Segundo Martes Verde por el aborto legal: «Yo aborté y vengo a decirles ‘basta'»

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En la tercera jornada de debate por la legalización del aborto, referentes de distintos ámbitos continuaron la discusión comenzada en el plenario de comisiones de la Cámara de Diputados. Entre ellos, estuvieron Raquel Vivanco, coordinadora de la organización Mujeres de la Matria Latinoamericana (MuMaLá) y la actriz Muriel Santa Ana, quienes respondieron con su discurso algunos de los lugares comunes que continúan reproduciendo quienes están en contra de la legalización. (Foto: Hernán Zenteno para La Nación)



Muchas son las cosas que se dijeron durante la semana pasada durante los plenarios de comisiones en la Cámara de Diputados y que continúan resonando entre una serie de argumentos entre insólitos y repudiables. Que el aborto es un crimen, que puede favorecer los abusos sexuales y la violencia, e incluso que los embarazos por violaciones evitan la continuidad de los abusos. También se escuchó que las mujeres que abortan son «borrachas», «trolas» y que «piensan con la bombacha y no con la cabeza». Hoy, Raquel Vivanco, Coordindora Nacional de Mujeres de la Matria Latinoamericana (MuMaLá) hizo alusión a esas expresiones para llevar adelante su exposición sosteniendo una bombacha sobre su cabeza.

76 mil mujeres, apróximadamente recurren a las guardias de hospitales públicos con complicaciones derivadas de abortos clandestinos, todas esas mujeres seguro van con sus bombachas manchadas de sangres porque muchas de esas prácticas están mal hechas

«Yo aborté. En esta sala se dijeron cosas horribles. Que éramos borrachas, trolas, y que pensábamos con la bombacha y no con la cabeza. ¿Ese es el nivel de discusión que pretenden? […] Esas 500 mil mujeres después de abortar levantamos nuestra bombacha y volvemos a trabajar a nuestros lugares, muchas volvemos a cuidar a nuestros hijos, seguimos con nuestra vida. […] 76 mil mujeres, apróximadamente recurren a las guardias de hospitales públicos con complicaciones derivadas de abortos clandestinos, todas esas mujeres seguro van con sus bombachas manchadas de sangres porque muchas de esas prácticas están mal hechas por eso tienen que concurrir a las guardias como consecuencia de la clandestinidad.

«Si queremos sacar la cuenta de lo que mueve la salud privada a costa de la salud y la vida de las mujeres vamos a ver que no nos da un número exacto. El que yo hice me dio cerca de 10 mil millones de pesos. Esto es la evidencia de que no estamos hablando de un problema de fe, de religión, de moral, mucho menos de defensa de la vida. Estamos hablando de un negocio millonario a costa de la salud y de la vida de las mujeres, de que quienes se oponen a la legalización del aborto benefician a estos sectores que se enriquecen a costa de nuestra salud y de nuestra vida. Yo aborté y vengo acá a decirles ‘basta’ que legislen a favor de los derechos de las mujeres».

(Leer nota relacionada: Entrevista a Raquel Vivanco: «Que las mujeres denunciemos las acciones que nos agravian es un acto político»


Foto: Diario 26



Otra de las expositoras fue Muriel Santa Ana, actriz que estuvo en el centro de la opinión mediática durante el mes de enero, tras haber dicho que ella había interrumpido un embarazo. «Una semana antes del 4 de abril de 1992 fui al consultorio privado de un médico conocido en ese momento por ser el jefe de obstetricia de un importantísimo hospital público. Separados por el escritorio hicimos los intercambios: él me dio las recomendaciones y yo le di la plata. Una semana más tarde fui con mi mamá y mi hermana al departamento de Avenida Santa Fé y Azcuénaga que ese mismo médico usaba para las intervenciones. […] Me prepararon en una habitación más parecida a un pasillo que al mismo tiempo contenía otra puerta que luego supe conectaba con el quirófano. El quirófano era la cocina».

Pasaron muchos años, conocí gente nueva, ideas nuevas y he cambiado, pero lo que se mantiene intacto en mí y quien sabe de dónde me viene es que desde que tengo la mayoría de edad no admito que nadie se arrogue el derecho de legislar sobre mi deseo.

«Yo quedé embarazada a los 23 años, usaba un diafragma como método anticonceptivo. Si aún hoy es conflictivo que los hombres usen preservativo aduciendo pérdida de placer y manipulando así la voluntad de las mujeres, imaginen que hace 20 años, el abuso era mucho peor: nosotras nos poníamos el diafragma y ellos se tranquilizaban. Nosotras también. Yo tenía una mamá, un papá, una hermana, un trabajo, mis estudios, mis libros, mis amigos y conseguí la plata. No tuve que recurrir a una sonda, a una aguja de tejer, ni a un sucucho sórdido sin asepsia. Yo no deseaba ser madre forzadamente, no deseaba inscribir mi cuerpo en el orden simbólico de la maternidad por imposición[…]

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Pasaron muchos años, conocí gente nueva, ideas nuevas y he cambiado, pero lo que se mantiene intacto en mí y quien sabe de dónde me viene es que desde que tengo la mayoría de edad no admito que nadie se arrogue el derecho de legislar sobre mi deseo. […] Mi cuerpo, está visto es un objeto político sometido a tensiones ajenas a mí […] Las mujeres no somos un frasco para que otros observen como germina en nosotras la continuidad de un sistema de crimen y exclusión. ¿Qué vida hay durante la vida, qué mundo reproducimos con nuestros actos, un mundo de igualdad como punto de partida o como una promesa a plazo fijo?

«Acá señoras y señores por lo visto no se trata de debatir sobre límites de vida y muerte, porque si no tengo una pregunta para hacerles sobre todo a los que no han tomado posición: ¿qué significa para ustedes una mujer muerta? Acá se trata de aborto clandestino o aborto legal. El aborto existe, existió y existirá, legislen ustedes lo qeu legislen y sepan tristemente que si este proyecto fuera rechazado llevarán de por vida sobre sus espaldas a las muertas que de aqui en más produzca a industria del aborto clandestino».



 

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