Apuntes sobre la dulzura | Lo quiero mucho a ese muchacho

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La mini serie documental Bilardo: el doctor del fútbol abre las puertas a entender a un héroe imperfecto o un villano querible. La curiosidad como el primer paso hacia el asombro y cómo observar los detalles más triviales pueden abrir la puerta para escribir eso que nunca hubiéramos imaginado. 



Lo que conmueve o lo que sacude no se puede predecir. De ahí el efecto potente de un poema: hacernos dar una vuelta y detenernos en un punto diferente al que partimos, un ligero cambio de enfoque que altera todo. Pienso, por ejemplo, en la foto de Abbey Road, de The Beatles. ¿Cuántas veces vimos esa imagen? En remeras, pósters, tazas, entre muchos otros lugares además de, claro, la portada del mítico álbum. Sin embargo, cuando aparece ese momento retratado desde un ángulo distinto, los detalles brotan como el arrepentimiento a la madrugada.

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Saber qué es lo que puede abrir esa nueva percepción, qué es lo que nos va a incomodar, no es fácil. Por eso, aunque parezca una misión imposible ante tanto estímulo que lleva al embotamiento, es necesario mantener la atención y la tensión todo el tiempo posible. La mini serie documental Bilardo: el doctor del fútbol fue ese lugar inesperado pero productivo para mí. Si bien mi interés por el fútbol fue retrocediendo como la marea durante la mañana, la curiosidad siempre es un buen principio para el asombro.

la producción audiovisual se pierde en los claroscuros de un obsesivo y temeroso a la derrota que, como no podía ser de otra manera, perdió mucho más de lo que ganó en toda su carrera. Ahí ya aparece una lección involuntaria

Dirigido por Ariel Rotter, la producción audiovisual se pierde en los claroscuros de Carlos Salvador Bilardo: un obsesivo y temeroso a la derrota que, como no podía ser de otra manera, perdió mucho más de lo que ganó en toda su carrera. Ahí ya aparece una lección involuntaria. Sus estrategias daban resultado y fallaban, más aún en un deporte impredecible como el fútbol. Pero la persona detrás del personaje asomaba en acciones mínimas que marcaban la diferencia como ponerse a bailar de manera descontracturada antes de empezar un Mundial para transmitirle confianza al grupo de jugadores.

El oficio, el esfuerzo, así como un pánico al fracaso que lo llevó a habilitar estrategias desleales, hacen de Bilardo un personaje contradictorio, de los más interesantes a la hora de escribir: un héroe imperfecto o un villano que cae simpático. Así, alguien que dice frases como “Ganar no es lo más importante, es lo único. Ser segundo no vale. ¿Vos sabes quién pisó América después de colón? yo no”, puede ser el portal para encontrar el poema o el relato que nunca pensábamos que nos iba a interesar.

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En la serie, la tensión va aumentando de cara al Mundial 86, cuando una selección de la que nada se esperaba logra lo imposible. En las imágenes de la victoria ante Alemania, empieza a sonar «Lo quiero mucho a ese muchacho», de Bestia Bebé: una canción under que de repente llega a millones de personas en todo el mundo mientras Bilardo se abraza con Maradona, el otro protagonista del documental por su relación de padre e hijo con el entrenador. ¿Cómo puede explicarse este giro para la banda? Prestando atención, de nuevo a los detalles.

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En una entrevista, el cantante Tom Quintans cuenta que la historia de esa canción surge después de ver una entrevista a Ricardio Iorio (ex líder de Almafuerte) con Alberto «Beto» Casella. En ese intercambio, que contaba con fragmentos en alta circulación en la TV de esos años, Iorio dice sobre León Gieco: «Yo lo quiero mucho a ese muchacho». La banda bromeaba con esa frase, hasta que de repente se les ocurrió hacer el que hasta ahora es su principal éxito.

Aunque la época quiera que vayamos a revisar las mismas góndolas de siempre, el verdadero esfuerzo es ver lo que otros no pueden, siendo consciente que en toda visión hay un recorte

¿Cómo opera en nosotros lo que a simple vista puede parecer trivial? Igual que los antiguos cazadores y recolectores, las personas que se dedican a la creación tienen sus pupilas dilatadas para encontrar ese leve gesto, esa pequeña frase, ese sutil cambio de tonalidades. Aunque la época quiera que vayamos a revisar las mismas góndolas de siempre, el verdadero esfuerzo es ver lo que otros no pueden, siendo consciente que en toda visión hay un recorte: lo que nos llama la atención también habla por lo que no.

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