Escritor fracasado: el veneno-dinamita del arte

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En la sala Luisa Vehil del Teatro Nacional Argentino – Teatro Cervantes, podrá verse hasta el 18 de agosto la tercera y última temporada de Escritor fracasado, una adaptación del texto de Roberto Arlt a cargo de Marilú Marini y Diego Velázquez, quienes además ejercen los roles de dirección e interpretación respectivamente. La dupla consigue llevar a escena de manera potente la mirada corrosiva que el autor de Los siete locos tenía sobre el mundo del arte. De jueves a domingos a las 18 hs. en el TNA-TC (Libertad 815).


No inútilmente se finge el fantasma. Llega un día en que se termina por serlo (Roberto Arlt)

Roberto Arlt escribió cuentos, novelas, obras de teatro y un sinnúmero de artículos periodísticos. Trescientos millones (1932), Separación feroz (1938), Prueba de amor (1947) y El desierto entra en la ciudad (1952) son algunas de las piezas que configuran su legado dramatúrgico. Sin embargo, Escritor fracasado es la adaptación del relato homónimo que aparece en el volumen de cuentos titulado El jorobadito.

Allá por 2015 a Diego Velázquez le tocó ponerse en la piel de Remo Erdosain para la versión televisiva que fusionaba dos de las novelas más conocidas de Arlt: Los siete locos y Los lanzallamas. Con adaptación de Ricardo Piglia y dirección conjunta de Fernando Spiner y Ana Piterbarg, aquella fue una de las producciones audiovisuales de mayor calidad emitidas en los últimos años por la Televisión Pública Argentina, con un elenco de notables que incluía a Pablo Cedrón, Leonor Manso, Daniel Fanego, Carlos Belloso, Claudio Rissi, Pompeyo Audivert, Marcelo Subiotto, Julieta Zylberbeg, entre otros. Al parecer, Velázquez quedó fuertemente capturado por el universo arltiano porque dos años después estaba estrenando en el TNA-TC la primera temporada de Escritor fracasado, pieza en la que Marilú Marini debutó como directora y que se repone ahora en la sala Luisa Vehil, de jueves a domingos a las 18 hs.



El texto original es complejo, florido, de una densidad apabullante y para nada sencillo a la hora del decir. Afortunadamente, en la transposición del material desde el papel a la escena no se pierde ni una pizca de ese espesor gracias a los aciertos en el proceso de adaptación: aún se sigue escuchando la voz literaria de Arlt, a quien Velázquez le presta cuerpo y espíritu durante los 70 minutos de función.

La estructura narrativa del cuento está organizada al modo de un monólogo interior a partir de la primera persona, lo cual beneficia notablemente esta puesta que desde el inicio opta por dinamitar la cuarta pared y establecer una conexión abierta con el público. De esa interacción depende buena parte del curso de la obra; el otro factor esencial es, por supuesto, la destreza del actor. Lo que hace Diego Velázquez en escena puede parecer fácil pero no lo es, ni un poco: con una amplia paleta de matices interpretativos logra adueñarse de la escena, apropiarse del espacio en múltiples recorridos, ejercer su dominio sobre los objetos que configuran ese claustro monástico adonde la inspiración nunca llega, crear climas poderosos por su nivel de intimidad, exacerbación o desfachatez y, finalmente, seducir a los espectadores de un modo brutal.



La labor de Velázquez es hipnótica, y aún en los momentos en los que las situaciones dramáticas imponen mayor distancia con ese protagonista ponzoñoso y resentido, resulta imposible dejar de seguirlo por su ritmo, musicalidad y dominio de la escena. Este personaje no es arltiano en el sentido más clásico de esa concepción; hay un ser gris, derrotado y oscuro, pero esas miserias están cuidadosamente veladas detrás de la fachada de cascabeles que intenta venderle a la platea: la eterna máscara. Su personalidad es luminosa aunque, claro, en un sentido trágico, y se debe más bien a la impostura.

La adaptación de Velázquez y Marini recupera una serie de preguntas vitales, de esas a las que siempre conviene volver: ¿por qué razón alguien dedicaría su vida entera al arte?, ¿cuál es el sentido de crear una obra artística?, ¿a quiénes está destinada, a una minúscula elite o a las grandes masas?, ¿por qué escribir, actuar, dibujar o danzar?, ¿para qué sirve un poema? Roberto Arlt es uno de nuestros más grandes creadores, pero alcanzó la gloria bajo la categoría de “escritor de los márgenes” por un estilo que muchos definen como descuidado y otro tantos como nulo. Esta pieza rescata uno de sus textos más bellos y nos sitúa en esa mirada ácida sobre el campo artístico y sobre los temores del artista frente a la mirada de los otros.


Funciones: Jueves a domingos a las 18 hs. en la Sala Luisa Vehil del TNA-TC (Libertad 815)
Localidades generales: $280 en boletería o por Alternativa Teatral

FICHA TÉCNICO-ARTÍSTICA
Autoría: Roberto Arlt
Adaptación: Marilú Marini, Diego Velázquez
Actúan: Diego Velázquez
Vestuario: Oria Puppo
Escenografía: Oria Puppo
Iluminación: Omar Possemato, Oria Puppo
Música original: Nicolás Sorin
Arte: Oria Puppo
Asistencia de escenografía: Martina Nosetto
Asistencia de vestuario: César Taibo
Asistencia de dirección: Matías López Stordeur
Producción: Santiago Carranza
Colaboración artística: Ernesto Donegana
Dirección: Marilú Marini

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