Que todas las vaquitas de Argentina griten Mu: El humor, el revés de la tragedia épica

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De Espacio Sísmico al Galpón de Guevara, pandemia mediante, “Que todas las vaquitas de Argentina griten Mu” (Grupo Mínimo) pisa fuerte en su segunda temporada. En diálogo con La Primera Piedra, el dramaturgo y director de la obra, Juan Francisco Dasso, contó cómo se vivió este cambio de rumbo: «No cambiamos grandes cosas de la obra a partir de la pandemia pero sí somos conscientes de que la recepción se modifica. El público empieza a conectar con otra sensibilidad».

por Milena Rivas



“Cuando estrenamos en 2018, una voz robótica de Google Translator le decía al espectador, mientras la sala estaba a oscuras, ‘estás expectante, vas a ver teatro, el único arte que no ha podido ser desmaterializado’. Esta frase de Eduardo Del Estal, que siempre tuvo un tinte militante, ahora más que nunca se ha resignificado. No cambiamos grandes cosas de la obra a partir de la pandemia pero sí somos conscientes de que la recepción se modifica. El público empieza a conectar con otra sensibilidad. El enunciado teatral no queda estanco; por el contrario, muta y produce nuevos efectos que operan sobre el imaginario colectivo, y eso se celebra”, destaca Juan Francisco Dasso, director y dramaturgo en diálogo con La Primera Piedra

La última creación del Grupo Mínimo es un cross a la mandíbula. Lejos de la solemnidad, el equipo se atreve a hacer convivir la historia de Áyax y Odiseo, la incertidumbre de una familia de inmigrantes italianos que tuerce aquellas propuestas de Armando Discépolo y Roberto Cossa, junto con el drama de Fabiana Fever, una estrella en decadencia que bajo ninguna circunstancia aceptará un papel no protagónico. Nada más y nada menos que un abanico de intensidades. El tríptico nos mantiene, a lo largo de ochenta minutos, siempre al borde de una risa que hace eco en la de los demás espectadores, un alivio colosal luego de meses de no ir al teatro. 

En “Que todas las vaquitas de Argentina griten Mu”, la mirada está puesta en el humor en tanto procedimiento que apunta a mostrar el revés de toda tragedia, su patetismo. Aquí no hay sutilezas. Cada texto parece salir de la boca de sus intérpretes sin mediación racional alguna

En “Que todas las vaquitas de Argentina griten Mu”, la mirada está puesta en el humor en tanto procedimiento que apunta a mostrar el revés de toda tragedia, su patetismo. Aquí no hay sutilezas. Cada texto parece salir de la boca de sus intérpretes sin mediación racional alguna, como si una fuerza mayor les exigiera mantener un mismo nivel de intensidad bufa.

Los infortunios aparecen, sí, pero sólo desde la palabra y jamás desde el repertorio gestual y vocal de los personajes. Afirma Dasso que se trata de una estética “para afuera”, de un código actoral que roza los límites de lo grotesco, que se afirma en el instante exacto de funcionamiento de cada chiste. En el humor, ya lo sabemos, la precisión de relojería es el gran vehículo de lo posible. 

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Que todas las vaquitas de Argentina griten MU

“Que todas las vaquitas de Argentina griten MU” se presenta los miércoles a las 21 horas desde el 17.11 al 8.12 en el Galpón de Guevara (Guevara 326, CABA).


Lo cómico apela a la multiplicidad, al alcance de nuestra mano en esta pieza del Grupo Mínimo, cuyos cuadros, independientes entre sí, se ubican en variados tiempos y espacios y vinculan personajes dispares. Ahora bien, si existe un eje transversal a los tres fragmentos, es justamente el efecto catártico de la risa que estalla y retumba por las paredes, en un desplazamiento de lo dramático a lo ridículo.

Hay algo sin lugar a dudas oblicuo en los mecanismos de los actores en escena (aún cuando, las más de las veces, construyen una frontalidad radical, de tinte televisivo): detrás de cada máscara, hay otra máscara preparada para brillar, iluminada por los focos. Los disfraces son pura carcasa, pues dentro suyo no hay nada más que potencia expresiva. Los espectadores son parte de un pacto de ficcionalidad que se hace y se deshace frente a sus ojos, en un instante en permanente metamorfosis que se permite derribar la cuarta pared y convocar a su  cooperación. Lo cómico, otra verdad de perogrullo, resulta del encuentro con el público. 

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Juan Isola, Cristián Jensen, Facundo Livio Mejías, Emiliano Formia, Ximena Banús y Eugenio Tourn hacen de la puesta un espectáculo de varieté, formato de gran tradición en nuestro país. Dos de las grandes influencias de este grupo fueron las experiencias escénicas de Tortonese, Barea y Urdapilleta en el Parakultural y las veladas temáticas independientes del 2001 en Buenos Aires.

“Me interesaba que no fuese un sintagma nominal sino una construcción en imperativo, una suerte de consigna. Algo muy propio de nuestra identidad local es concebir a las vacas como parte del paisaje, una metáfora de la explotación inherente a la condición humana no tanto desde una óptica capitalista sino más lisa y llanamente desde el fracaso, la zona temática del material», cuenta Juan Francisco Dasso

Todo lenguaje tiene una historia y Juan Francisco Dasso decidió tomar las riendas de ese trabajo con el humor para empezar a darle forma a su nueva propuesta: “escribí todos los cuadros con la premisa del lenguaje del Grupo Mínimo, ese tono lúdico, farsesco y de improvisación. Quería, a diferencia de lo que sucede en la varieté tradicional, que cada cuadro no fuese concebido como un sketch sino que ascendiese al estatuto de obra, que tenga cierta narrativa”. De cada microhistoria al universo de Vaquitas, modo afectivo en que el equipo se refiere a su obra, un universo de pruebas.

El título, de hecho, apareció de forma completamente lúdica. Destaca Dasso a La Primera Piedra: “me interesaba que no fuese un sintagma nominal sino una construcción en imperativo, una suerte de consigna. Algo muy propio de nuestra identidad local es concebir a las vacas como parte del paisaje, una metáfora de la explotación inherente a la condición humana no tanto desde una óptica capitalista sino más lisa y llanamente desde el fracaso, la zona temática del material. Queríamos observar la curva de aquellos personajes que empiezan triunfantes, luminosos, en la cima del éxito y terminan en el patetismo más extremo. Para abordar estas historias épicas, no podíamos utilizar otra herramienta que no fuese el humor».

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«A lo largo de la obra, vemos a un héroe que se encuentra con la injusticia en la Guerra de Troya y, engañado por Atenea, se vuelve loco (quizás el universo más lejano a la poética de los actores), a una mujer que fracasa y mata a otra, a un hombre que también fracasa en el ámbito laboral y por eso evalúa quitarse la vida. Hay un compromiso artístico y un divertimento legítimo de transitar a través del humor esas tramas más ligadas a la epicidad», agrega el dramaturgo. 

En la risa, de nuevo, la coparticipación creativa: el emisor que propone un juego, el espectador que recibe esa imagen travestida de la realidad a través de la ridiculez ajena, de la repetición siempre efectiva de un mismo chiste, de las dilataciones del ritmo cómico, del tono desmesurado de las interpretaciones. ¡Larga vida a Vaquitas!

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“Que todas las vaquitas de Argentina griten MU” se presenta los miércoles a las 21 horas desde el 17.11 al 8.12 en el Galpón de Guevara (Guevara 326, CABA). Duración aproximada: 80 minutos. Entradas vía Alternativa Teatral.


Por Milena Rivas@_milenarivas


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