Entrevista a Francisco Saraceno y Violeta Osorio: «Lo que está en juego es la capacidad de las mujeres para decidir de forma autónoma»

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El 1 de febrero, Francisco Saraceno asistió el parto domiciliario de una mujer que requirió ser trasladada a la guardia del Hospital Álvarez. Uno de los obstetras que trabaja en la institución, pero que no se encontraba presente, realizó una publicación en Facebook, tergiversando datos y acusando al equipo que la acompañó de haber dejado «tirada» a la mujer. «Fue una reacción del sistema que juzga y alecciona mujeres», señala Francisco.«Hay mucha desinformación sobre cómo realmente es el modelo del parto en casa», agrega Violeta, compañera de Saraceno e integrante de Fortaleza ’85, agrupación en defensa de los derechos del parto y nacimiento. 

En la siguiente entrevista, los hechos que llevaron a exponer la intimidad de una familia y los mitos alrededor del parto en casa que agudizan la violencia obstétrica aplicada sistemáticamente sobre las mujeres. (Foto de portada: Laura Verdile).


Francisco Saraceno es Licenciado en Obstetricia y el  primer partero varón recibido en la Universidad de Buenos Aires. Desde el 2007, forma parte de un equipo de trabajo que asiste partos planificados en el domicilio. Al igual que Violeta, es integrante de las Casildas, agrupación que difunde información sobre la gestación, parto, nacimiento y la crianza, desde una perspectiva de género, en defensa de los derechos de las mujeres y los bebés.

Violeta Osorio forma parte también de Fortaleza ’85, organización compuesta por activistas y profesionales de la obstetricia y de la epidemiología. Como Las Casildas, defiende los derechos de las mujeres como protagonistas de su salud perinatal y milita por el respeto a la autonomía que suele ser vulneradas al interior del sistema médico hegemónico.

Lo que se está poniendo en discusión y en juego es la capacidad de las mujeres para decidir  de forma autónoma y eso se ve reflejado en la práctica médica diaria.


— ¿Qué fue exactamente lo que pasó el 1 de febrero?

Francisco: — Estábamos acompañando un parto planificado en casa. Después de que el bebé nació, lo que faltaba para terminar era que saliera la placenta, pero estaba prendida, lo cual implica una intervención que es mejor realizar dentro de un hospital. Es de las cosas que pueden pasar en cualquier nacimiento, no es algo que se pueda prever. La institución siempre está incorporada al modelo del parto en el domicilio, en caso de que la mujer necesite algo, ya sea durante el embarazo, el parto o el puerperio. Hay un 10% de mujeres que paren en casan que necesitan un traslado por algún motivo. Sería necio de parte de los profesionales que asistimos negar las instituciones o ponernos en contra de ellas.

— ¿Cómo decidieron proceder?

F: — La familia vive en la esquina del Álvarez, así que se decidió trasladarla hacia ahí. Yo me quedé afuera, con el bebé y con el papá, por lo que en realidad no fui yo quien hizo el traslado, como comenzó a circular horas después. Fue la otra partera que conformaba el equipo de asistencia quien entró con la madre a la institución. Las recepcionaron bien, todo se resolvió en quince minutos y no requirió de ninguna intervención mayor. Luego de un rato, la buscamos, firmó el retiro voluntario y la llevamos de vuelta para su casa, acompañándola en todo momento. Nunca estuvo shockeada o grave. Entró y salió del hospital caminando.

Las recepcionaron bien, todo se resolvió en quince minutos y no requirió de ninguna intervención mayor. Luego de un rato, la buscamos, firmó el retiro voluntario y la llevamos de vuelta para su casa, acompañándola en todo momento. Nunca estuvo shockeada o grave. Entró y salió del hospital caminando.

— ¿Cuándo te enteraste de la publicación que se difundió?

F: — Volví a mi casa y entonces Violeta me mostró lo que habían escrito en Facebook, mientras yo estaba en la guardia viendo que más necesitaban. Mi primera reacción fue el desconcierto. Nada de lo que decía esa publicación había pasado. ¿Cómo íbamos a dejar “tirada” a una mujer? Hacía un rato acababa de entrar a su casa con su hijo. Pasé por una etapa de mucha desilusión, porque el traslado había sido muy fácil y se había resuelto muy bien. Ellos se habían ido contentos de la institución. El posteo armó después una bola gigante en las redes sociales, de mucha violencia, que despertó algo que llevó a atacarnos como si fuéramos enemigos.

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— ¿En qué sentido?

F: — Se empezaron a agregar algunos detalles. Violaron el secreto profesional y expusieron la vida de una familia. Eso es algo que no se puede hacer, menos si no se dio la autorización correspondiente. Mucha gente se empezó a preocupar. Se empezó a hablar de un bebé que estaba muy mal, cuando en realidad nunca había ingresado a la institución. Se difundió también la idea de que existía un estudio de estreptococo positivo, que podía dar la pauta de un problema respiratorio en el bebé, pero eso tampoco era verdad. Los análisis habían resultado negativos. Todo parecía algo mucho más aleccionador que buscaba señalar: “este es el parto en casa”. Era hablar por hablar, porque el médico que realizó la publicación en Facebook no había estado presente en ningún momento. No hizo la recepción de la madre ni el alumbramiento manual de la placenta. Trabaja en la guardia, pero nunca interactuó con nosotros o participó de la intervención.


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Francisco Saraceno. Foto: Florencia Cosin para Ohlalá


— ¿Podría decirse entonces que fue algo más bien disciplinador?

Violeta: — Sí y también algo a nivel más global. Sentimos que parte de la impunidad de este médico, que siente que puede salir a escribir lo que quiera y sentirse respaldado, tiene que ver con un comunicado que la Sociedad de Obstetricia y Ginecología (SOGIBA) hizo el 24 de noviembre de 2016. En el documento se posiciona como la voz de la Ciencia y, desde ese lugar, afirma que el parto en casa triplica la mortalidad neonatal y también la posibilidad de lesiones neurológicas graves, pero en ningún momento cita fuentes. SOGIBA tiene una postura declarada en contra del parto domiciliario, desde el prejuicio y la desinformación. Tiene a su favor esta cuestión cultural a partir de la cual asumimos que si un médico dice que algo es Ciencia, entonces tiene la razón. Pero en realidad habría que analizar la validez de la evidencia científica de cada caso particular. El comunicado fue a días de lo ocurrido en el Hospital Santojanni. El 1 de febrero sucede esto en el Álvarez y luego, el 20 de febrero, el Colegio de Médicos retoma el informe de SOGIBA, un poco también por el revuelo y las denuncias que hubo después de lo ocurrido.

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— Una suerte de aval a todo el sistema que está implícito en esa cronología.

V: — Claro. La sensación es que SOGIBA y el Colegio de Médicos, que retoma el comunicado, de algún modo abren la puerta y apoyan la publicación y todo lo sucedido. El mensaje sería: “estuvo bien lo que se hizo por la situación a la que esta mujer, que parió en su casa, se expuso”. Dentro del paradigma médico está instaurada la idea de que los profesionales de la salud tienen el derecho a disciplinarnos, a ejercer miedo y decirnos: “tu bebé se va a morir”, cuando no es real, es sólo para que aceptemos lo que nos dicen. Esto es algo a lo que las mujeres refieren constantemente. Cuando una sociedad médica adhiere y dice “esto es peligroso”, avala a los profesionales a que aleccionen mujeres que, según ellos, “no entienden” y  supuestamente ponen en riesgo la salud de sus hijos. Entonces se sienten con el derecho a mentir y tergiversar. Esto no fue el caso de un médico que tiene un mal día, sino que se trata de un hijo modelo del sistema.

Cuando una sociedad médica adhiere y dice “esto es peligroso”, avala a los profesionales a que aleccionen mujeres que, según ellos, “no entienden” y  supuestamente ponen en riesgo la salud de sus hijos. Entonces se sienten con el derecho a mentir y tergiversar. Esto no fue el caso de un médico que tiene un mal día, sino que se trata de un hijo modelo del sistema.

— Siguiendo esta idea, ¿se podría hablar de riesgos más legítimos que otros?

V: — Por supuesto. En un parto en casa los casos de traslado son asumidos como negligencia o, si salió como era esperado, entonces se considera que la madre no murió de casualidad. Dentro de ese 10% de mujeres que necesitan un traslado, la causa más frecuente es la de cansancio materno. Los traslados se dan en salud, tanto en la madre como en el bebé. No se corre en el límite. Es parte de la labor de los profesionales que asisten un parto domiciliario cuidar del bienestar de la mujer y sugerir un traslado oportuno, que siempre es decisión de la mujer. Ella es la que finalmente tiene el derecho a elegir. Pero los traslados suelen ser asociados a la irresponsabilidad y, en cambio, cualquier cosa que sucede en una institución termina estando bien, aunque pueda haber existido mala praxis. Incluso cuando lo  que haya pasado tenga que ver con el protocolo de una institución, que, a veces, aplica múltiples intervenciones hasta que la mujer o el bebé colapsan. A uno lo que le cuentan es que la mujer colapsó, pero no todo lo que se hizo antes y que la pudo haber llevado a esa instancia.


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Izquierda: Violeta Osorio en la obra Parir(Nos). Foto : Las Casildas.


— En relación a esto, ¿qué espacio tiene el parto planificado en domicilio al interior del sistema médico cuando se presenta una mujer embarazada?

V: — No se toma como un modelo legítimo y no se suele informar como una posibilidad. Es interesante observar cómo siempre se pone al parto domiciliario y al institucionalizado como antagónicos. Es una guerra mediática muy conveniente desde el sistema médico porque, en la medida en que existan dos bandos, se establece un enfrentamiento en el medio del cual estamos las mujeres, no los profesionales. Es una lucha con la que se quiere determinar cuál modelo es mejor cuando, en realidad, el parto en casa es parte del sistema médico y articula con la institución. Debería incluso poder realizarse esta articulación sin que se trate específicamente de un traslado o de una intervención, sino también para estudios o derivaciones, para poder moverse dentro del sistema de salud en la medida en que se necesite.

— ¿Qué otros factores obstaculizan la posibilidad de una articulación efectiva?

V: — Hay mucha desinformación de parte de los profesionales que asisten en instituciones sobre cómo realmente es el modelo del parto en casa. Muchas veces, creen que no se hacen consultas prenatales o que no se lleva nada a los partos. Hay quienes tampoco saben qué es lo que pasa después, como si el bebé naciera y los profesionales que asistieron desaparecieran, cuando, en realidad, hay toda una continuidad de cuidados del bebé y de la mujer, que se lleva a cabo con visitas de pos parto. Existe mucho desconocimiento que hace que el parto domiciliario se termine tomando como algo improvisado y negligente. Como si fuera una idea de “los hippies de la facultad” que no se amoldan al sistema. Es desde esos prejuicios que se construye la idea de lo que pasa en una casa y a partir de los cuales una institución recepciona los traslados. Entonces siempre está presente la creencia de que va a llegar una bomba y de que la institución “saca las papas del fuego”.

Es interesante observar cómo siempre se pone al parto domiciliario y al institucionalizado como antagónicos. Es una guerra mediática  muy conveniente desde el sistema médico porque, en la medida en que existan dos bandos, se establece un enfrentamiento en el medio del cual estamos las mujeres, no los profesionales. Es una lucha con la que se quiere determinar cuál modelo es mejor cuando, en realidad, el parto en casa es parte del sistema médico y articula con la institución.

— En ese sentido, ¿cuáles son los mitos más comunes que se construyen alrededor del parto planificado en domicilio?

V: — Un mito clave es que las mujeres que elegimos parir en casa estamos huyendo de la violencia obstétrica o estamos en contra de la institución o la medicina. Es real que hay muchas mujeres que buscan otra manera de parir porque tienen historias muy poco satisfactorias con la institución. Pero, finalmente, la decisión que una mujer toma luego de informarse no se da por el hecho de no querer pisar un hospital o una clínica. Por el contrario, en la medida en que se toma conocimiento del modelo y de lo que implica, se elige el parto en domicilio sabiendo que una de las posibilidades es tener que articular con la institución. Cuando se instala la idea de que las mujeres parimos en casa para huir de la violencia obstétrica, se asume que “por no aguantar lo que hay que aguantar ponemos en riesgo nuestra vida y la de nuestros hijos”. Y, a los profesionales que asisten en casa, se los etiqueta como “mercaderes del parto respetado”, que venden luces y velas para hacer un negocio. Esa postura es muy complicada porque no permite articular con la institución como corresponde y  construye figuras antagónicas.


Foto: David Fernandez para EFE


— ¿Y qué otros estereotipos caen sobre el modelo?

V: — También está la idea de que el parto en casa es esta cosa de volver a lo natural y lo “hippie”, cuando no tiene nada que ver con eso, sino con entender el embarazo, el parto y el pos parto como hechos sanos y fisiológicos que, en la mayoría de los casos, lo que necesitan es un ambiente que acompañe y favorezca,  pero en el que se va a intervenir de ser necesario. Es pensar desde otro lugar y deconstruir esta idea del parto como una enfermedad y una patología, que tiene que ver con la conformación del sistema médico hegemónico, que nos divide en categorías de alto y bajo riesgo.

— ¿Cómo sería eso?

V: —En el parto en domicilio se habla de salud y bienestar y, desde el sistema médico hegemónico, se habla de riesgos, cómo minimizarlos y evitarlos. Desde este enfoque, se tiene en cuenta no solo el bienestar físico, sino también el emocional y psicológico, en términos de autonomía. Eso que podría parecer una simple cuestión de términos es en realidad algo ideológico, que determina la práctica médica. Cuando una mujer se para desde el riesgo, se coloca en una situación de vulnerabilidad y entonces es mucho más fácil que acceda a todo lo que se le dice, porque es el médico el que tiene la posibilidad de salvarla. Desde la salud, el vínculo con el profesional es otro, porque no se desarrolla desde el miedo. Toda la información se brinda desde la idea de que la mujer está en condiciones de elegir.

Cuando una mujer se para desde el riesgo, se coloca en una situación de vulnerabilidad y entonces es mucho más fácil que acceda a todo lo que se le dice, porque es el médico el que tiene la posibilidad de salvarla. Desde la salud, el vínculo con el profesional es otro, porque no se desarrolla desde el miedo.

F: — Pero el sistema médico hegemónico es el modelo en el que estamos inmersos, sobre todo nosotros, los profesionales. Por eso, al que está dentro de una institución le es muy difícil ver el parto en casa, teniendo incluso las mismas herramientas. Siempre se piensa en la emergencia, como pasó con la partera del Álvarez, que estaba convencida de que el bebé era estreptopositivo, a pesar de no haber visto los estudios y de que el bebé había sido incluso revisado por un neonatólogo. Yo tenía la historia clínica y los análisis eran negativos. En el caso de que hubiese sido positivo, trato con los mismos antibióticos que en el hospital, me formé en el mismo lugar y pasé por la facultad al igual que ellos. Pero en este caso fue evidente cómo saltaron todos los prejuicios del parto en casa. Hoy nos tocó a nosotros, pero podría pasarle a cualquiera. No fue personal, es una reacción del sistema que juzga y alecciona mujeres y que tienen consecuencias muy graves. Cualquier otra partera que asiste a domicilio puede leer el posteo de Facebook y no querer volver a realizar traslados por miedo al escrache o incluso la misma mujer puede negarse a un traslado después de lo que esta publicación causó.

— Volviendo a eso, ¿podría decirse que los comentarios que circularon en las redes sociales evidencian que la violencia obstétrica existe también por fuera del sistema médico, encontrándose totalmente naturalizada en la sociedad?

V: — La violencia obstétrica es una de las más cotidianas y sistemáticas. Hay casos en los que quizás la conducta médica pudo haber sido correcta, pero donde las mujeres nunca tuvieron información. Sencillamente actuaron como se les decía, con lo cual, su autonomía, que es lo más importante de resguardar, es vulnerada. El sistema de salud está para contener la situación, pero la principal figura es la mujer. Sin embargo, el nivel de denuncias por violencia obstétrica es muy bajo, no llegan a las 100 en años. En 2016, desde la Defensoría de la Nación llegaron a haber 47 denuncias, de las cuales se vehiculizaron solo 9.

F: — No es algo insólito porque el sistema está muy armado para eso. Cuando la mujer ya está con su hijo, se deja pasar, es una violencia totalmente aceptada como natural. Acá hay una relación de poder muy clara. En el posteo, una de las frases que circularon es “bueno ahora el próximo no lo va a parir en casa seguramente”.

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— Me recuerda a otras réplicas que circularon que equiparaban el parto en casa a un suicidio. 

V: — Eso está unido a otro mito que es la idea de que cualquier mujer puede parir en casa. El parto en el domicilio implica que la mujer, el bebé y el embarazo estén sanos, es decir, que no exista ninguna patología que pueda afectar el desarrollo. El modelo está armado teniendo en cuenta a mujeres que entran en esta categoría, que se cumple en el 80% de los nacimientos; no se trata de unas pocas privilegiadas. Es la gran mayoría, pero generalmente se suele escuchar mucho comentarios como: “de haber parido en mi casa habría muerto”. Sin embargo, cuando se analiza la historia de la mujer, a veces se ve cómo las intervenciones hechas en la institución no eran necesarias y fueron de hecho las que pusieron en riesgo a la mujer.

F: — Ese el caso de las episiotomías, por ejemplo. El sistema está armado también para eso, para que no pongamos en duda las intervenciones. No podemos discutir lo que quiero o lo que necesito en una relación de poder como esta. Lo que se vende es un modelo muy paternalista, que siempre te salva la vida. El parto en casa está mundialmente avalado, pero es también una minoría y eso también hay que entenderlo. Es muy poca la gente que lo elige, pero desde la información y sabiendo además que el modelo no es para cualquiera, y no desde lo económico o lo elitista, sino porque hay ciertas cuestiones desde lo clínico que hacen que parir en casa no sea o mejor. Pero no es una moda o un suicidio, es histórico, siempre existió gente que parió o nació en su casa. Con el paso del tiempo se fueron perfeccionando más las cosas. Yo llevo a un parto todo lo que hay en una sala del Álvarez, ni más ni menos.

Otro mito es la idea de que cualquier mujer puede parir en casa. El parto en el domicilio implica que la mujer, el bebé y el embarazo estén sanos, es decir, que no exista ninguna patología que pueda afectar el desarrollo. El modelo está armado teniendo en cuenta a mujeres que entran en esta categoría, que se cumple en el 80% de los nacimientos.

V: — El parto planificado a domicilio ha ido creciendo de la misma forma en que la institución ha ido encontrando cosas. No quedó detenido en el tiempo. Todo ha ido avanzando a la par. Cuando se plantea la idea de una moda es como si una mujer lo vio por televisión y le pareció lindo. En general, la gran mayoría de las mujeres que elegimos parir en casa tenemos más información, porque no se puede elegir algo que no se conoce. Hay que entrar en todo un diálogo con la información sobre el modelo a nivel general, pero también sobre las intervenciones. Hay muchas mujeres que eligen parir en una institución que se informan mucho, pero no es necesario tener información para parir allí, en cambio, para parir en tu casa la necesitas porque si no, no llegas a esa opción.


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Foto: Natacha Pisarenko para AP


— Es necesario también contar con información para deconstruir lo que nos resulta parte del sentido común.

F: — Claro. Yo siempre digo que, como profesionales, tenemos que ser autocríticos. Elegimos una carrera que, para mí, es el patriarcado en persona, por eso tenemos que tener una visión política feminista.  El tema es que tratemos de desaprender el camino marcado y vayamos para un lugar donde la mujer sea la protagonista y tome las riendas. Es totalmente simbólico que una mujer este pariendo acostada, mirando al techo, para tranquilidad del profesional, cuando en realidad es la mujer la que tiene que estar cómoda. Es lo más pasivo en el nacimiento de su bebé. Pero circula muy poca información, todavía estamos a años luz. Esto no implica que todo el mundo tenga que elegir el parto en casa. Pero hay que llevar ese respeto a las instituciones, igual que como pasa con el aborto. Como este médico, que hizo la publicación en Facebook, hay un montón y mañana puede pasar en otro hospital o en otra clínica, porque el hecho de que pueda decir todas las barbaridades que dijo está totalmente avalado por el sistema.

Como profesionales, tenemos que ser autocríticos. Elegimos una carrera que, para mí, es el patriarcado en persona, por eso tenemos que tener una visión política feminista.  El tema es que tratemos de desaprender el camino marcado y vayamos para un lugar donde la mujer sea la protagonista y tome las riendas

— Se castiga a todo el que elige por fuera de lo instituido.

V: — En esta guerra que instauran parece que fuera una cuestión contra las mujeres que eligen parir en casa, y no es así. Lo que se está poniendo en discusión y en juego es la capacidad de las mujeres para decidir autónomamente y se ve reflejado en la práctica médica diaria. El comunicado de SOGIBA es una bajada contra la autonomía de las mujeres y es así como se manejan. La vulneración se repite sistemáticamente, porque parte de la idea de que la mujer no está en condiciones de decidir. El discurso que está en el fondo es “yo tengo que salvarte y voy a decidir”, siempre vulnerando esa autonomía

F: — Es muy difícil desandar todo eso que tenemos incorporado. He acompañado a mujeres que, en la primera consulta, me han dicho: “Yo me porté mal en el otro parto”. Esto marca una relación de poder de la que se abusa sólo por portar un ambo, sobre todo con grupos muy vulnerables, entre los que la violencia está instalada como parte de su vida. Son historias que dejan marcas muy fuertes. Tenemos que ser muy cuidadosos asistiendo. La violencia obstétrica también puede estar en un parto en casa, atraviesa cualquier lado y no discrimina condiciones económicas. Por eso, desde Las Casildas decimos: “hagamos visible lo invisible”.


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