. 



1 – Argentino hasta la muerte (Ediciones del Dock, 2019), de César Fernánde Moreno

Un autor que recorre el canon poético como un rumor: a veces circula con fuerza, otras veces se lo olvida. En esta selección de su obra, el lector se puede encontrar con esa literatura de “de grano grueso” como el propio César Fernánde Moreno la definía, muchas veces cercana a un lenguaje periodístico y no tan “poético”. En ese sentido, a lo largo del libro, así como en el total de sus poemas, se puede respirar el clima de un extranjero constante, en donde la patria está siempre en el parabrisas o el espejo retrovisor.  

Nacido en 1919 y radicado en París, Francia, desde 1965, el hijo del célebre Baldomero Ferández Moreno tuvo que desmarcarse de la sombra de su padre. Escribe Inés Fernández Moreno, hija de César, en el prólogo de esta edición: “Para mi viejo, su condición de hijo de Baldomero, magnético en su personalidad y en su poesía, fue crucial. De allí tuvo que arrancarse, iniciar el contrapunto que culmina en “Conversaciones con el viejo”, obra que cerró a sus sesenta años”. A partir de allí, su obra creció hasta alcanzar la popularidad con Argentino hasta la muerte. Un fragmento de ese extenso poema del escritor fallecido en 1985: 

así engendrado y concebido
me muevo como buzo ágil a distintas alturas de la sociedad
como avión con base bien situada y mucha autonomía de vuelo
tengo suficiente confianza con el boy Julito
pero soy uno más entre los pibes que vivían en los ranchos junto a la laguna
yo les prestaba mi bicicleta importada una vuelta manzana a cada uno
yo no fumaba ni decía malas palabras ni amenazaba con ir al prostíbulo
tampoco iba al catecismo como ellos
yo creía que el padrenuestro no era más que un tango
pero todos barajábamos los mismos cubitos de mármol sobre el dorso de la misma mano
pero todos mordíamos los mismos damascos sobre los mismos techos de cinc
todos éramos iguales ante la ley bajo el farol de la esquina
ese provinciano mediador entre el cielo de oro y la calle de tierra
oscilante a la altura de las hojas más claritas de los plátanos
rodeado por un halo de insectos predispuestos a la muerte rápida
todos éramos iguales iluminados así desde arriba
arrastrando las zapatillas en el colchón de polvo del verano
así soy de todas esas maneras
guerrero campesino comerciante poeta perhaps
español francés indio casi seguro
rico pobre de todas las clases y de ninguna
y bueno soy argentino




2 – Manual de Instrucciones (Santos Locos, 2020), de Gladys González

Ganadora del Premio Pablo Neruda de poesía joven 2019, este es el primer libro que recopila la obra de la poeta chilena Gladys González en Argentina. Activa gestora cultura, en su poesía se puede encontrar un ambiente urbano en el que tiene lugar tanto la ternura como la crudeza. Después de todo, ¿hay algo más crudo que un gesto tierno? En ese sentido, su obra parece alejarse de cierto canon poético chileno.

Sin ir más lejos, la propia autora tras recibir el galardón señaló: “Es un premio que abrirá, espero, y me dedicaré a abogar por eso, el camino a otras mujeres y otras voces disidentes, no canónicas ni de elite». Sus versos dejan constancia de eso: aspectos de una vida en la que todo parece atado con el hilo fino de la costumbre y el entusiasmo, donde la juventud flota a la deriva un poco por gusto, un poco por obligación. Un poema del libro: 

Ripio

la casa y sus escombros
se apilan
en habitaciones
con olor a detergente barato
preservativos
cáscaras de naranja
adobe
y humedad,
en pequeños gestos
que intentan romper
con la crueldad del amor
solo como la metáfora
de unas tablas rotas bajo la cama. 

(Te puede interesar: Inéditos: cinco poemas de Tamara Grosso)



3 – La violencia de una estatua (Hexágono editoras, 2020), de Flavia Calise

Flavia Calise es una de las voces poéticas jóvenes más activas de la actualidad y la llegada de este nuevo poemario viene a reafirmar la potencia de sus versos. En sus versos, el desamor y el amor, la soledad y el deseo, la furia y la sensibilidad se entremezclan, difuminan y generan un sentimiento nuevo que hay que primero sentir y luego intentar nombrar. Escribe en un poema breve: ”Después de recibir violencia/ la sensibilidad parece un secreto”

Con un manejo certero de las imágenes y las reflexiones, la poesía de Calise propone un juego particular con el lector, que siente que debe aceptarlo o rechazarlo, sin media tintas. Desde situaciones explícitamente concretas hasta un universo onírico en el mismo poema, este libro viene a continuar el camino trazado por otros títulos como ¿Qué es la ternura? y  Beso las flores antes de tirarlas. Un poema del libro: 

tu hijo es un fantasma hermoso

no tuvimos nombre ni dijimos casa
tu hijo es un fantasma hermoso
¿lo escondiste de mí al darle otra madre?
el día que nació solé con él y me llamaste

al fin y al cabo, eras mi amigo
supongo que tenías que avisarme
ya conocía al tipo que iba a destruirme
un chico blanco sobre una pregunta espesa
las chicas que le gustan
parecen discretas

empezaste a construir una casa
en el oeste
tu novia tiene nombre de flor
al fin y al cabo, en la tierra crece tierra
yo todavía soy el auto
con una luz rota.

(Te puede interesar: Inéditos: cuatro poemas de Flavia Calise)




4- Los aviones no se caen (Elemento disruptivo, 2020), de Eduardo Savino

Primer poemario del autor nacido en Buenos Aires en 1994. Estudiante de Cine y también de Letras, en sus versos se encuentran imágenes cristalinas, casi como si pudieran verse en una pantalla. Parte de una generación en donde los primeros acercamientos a la cultura se vieron mediatizados por la pantalla de un televisor, Los aviones no se caen refleja ese espíritu generacional de habituarse a un mundo que nunca se detiene a esperar a nadie. 

No es casualidad que este libro forme parte de la colección “niñxs de los 90” de Elemento Disruptivo: ¿cómo proyectar a largo plazo cuando todo lo que nos enseñaron quizás ya no exista? Ese sentimiento de desconcierto, soledad y desamparo, se respira en sus versos: “Ahora parece que está todo bien:/ ceno con Coca-Cola/ solo/ y en penumbras”. Un poema del libro: 

Bebé

Un bebé me miró raro,
como si preguntara:
¿cómo puede ser
que no estés llevando a nadie en brazos?

Tiene razón.
A veces me extraño,
quiero hacerme upa
y decirme:
no pasa nada 

(Te puede interesar: Laura Wittner: “La vida doméstica siempre me pareció rara y fascinante”)



5-  Enredadera Rusa (Caleta Olivia, 2019), de Josefina Bianchi 

Otro primer libro, en este caso publicado en 2019, en donde los poemas que se construyen parecen tener la misma paciencia y determinación que una planta que crece, adopta y sobre pasa la forma de su entorno. Para ello, la autora logra a través de la observación, encontrar esos pliegues de los sentimientos, las conductas y los paisajes para encontrar la experiencia poética. Escribe Marina Mariasch en la contratapa: “Se trata de un estructuralismo de los sentimientos y de los pensamientos para organizar, en palabras, el mundo”.

Ahora bien, esa organización y clasificación no se da a partir de la soberbia o la distancia, sino más bien desde una escritora que está, en términos de Dorothea Lasky, dentro del barro del hacer poético. De esta manera, un libro sensible y lúcido en el los climas propuestos van más allá de los límites finitos de un libro. Un poema:

Ocho

Si hablo de melancolía
como edificios en demolición
es porque me gustan los restos
de pintura, identificar lo que había:
un cuarto de niño
por la guarda y seguir
los azulejos para imaginar una cocina.
No voy más allá de eso: me quedo
con el contexto
una suerte de miembro fantasma.
Igual que un extraño disfrazado
de padre respira aliviado al levantar
el flequillo de su hija
y comprueba que su frente
sigue igual a todas esas veces
en que levantó el flequillo de su hija
después de varios meses
sin contacto.
Hay algo de tranquilidad
en pensar que eso roto y pequeño
es supervivencia y no desgaste. 




6 – Yeguariza (Kintsugi, 2020), de Camila Vázquez

En épocas de aislamiento, este poemario de la escritora cordobesa viene a aportar aire, rebeldía y adrenalina. Con paisajes abiertos y sentimientos cerrados, los versos de Yeguariza son tan clásicos como actuales, en donde el ambiente rural que invade a varios de ellos no logra ocultar el movimiento político y social urbano que los motoriza. “Yeguariza convida liberación y libertad pero no como lo dado sino en tanto desafío que puede sacudir, inmovilizar, enmudecer, abismar como todo presagio de malón en cautiverio”, escribe Elena Berruti en el prólogo.

Hábil respecto a las capas de sentido, en donde el espacio para la experiencia de cada lector y lectora es vital, Camila Velázquez logra un libro en el que la adrenalina es uno de los primeros sentimientos que invade, como quien se lazan a su destino a campo abierto sin más guías que el instinto. Cargado de militancia y postura política, pero muy lejos de ser obvio y adoctrinador, esta es una de las sorpresas de un año tan particular. Un poema:  

Amasijo

en estampidas las yeguas
atraviesan la siembra
son ciegas
sin jinete
tienen por ojos piedras preciosas
ven solo deseo
por eso matan dios las perdone
matan y la hierba oculta
un lazo entre los siglos
aplastan al amo
lo vuelven uno
con su tierra

(Te puede interesar: Los 100 años de Idea Vilariño: a veces estamos menos solos)


libros de poesia


7 – En un planeta fabuloso (Tren instantáneo, 2020), de Mario Varela

Por último, un libro que comprueba que más que hablar de poesía infantil, se debería definir como “poesía apta para todo público” a algunas obras. Perteneciente a lo que se suele llamar como “Poesía de los 90” y, particularmente, al grupo de la revista 18 Whiskys que reunía a autores como Fabián Casas, Laura Wittner y Daniel Durand entre otros, este libro dividido en dos partes continúa con la estética de las imágenes por encima de las impresiones del yo poético. 

En la primera parte, titulada “Gatos y Tortugas” y que tiene un epígrafe del ya mencionado César Ferández Moreno, se entrelazan las vidas, costumbres y características de esos dos animales tan disímiles en apariencia pero que pueden no serlo. En la segunda parte, una historia de amor contada con rima y melancolía entre un chico y una chica de la heladería, palabra que rima, justamente, con melancolía. Un poema del también autor del documental La vida que te agenciaste:

Gatos entrenando

Saltando por los techos rojos
de un pueblo abandonado
los gatos maúllan en su frenética
carrera
corren
saltan
corren
vuelan
de un techo a otro
en todas direcciones:
si les pusiésemos luces
o pintásemos cada gato
de un color distinto
el ojo vería líneas
y líneas y líneas
de colores
como una lluvia de estrellas
en un planeta fabuloso. 

(Te puede interesar: Entrevista a Fabián Casas: “Trato de trabajar en contra del confort”)



** Conscientes del momento económico complejo en el que gran parte de la sociedad se encuentra, dejamos abierta una vía de colaboración mínima mensual o por única vez para ayudarnos a hacer nuestro trabajo, sobre todo a la hora de solventar los gastos – muchas veces invisibles- que tienen los medios digitales: https://www.laprimerapiedra.com.ar/colabora/

TE PUEDE INTERESAR