Promising Young Woman: ¿qué hay detrás de la venganza?

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El reciente estreno de Promising Young Woman, ópera prima de Emerald Fanell (The Crown), protagonizada por Carey Mulligan irrumpió en las pantallas prometiendo un giro diferente a las historias de venganza que conforman un sub género propio en el cine. «Una obra que cambia las reglas de juego», dice en algunos pósters promocionales. Más allá de los aciertos en la representación de la cultura de la violación y en el manejo de la comedia negra y la sátira, ¿ofrece realmente un enfoque diferente? ¿Hasta donde funciona una historia de venganza en un film que se presenta a la altura de la época?



Una chica en un bar se agarra del respaldo de un sillón, no puede mantenerse sentada. La bola de espejos gira en el centro de la pista mientras es observada desde un costado de la barra por un grupo de varones que están dando por finalizada la noche. “Uno pensaría que a cierta edad aprendieron”, dice uno. “Se ponen solas en peligro”, contesta otro. El tercero es el que termina por acercarse. Le ofrece compartir un Uber para llevarla a su casa, pero en el medio cambia de destino: “¿Podés un trago más?”, pregunta sin esperar una respuesta. En su departamento le da un vaso y la lleva a su cama. “¿Qué estás haciendo?”, dice ella oponiendo resistencia, hasta que deja de lado la lentitud y torpeza de los movimientos que parecían ser efecto del alcohol, se sienta y vuelve a preguntar con lucidez tajante: “¿Qué estás haciendo?”. La cámara corta y se la ve caminando despreocupadamente por la calle, comiendo, mientras un hilo de ketchup, – que bien podría ser también sangre – le corre por el brazo.

La primera escena de Promising Young Woman impacta por lo inesperado del giro de los acontecimientos, abre las puertas para dar lugar a una trama que, como contiene su nombre, promete quizás un enfoque distinto a la hora de tratar una temática que se ha representado en muchas oportunidades hasta ocupar el espacio de un subgénero propio en el cine: las historias de venganza luego de la violencia sexual

La primera escena de Promising Young Woman impacta por lo inesperado del giro de los acontecimientos, abre las puertas para dar lugar a una trama que, como contiene su nombre, promete quizás un enfoque distinto a la hora de tratar una temática que se ha representado en muchas oportunidades hasta ocupar el espacio de un subgénero propio en el cine: las historias de venganza luego de la violencia sexual. Luego de mantenerse años alejada de la pantalla grande, Carey Mulligan vuelve en clave de comedia negra con la sólida interpretación de Cassandra Thomas. Una chica que soñaba con ser médica pero que, a pesar de sus logros académicos, abandona la carrera después de “lo que le pasó” a su mejor amiga, Nina. Cassie, como la llaman las personas más cercanas, queda suspendida en el tiempo: consigue trabajo en una cafetería, se aleja de la vida social y vuelve a casa de sus padres que, para sus treinta años, le regalan una valija.

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Promising Young Woman

Promising Young Woman


Una cadena de oro con un corazón partido al medio, una habitación congelada en la adolescencia y sweaters de color pastel son los que marcan hábilmente un contraste entre ese loop en el que transformó sus días y el plan de venganza que reservó para las noches. Y es que después del trabajo, Cassie elige un bar para actuar una borrachera al borde de la inconsciencia, parecer vulnerable y esperar a que un hombre se acerque para llevarla a su casa. Como en la primera escena, busca el momento justo para demostrar que, en realidad, está sobria y confrontar a quienes, a punto de abusar de ella, se alejan, enfurecidos en algunos casos, espantados en otros, al grito de “soy una buena persona”. Un encuentro aunque sea breve – aunque no necesariamente realista – en el que busca que se vean a sí mismos.

Cassie no solo va detrás de quienes estuvieron involucrados en el ataque, sino también de quienes se negaron a creerlo, de quienes revictimizaron a su amiga, de las autoridades que podrían haber actuado y no lo hicieron porque una acusación así le “habría arruinado la vida” al violador.

Cassie lleva la cuenta con barras tachadas en un cuaderno que esconde debajo de su cama y, mientras tanto, tiene una ambición mayor: rastrear a las personas involucradas en la violación de Nina y en el silencio que garantizó la impunidad. Un plan que se desencadena luego de reencontrarse con un compañero de la universidad, interés romántico que, de forma predecible, la hace dudar de su decisión hasta demostrar que nada es lo que parece. Algunos aciertos hasta este punto: retratar la red de complicidades que se tejen alrededor de la violencia sexual y que permiten perpetuar la cultura de la violación. Cassie no solo va detrás de quienes estuvieron involucrados en el ataque, sino también de quienes se negaron a creerlo, de quienes revictimizaron a su amiga, de las autoridades que podrían haber actuado y no lo hicieron porque una acusación así le “habría arruinado la vida” al violador.

La mayoría de los personajes ponen en juego aquellas frases con las que se naturalizan y justifican los abusos: “éramos chicos”, “pasaba todo el tiempo”, “así era la vida en la universidad”. Y, de esta forma, la película logra mostrar hasta qué punto la violencia sexual puede ser completamente naturalizada, tomarse incluso como si fuera un chiste, parte de “reglas de juego” que solo se problematizan – en algunos casos – cuando la cruzada de la protagonista conduce inevitablemente a la confrontación de los personajes y al revisionismo de sus propias actitudes, una vez que se sienten en peligro. Sin embargo y, a pesar de la originalidad con la que en un principio parecen delinearse ciertos ángulos, la película se promociona como una ruptura novedosa y como una vuelta de tuerca a la altura de la época que en realidad no termina de lograr.

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Más allá de visibilizar el lugar de quienes no se perciben como victimarios ni cómplices, el recorrido de Cassie queda completamente reducido a la figura de la «justiciera», típica del sub género en el que se enmarca pero con el que no innova a pesar de su promesa: un personaje magnético, con el potencial de desarrollar matices y complejidades aplanadas por la obsesión de venganza. Un camino individual que emprende frente a la falla en las instituciones en las que no confía pero de las que requiere  para que su última jugada funcione y termine de encajar y que – contra todo pronóstico y hasta realismo –  terminan acudiendo. La interpretación de Carey Mulligan aporta la profundidad que el personaje podría desarrollar pero que queda a medio camino, en la soledad del trauma, sin explorar otros ángulos que, en realidad, podrían haber roto con la historia lineal de venganza para traer algo realmente nuevo.  ¿Qué es la reparación para el personaje? ¿Qué otras fugas podrían explorarse? ¿Dónde encontrar justicia en las circunstancias que atraviesa Cassie? ¿En el revanchismo?

¿Por qué plantear esta salida para lograr lo que finalmente se representa como la única posibilidad de justicia ante la violencia? ¿Por qué un camino individual y no romper los esquemas para poner sobre la mesa salidas colectivas , que rompan con las categorías de víctima-victimario como únicas posiciones posibles?

Pero el personaje además, lleva su plan hasta las últimas consecuencias y, si bien en comparación con otros momentos de la película encuentra en este punto cierto realismo en las alternativas posibles luego de la escalada de venganza, deja un sabor amargo en cuanto a la idea del sacrificio propio. ¿Por qué plantear esta salida para lograr lo que finalmente se representa como la única posibilidad de justicia ante la violencia? ¿Por qué un camino individual y no romper los esquemas para poner sobre la mesa salidas colectivas , que rompan con las categorías de víctima-victimario como únicas posiciones posibles? ¿Redes que no reduzcan al personaje en la oscuridad? ¿Qué hay después de la venganza y furia?


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