Cuando se cuestiona al patriarcado: las reacciones contra el #MeToo

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Luego de que el movimiento feminista #MeToo ocupara el centro de la escena pública con la entrega de los Golden Globe, un grupo de artistas francesas acusó a la campaña de restringir las libertades sexuales y conducir al «puritanismo». ¿Qué hay detrás de estos cuestionamientos? ¿Qué es lo que pasa cada vez que el feminismo intenta desnaturalizar el sentido común? (Foto de portada: Gustavo Yuste)


“La violación es un crimen. Pero cortejar de forma insistente o torpe no es un delito, ni la galantería una agresión machista”. Esa es una de las frases con las que cien artistas francesas, entre ellas la reconocida Catherine Deneuve, respondieron al movimiento #MeToo, que alcanzó difusión internacional desde el ámbito hollywoodense luego de la entrega de los Globos de Oro. La campaña comenzó originalmente a fines del 2017, a partir de las denuncias por abuso sexual contra el  famoso productor cinematográfico Harvey Weinstein.

La carta de las intérpretes francesas publicada en el diario Le Monde bajo el título “Defendemos la libertad de importunar, indispensable para la libertad sexual”, considera que las denuncias de acoso en redes sociales pueden llevar a un «puritanismo» y al regreso de una «moral victoriana», cayendo en el clima de una «sociedad totalitaria». Además, afirmaron que quienes llevan adelante la campaña “mezclan deliberadamente una relación de seducción basada en el respeto y el placer, con la violencia” y que una mujer «puede asegurarse de que su salario sea igual al de un hombre, pero no sentirse traumatizada para siempre por un manoseador en el metro, incluso si se considera un delito».

La carta de las intérpretes francesas publicada en el diario Le Monde bajo el título “Defendemos la libertad de importunar, indispensable para la libertad sexual”, considera que las denuncias de acoso en redes sociales pueden llevar a un «puritanismo» y al regreso de una «moral victoriana».

Para las francesas, la campaña de denuncia no solo sería funcional al conservadurismo y extremismo religioso, sino que además victimizaría a la mujer. Según su réplica «los incidentes que pueden tener relación con el cuerpo de una mujer no necesariamente comprometen su dignidad y no deben, por muy difíciles que sean, convertirla necesariamente en una víctima perpetua. Porque no somos reducibles a nuestro cuerpo. Nuestra libertad interior es inviolable. Y esta libertad que valoramos no está exenta de riesgos o responsabilidades». 

(Leer nota relacionada: Los ídolos caídos: la condena social como signo de los tiempos)


Catherine Deneuve// Foto: EFE/ Guillaume Horcajuelo


Desandar el sentido común instalado a lo largo de la historia no es tarea fácil. Sin ir más lejos, las reacciones contra el feminismo y la estigmatización de sus distintas expresiones es algo que en Argentina puede verse de forma cotidiana. Desde amplios sectores de la sociedad se continúa responsabilizando a la mujer por las violencias sufridas, que a su vez son invisibilizadas como parte del «orden de las cosas». Los reclamos se relativizan y el discurso mediático continúa, en muchos casos, tratando estos temas de forma banal, sin una visión crítica que profundice debates urgentes al interior de la sociedad civil y política. 

Cuestionar privilegios establecidos durante siglos sobre la base de la opresión y tomar conciencia de que situaciones completamente naturalizadas son parte de un mecanismo que alimenta el abuso y el acoso incomoda a los sectores de poder.

La respuesta de las artistas francesas muestra cómo el machismo es una construcción que cala hondo en todos los ámbitos y que es reproducida por varones y mujeres. Cuestionar privilegios establecidos durante siglos sobre la base de la opresión y tomar conciencia de las situaciones completamente naturalizadas que son parte de un mecanismo que alimenta el abuso y el acoso incomoda a los sectores de poder. Se suele escuchar que se «exagera», que la «sensibilización» reduce la libertad de acción y de palabra tanto en el ámbito público como privado. «¿Cómo puede ser que lo que se hizo siempre sea ahora violencia de género?»

Esa es precisamente la cuestión que el feminismo busca llevar adelante desde hace décadas: la posibilidad de poner en jaque los roles asimétricos de género arraigados en la cultura y gritar contra todo lo que hasta hace un tiempo era totalmente aceptable. Este trabajo activo es lo  que permitió tomar conciencia de que el abuso implica no respetar toda decisión que la mujer tome sobre su propio cuerpo; forzar e imponer a pesar de las negativas y la falta de consentimiento. Es desestimar por completo su voluntad de la mujer bajo cualquier concepto, anularla y sin embargo creer que no se hizo nada malo, que la culpa está en el alcohol, en la ropa, o en libertades. No importa el momento, lugar o la existencia o no de una relación afectiva, factor utilizado, en ocasiones, como justificativo. 

(Leer nota relacionada: «Nadie menos»: otra forma de invisibilizar a la mujer)


 

Foto: Mar Garrote Cortínez


Concientizar acerca de la gravedad de estas circunstancias y no dejar que pasen desapercibidas es esencial para desnudar  los fundamentos machistas que justifican las desigualdades. La libertad sexual deja de ser tal cuando el deseo de las mujeres es ninguneado y su cuerpo visto como un mero objeto. Denunciar todas las veces que esto sucede no es colocarse en el papel de víctima eterna, sino romper con las cadenas y los círculos de violencias tanto tiempo silenciados por la humillación, la vergüenza y las culpas que la sociedad carga contra las mujeres.

Concientizar acerca de la gravedad de estas circunstancias y no dejar que pasen desapercibidas es esencial para desnudar  los fundamentos machistas que justifican las desigualdades.

Es importante que estos casos, lejos de «medir feminismos», sirvan para dar lugar al debate sobre aquellos temas que hasta hace poco – y aún en muchos casos –  siguen siendo considerados tabúes. El intercambio de ideas, con información concreta, es esencial para la búsqueda de justicia e igualdad de género, pero también la inclusión de toda diversidad. La batalla cultural tiene por delante un largo camino por recorrer.


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