El crimen del rugbier: por qué no se trata de violencia de género

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El pasado domingo 10 de septiembre, Julieta Silva, de 29 años, atropelló y mató a su novio Genaro Fortunato, de 25, en San Rafael, provincia de Mendoza. Desde algunos medios de comunicación se utilizó el crimen del rugbier para tergiversar, una vez más, la lucha feminista y afirmar que la violencia de género es una problemática que debe hacerse extensiva a los varones. ¿Qué es lo que esconde este planteo? ¿Por qué este crimen no es caso de violencia de género?



Julieta Silva y Genaro Fortunato, de San Rafael, provincia de Mendoza, tenían una relación hacía seis meses. La madrugada del 10 de septiembre, después de haber tenido una discusión, ambos salieron del boliche «Mona», ubicado la avenida Hipólito Irigoyen y El Chañaral, en el distrito de Las Paredes alrededor de las 5.30 hs.  De acuerdo a Infobae y otros medios, la fiscal mendocina Andrea Rossi avaló el testimonio del cuidacoches, el único testigo presencial del hecho, quien afirmó que Silva atropelló a Fortunato con su auto en un primer movimiento y luego dio un giro en U, impactando nuevamente contra el chico de 25 años, que era jugador de rugby.

Según lo relatado por Página 12, Silva quedó imputada por “homicidio doblemente calificado por el vínculo de pareja y su comisión por alevosía”, cuya condena puede valer la pena de prisión perpetua. Desde distintos medios de comunicación, el homicidio ha puesto nuevamente en escena el debate sobre la supuesta necesidad de hacer extensiva la problemática de violencia de género a los varones, relativizando el reclamo que lleva adelante el movimiento feminista en Argentina.

 Mezclando los distintos casos, las manifestaciones como el «Nadie Menos» tratan de desactivar un reclamo que incomoda cada vez más a los sectores de poder.

La discusión planteada desde los medios evoca el recuerdo de aquellas voces que, tras la masiva movilización de mujeres ocurrida particularmente durante el Paro Nacional de octubre de 2016, se alzaron con la consigna de Nadie Menos, intentando contrarrestar la lucha que lleva la bandera «Ni Una Menos», haciendo referencia a la cifra de hombres que pierden la vida todos los días. De esa manera, mezclando los distintos casos, se trata de desactivar un reclamo que incomoda cada vez más a los sectores de poder.

(Leer nota relacionada: Después del Miércoles Negro: las razones para no decir «Nadie Menos»)


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Foto: Gustavo Yuste


Sin embargo, lo repudiable del homicidio no debe obviar el elemento central que intenta visibilizar el feminismo: hablar de violencia de género es dar cuenta del rol de subordinación al que son relegadas las mujeres al interior de una sociedad machista, que las considera como objetos que no tienen verdadero poder de decisión. Implica que son agredidas, vulneradas y asesinadas solo por el hecho de serlo, porque existe una cultura que sustenta la violencia hacia el género femenino y lo estigmatiza a la hora de denunciar la vulneración de sus derechos.

Por ejemplo, el portal Urgente 24 se anima a escribir: «la sociedad nos enseñó que a la mujer ‘ni con el pétalo de una rosa’, pero del respeto hacia el hombre mucho nadie nos habló, por ende, y gracias a los estigmas sociales de que el sexo masculino es «el fuerte», muchos hombres no se atreven a denunciar casos de violencia de géreno, prefieren, sumidos en la verguenza y la violencia, cargar «su cruz» y permitir abusos por parte, en la mayoría de los casos, de sus parejas o ex parejas».

¿Por qué este crimen no es violencia de género?

La violencia de género se refiere a la agresión a otra persona -ya sea física o psicológica- simplemente por su condición de género, intentando reducirla, aprovechándose de una supuesta superioridad y dominación de un género sobre el otro. Ese tipo de violencia ha tenido a la mujer en un lugar secundario y es por eso que en Argentina se comete un femicidio cada 30 horas, donde los victimarios suelen tener en la gran mayoría de los casos algún tipo de relación con la víctima: parejas, exparejas, familiares, entre otros.

De esa manera, no todo asesinato de un hombre a una mujer entra dentro de esa definición, como por ejemplo el ocurrido durante un asalto. La violencia de género es una problemática mucho más amplia que tiene como punto final el asesinato de mujeres, pero que también engloba desde micromachismos hasta el acoso callejero, la diferencia salarial, el acceso al trabajo y a la educación, o las imposiciones que una sociedad patriarcal carga sobre el cuerpo y comportamiento de las mujeres.

En Argentina ocurre un femicidio cada 30 horas, donde los victimarios suelen tener en la gran mayoría de los casos algún tipo de relación con la víctima: parejas, exparejas, familiares, entre otros.

El caso del crimen contra Fortunato, repudiable como cualquier asesinato no puede ser considerado equivalente, por más de que se lo quiera forzar. El móvil del crimen no fue su condición de género, así como la victimaria no se aprovechó de su condición de «ser mujer» para cometer el delito. Mezclar los términos en estos casos no lleva más que a reafirmar antiguas y obsoletas posturas separatistas de hombres vs mujeres que, a priori, acorta el universo de géneros posibles a dos, cuando eso ha quedado demostrado, hace tiempo, que es arcaico.


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Cabe recordar, tal como señala La Asociación Civil la Casa del Encuentro, que el término femicidio es un reclamo político que llegó a su tipificación en la justicia y es la denuncia a la naturalización de la sociedad hacia la violencia sexista. El femicidio, como señalamos anteriormente, es una de las formas más extremas de violencia hacia las mujeres, es el asesinato cometido por un hombre hacia una mujer a quien considera de su propiedad, reducida a un objeto para su placer y realización. Así, la Casa del Encuentro lleva contabilizados, en 9 años, 2384 femicidios.

El femicidio es una de las formas más extremas de violencia hacia las mujeres, es el asesinato cometido por un hombre hacia una mujer a quien considera de su propiedad, reducida a un objeto para su placer y realización. La Casa del Encuentro lleva contabilizados, en 9 años, 2384 femicidios.

Querer equiparar cualquier tipo de asesinato intergénero a los reclamos de la lucha feminista es algo tan vil y distractivo que no hace más que desnudar posturas reaccionarias de quien pueda esgrimir un argumento tan endeble. Un Estado que siga mirando para otro lado y que muchas de sus instituciones sean un instrumento más que útil para el patriarcado, no hace más que agravar el problema.

Por último, los medios de comunicación, lejos de construir un debate en serio, prefieren tomar atajos efectistas que quitan la profundidad y solo provocan comentarios vacíos y mal intencionados. Mientras tanto, los derechos de muchas personas siguen siendo silenciados.



 

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