Apuntes sobre la dulzura | El amor después del amor

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Con dos fechas agotadas en pocas horas y el rumor de un recital en un estadio masivo como el de Vélez, no son pocos los que quieren volver a experimentar un nuevo acercamiento al pasado para deformarlo más que para convertirnos en taxidermistas. El amor después del amor de Fito Páez: la confirmación de que las cosas tienen movimiento.



¿El amor es un sentimiento fuerte o un sentimiento débil? ¿Acaso importan esas dos categorías para definir algo, cualquier cosa? Quizás el amor sea un tema demasiado ensayado sin éxito. O, mejor dicho, enyesado: muchas veces se lo quiere dejar quieto en un solo lugar: por derecha, por izquierda, de manera reaccionaria o de manera revolucionaria, se intenta dejar a una sensación quieta para mandar la foto tranquilizadora a los padres. Pero, el protagonista de este texto, ya lo dijo: nadie detiene al amor en un lugar. 

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Si Fito Páez se ganó un lugar en la vida de millones de personas con El amor después del amor, un disco salido en 1992 y que este año cumple 30 años, fue por el movimiento. Sí, el mismo que compuso «Las cosas tienen movimiento» es una prueba viviente de ese axioma: cerca de cumplir 60 años, el músico rosarino se mueve en distintas direcciones, incluso en aquellas que conllevan un peligro innecesario para alguien que es conocido por todos. Pero Páez falla, intenta, lo logra, vuelve a fallar, no tiene ganas de acostarse en las tumbas de la gloria. 

Si Fito Páez se ganó un lugar en la vida de millones de personas con El amor después del amor, un disco salido en 1992 y que este año cumple 30 años, fue por el movimiento.

Con dos fechas agotadas en pocas horas y el rumor de un recital en un estadio masivo como el de Vélez, no son pocos los que quieren volver a experimentar un nuevo acercamiento al pasado para deformarlo más que para convertirnos en taxidermistas. Ya lo hizo en el 2012, cuando se cumplieron dos décadas del disco más vendido en la historia de la música popular argentina. Una década después, El amor después del amor tiene un título profético: nunca es suficiente cuando de intentar sentir se trata. Este es el estado de situación: Páez puso las canciones en nuestros walkmans, el tiempo nos puso muchos años. 

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«Recuerdo estas palabras de mi infancia, en tardes en que hacía los deberes y escuchaba hablar a mi madre y a mi tía que cosían en el cuarto contiguo. Reproduzco este desorden costurero en su memoria», escribe Sylvia Molloy sobre lo que escuchaba en su niñezEl amor después del amor no solo es parte de nuestro desorden personal, sino que incluso va un paso más allá: para muchos, fue uno de los primeros momentos en donde el mundo lograba lo imposible: tener un orden. O al menos simular uno. Ahora, ya adultos, algo mantiene el hechizo y nos dejamos llevar una vez más por un tipo que baja solo por la calle del calvario.

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En una entrevista reciente, Paéz señaló: «Este año voy a grabar El Amor Después del Amor de vuelta. Y vamos a hacer una gira con eso. (…) , vamos a hacer esto que es una aventura hermosa, que después de haber hecho la trilogía, ya estoy como harto de hacer cosas nuevas. Así que vamos a cerrar este disco, vamos a trastocarlo, a trasvestirlo. Vamos a hacer las 14 canciones, a aggiornarlas y grabarlas con invitados, como tuvo también sus invitados el disco original, pero con otros». No pretendo ser original con esto, pero como en la clásica película de los 80, Fito Páez vuelve a viajar al futuro y al pasado al mismo tiempo. 

El amor después del amor no solo es parte de nuestro desorden personal, sino que incluso va un paso más allá: para muchos, fue uno de los primeros momentos en donde el mundo lograba lo imposible: tener un orden. O al menos simular uno.

Digo pasado por lo obvio: volver a un disco ya clásico y, como se demostró en este nuevo aniversario, icónico en la vida de millones de personas. Digo futuro también por lo mismo: volver a poner a prueba una serie de canciones aunque el mundo no se haya detenido y el amor tampoco. Me doy cuenta que estoy haciendo la misma operación: con dos entradas en la mano para el 30 de septiembre, una de las últimas actividades que quiero hacer antes de emprender un viaje largo es ver El amor después del amor, poner a prueba el pasado en las puertas del futuro. Comprobar, en todo caso, si este sueño, este sol que ayer pareció tan extraño sigue estando ahí.

En un relato homónimo que forma parte de Tema libre, el escritor chileno Alejandro Zambra narra lo siguiente: «Por entonces estaba de moda El amor después del amor, el disco de Fito Páez. Yo no soportaba-ni soporto- la voz de Páez, pensaba que se reía de la gente, que era una parodia, que nadie que cantara así podía pretender que lo tomaran en serio, pero igual ‘Tumbas de la gloria’ me emocionaba un poco y también me gustaban otras tres o cuatro canciones del cassette(…)». Creo que no hay mejor elogio que ese: admitir que algo que no nos gusta, sí nos emociona.

Treinta años después, con amantes y detractores, el disco sigue vivo, sin parar nunca de nacer. Porque al final de cuentas, aunque no lo busquemos todo lo que hicimos, la mentira y la verdad, todo sigue vivo en un lugar.

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