¿Por qué el «síndrome post aborto» es un mito?

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Luego del debate parlamentario se puede observar que, uno de los argumentos más recurrentes entre quienes se oponen a la legalización, es el del denominado «síndrome post aborto». Como si negarse al derecho de las mujeres a decidir fuera en realidad un favor, expositores generalizaron supuestos efectos que la interrupción del embarazo provocaría en las mujeres, sin ninguna otra clase de fundamento que experiencia propia y descontextualizada. ¿Por qué este síndrome es en realidad un mito?  (Foto: Nadia Díaz)



Lo que el debate en el Congreso demostró es que el discurso construido por quienes se oponen a la legalización del aborto gira alrededor de ciertos argumentos que se reiteraron a lo largo de las exposiciones. Uno de los más escuchados – y también de los más endebles –  es el del síndrome post aborto, un supuesto trastorno post traumático que, según mucho de los expositores, afectaría a gran parte de las personas que decidan interrumpir su embarazo, causando sentimientos de culpa, depresión, pánico, ansiedad e incluso tendencias suicidas. En todos los casos, las afirmaciones se basaron en la experiencia propia o bien en casos e informes descontextualizados y sin ninguna clase de reconocimiento médico o científico oficial.

En todos los casos, las afirmaciones sobre el denominado «síndrome post aborto» se basaron en la experiencia propia o bien en casos e informes descontextualizados y sin ninguna clase de reconocimiento médico o científico oficial.

“Yo voy a hablar de eso de lo que no se habla, de la mujer que sigue sufriendo”, dijo el psiquiatra del Hospital Posadas Juan José Cuadro Moreno al comenzar su exposición, para introducir luego los síntomas que, de acuerdo a su historia como médico son los síntomas de un síndrome invisibilizado provocado por “estrés post traumático”. Al igual que Moreno, muchos otros sentaron la misma posición, omitiendo en todo momento el contexto de clandestinidad en el que se encuentran las mujeres, así como también los cimientos de una sociedad machista que estigmatiza y condena el aborto por motivos morales y religiosos. Como si negar el derecho al aborto se tratara en realidad de un beneficio o una suerte de “favor” que se hace sobre la base de una generalización sin fundamentos. 

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Foto: China Díaz



“Es un reduccionismo hablar de ‘síndrome post-aborto’ cuando hay un montón de cosas en juego. Uno nunca sabe lo que cierta experiencia puede resultar para una persona. Puede disparar una diversidad de sentimientos, pero no podemos separar justamente que la Educación Sexual Integral no aborda la temática del aborto, o que las voces que más se escuchan son las religiosas, que supuestamente dicen no serlo, pero que repiten el mismo dogma y, en ese sentido, igualan aborto a asesinato”, comenta a La Primera Piedra la Licenciada Gisela Cassouto, coordinadora de la Red de Psicólgoxs Feministas. “Nunca se habla en todo caso de los riesgos de la maternidad. Una persona puede desarrollar una depresión por muchas otras cosas, no es que el aborto de por sí tenga indudablemente esa consecuencia”, agrega. 

“Nunca se habla en todo caso de los riesgos de la maternidad. Una persona puede desarrollar una depresión por muchas otras cosas, no es que el aborto de por sí tenga indudablemente esa consecuencia».

“Hay muchísimas mujeres que abortan y que lo hacen en perfectas condiciones de asepsia y con personal médico, o que lo hacen con misoprostol, y que no presentan en absoluto ninguna sintomatología posterior”, afirma en diálogo con La Primera Piedra el médico psiquiatra y psicodramatista, Enrique Stola. “El hecho de pasar un aborto no significa que la mujer va a tener consecuencias psicológicas por haberlo hecho. Hay otras mujeres que luego de interrumpir un embarazo en buenas condiciones médicas pueden presentar angustia y culpa, pero esto proviene fundamentalmente de la cultura y de la situación de clandestinidad en que nuestra sociedad mete a esa mujer cuando, si fuera legal, la situación sería diferente”, expresa Stola. “Detrás de todo eso está este oscurantismo que las iglesias han introducido en los cuerpos, de las represiones culturales y de este maltrato psicológico que históricamente sufrió la mujer”. 

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“Me parece un poco inocente y bastante perverso decir que hay un síndrome post aborto en este momento en Argentina, mientras esté penalizado y sea clandestino, porque en realidad las cosas con las que una se enfrenta en el consultorio es el relato sobre las condiciones en que el aborto es realizado y no el aborto en sí mismo: tener que ir a una clínica de noche, o tomar misoprostol a escondidas de la familia; no podemos separar eso en este momento. Al menos a mí no me ha llegado nadie con angustia por haber interrumpido su embarazo. Puede existir quien se arrepiente como también puede haber quien se arrepiente de ser madre”, dice Cassouto.


Foto: Nadia Díaz



“El síndrome no tiene ninguna fundamentación científica ni cultural”, sentencia Stola. “Cuando en la década del sesenta las feministas avanzaron y denunciaron el incesto paterno y filial y la violencia que se producía contra ellas en sus propias casas, haciendo visible que el lugar más inseguro para las mujeres, al menos en occidente, es el propio hogar, hubo una reacción fuerte por parte de los machistas, que inventaron el síndrome de alienación parental. Un instrumento de violencia de género dentro del poder judicial para sacar los hijos e hijas abusados a las madres que los protegen. De la misma forma, en la medida en que en los distintos países se fue dando la legalización del aborto, se fue produciendo la reacción machista y esto, en el campo de la medicina, implica desde denunciar a mujeres que transitan por una situación de aborto aunque sea espontáneo hasta inventar el síndrome post aborto”, afirma Stola.

En la medida en que en los distintos países se fue dando la legalización del aborto, se fue produciendo la reacción machista y esto, en el campo de la medicina, implica desde denunciar a mujeres que transitan por una situación de aborto aunque sea espontáneo hasta inventar el síndrome post aborto”, afirma Stola.

Quienes se apoyan en la teoría del síndrome post aborto se remiten también a la experiencia de otros países en los que ya se ha implementado la legalización, argumentando haber observado los resultados de los que hablan en mujeres que interrumpieron su embarazo. Los datos concretos lo desmienten, como sucede en el caso de Uruguay, que despenalizó el aborto en 2012 habiendo aplicado previamente una iniciativa sanitaria, logrando en conjunto reducir drásticamente la tasa de mortalidad materna y de abortos y convertirse en un modelo a seguir respecto a estas políticas públicas. «Dentro de nuestra experiencia, no hay evidencia en lo más mínimo de ese síndrome», afirma para La Primera Piedra el ex subsecretario del Ministerio de Salud, Leonel Briozzo. «Sí hay eventos relacionados con situaciones de angustia normales frente a una decisión compleja, como también la hay cuando se decide continuar con un embarazo y las cosas no salen como se pensaba».

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Foto: Gustavo Yuste



Gracias al trabajo activo de la militancia feminista y de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Seguro, Legal y Gratuito, el camino hacia la despenalización social comenzó mucho antes de que iniciara el debate parlamentario. Sacar el negocio de la clandestinidad a la luz y hablar a viva voz de lo que antes ni siquiera se podía mencionar, contribuyó a eliminar el estigma y la condena – externa y para muchas también auto impuesta – que la sociedad prefiguró sobre lo que en realidad es un derecho. Al respecto, Cassouto opina: «Para mí, lo mas grandioso  de este debate es que muchas personas que vivieron un aborto con culpa o llevaron este secreto por no poder comentarlo o vivirlo están entendiendo que no es asesinato, sino la puesta en práctica de un deseo subjetivo: el de maternar o no en ese momento».

El camino hacia la despenalización social comenzó mucho antes de que iniciara el debate parlamentario. Sacar el negocio de la clandestinidad a la luz y hablar a viva voz de lo que antes ni siquiera se podía mencionar, contribuyó a eliminar el estigma y la condena – externa y para muchas también auto impuesta – que la sociedad prefiguró sobre lo que en realidad es un derecho.

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El denominado «síndrome post aborto» – que tampoco figura en ningún manual de psiquiatría del mundo – se trata, entonces, de una generalización basada en la reacción de quienes rechazan la libertad de las mujeres sobre la base de una moral religiosa que configuró mandatos que están empezando a desmoronarse. Es mover esas estructuras que un gran sector de la sociedad creía inamovibles lo que molesta y conduce a buscar disciplinar a las mujeres mediante estos argumentos que también están comenzando a caer.



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