Revolucionar las escuelas: ¿cuál es la situación de la ESI hoy?

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En los últimos años, el feminismo ha cuestionado las bases de cada espacio social. Las instituciones educativas no escapan a esto: temas claves de educación sexual, como la diversidad de género, las violencias y el aborto, empezaron a poblar las aulas. Sin embargo, la realidad parece estar aún lejos de los cambios necesarios para desmontar la trama de violencias que sostienen la sociedad. Los contenidos establecidos por la Ley de Educación Sexual Integral siguen sin aplicarse efectivamente y, en muchos casos, son los y las estudiantes quienes exigen la inclusión de esta agenda.

Por Laura Verdile, Giuliana Sordo y Lucía De Dominicis



Durante el 2018, el debate sobre la legalización del aborto volvió a poner en el centro de la escena la demanda por la implementación efectiva de la Ley de Educación Sexual Integral (ESI). Mientras el proyecto se discutía en el recinto, los sectores que obstaculizaron la interrupción voluntaria del embarazo repetían una y otra vez la importancia de la educación sexual, pero fueron los primeros en oponerse a la hora de discutir modificaciones necesarias y urgentes de la normativa. A partir de argumentos religiosos y morales sobre los cuales se construyeron mitos peligrosos, se profundizó la cruzada contra los derechos sexuales y reproductivos. El ataque llegó incluso al interior de las escuelas: fueron varios los casos difundidos en redes sociales y medios de comunicación sobre grupos que intentaron evitar activamente la aplicación de la ESI.

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La ESI fue promulgada en 2006 y puesta en funcionamiento a partir del año 2008, con la creación de un programa nacional que estableció lineamientos curriculares. La normativa significó un abordaje integral de la sexualidad, contemplada desde una perspectiva de género. Sin embargo, a más de diez años de su sanción, su cumplimiento aún está lejos de ser efectivo, no solo por el progresivo desfinanciamiento que sufrió en los últimos años, sino también por la falta de acatamiento de muchas instituciones. Es por eso que el proyecto de reforma que comenzó a debatirse en 2018 es esencial: propone, principalmente, la obligatoriedad de los contenidos en todos los establecimientos públicos y privados del país, – descartándose la adaptación según “ideario institucional” -, la incorporación de su carácter “laico y científico” y la actualización respecto a las leyes sancionadas con posterioridad a su aprobación.

A más de diez años de la sanción de la Ley de Educación Sexual Integral, su cumplimiento aún está lejos de ser efectivo, no solo por el progresivo desfinanciamiento que sufrió en los últimos años, sino también por la falta de acatamiento de muchas instituciones.

A pesar de las fuertes oposiciones, el proyecto logró dictamen positivo en las comisiones de Educación y de Mujer en el Congreso, lo que implica que podría debatirse este año en la Cámara de Diputados. Fuera del recinto parlamentario, hay algo que es cada vez más evidente: el avance del feminismo ha permitido que temas que antes eran considerados tabú se divulguen colectivamente para romper con la ausencia de un Estado que no responde a las demandas de la sociedad. Más allá de las modificaciones legislativas, la exigencia por la aplicación efectiva de la ESI es cada vez más contundente. No solo es reclamada por madres, padres, docentes y autoridades, sino también por estudiantes, que entienden que la falta de información es la vulneración de un derecho.

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ESI en las escuelas

Hablar de Educación Sexual Integral es mucho más que el abordaje de contenidos estrictamente biológicos y reproductivos. La esencia de la ley es precisamente concebir al cuerpo como una construcción social y cultural, que contempla la sexualidad de forma transversal, desde aspectos psicológicos, sociales, afectivos y jurídicos.La ESI es importante no solo en el Secundario, sino en todos los ámbitos educativos, no se trata únicamente de relaciones sexuales, y ahí es donde creo que está el problema porque así es concebida”, cuenta Catalina. Tiene 19 años, se egresó del Colegio Nacional Buenos Aires y, como muchos adolescentes, encuentra carencias en los contenidos que le fueron brindados. “Siempre se habló solo de relaciones heterosexuales, nunca hablamos de consentimiento, de placer, o de situaciones de abuso. Siempre estuvo relacionado con métodos anticonceptivos y enfermedades cuando en realidad la educación sexual es más amplia que eso”, afirma.

La esencia de la ley es precisamente concebir al cuerpo como una construcción social y cultural, que contempla la sexualidad de forma transversal, desde aspectos psicológicos, sociales, afectivos y jurídicos.

Muchas de las experiencias de estudiantes de escuelas secundarias gira alrededor del mismo eje: la sexualidad enmarcada exclusivamente desde la anticoncepción, con información que incluso a veces resulta insuficiente. Así fue por ejemplo para María José: “En segundo año una profesora de Ciudadanía nos enseñó a poner un preservativo y eso es lo máximo que tuvimos respecto a relaciones sexuales. Lo único que nos ofrecieron fueron toallitas. En cuarto año tuvimos también la materia ‘Salud y Adolescencia’, pero fue básico. No fue algo significativo en sí porque eran cosas que ya sabía”, dice la joven de 18 años, del Colegio ENSPA de Avellaneda. Valentina, de 21 años asistió a la Escuela Media Nº14 y a la Escuela Media Nº7 de Luján, y tuvo una experiencia similar: “En sí se hablaba del preservativo masculino, obviamente siempre orientado a relaciones heterosexuales, pero ni siquiera estuvo la posibilidad de enseñarle al alumno cómo ponérselo. Se hablaba también de pastillas anticonceptivas, pero no de cómo se tomaban”, cuenta.

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La diversidad de género es uno de los temas que los lineamientos curriculares de la ESI contempla y que, sin embargo, en muchas instituciones, sigue sin incorporarse a la enseñanza.Básicamente lo que vivimos fueron algunas clases aisladas, con contenidos super básicos, siempre marcados por muchos tabúes, con pensamientos bastante conservadores”, dice Valentina. “Ni siquiera los profesores estaban preparados para dar las clases. Una vez, una profesora nos dijo: ‘Ahora no me permiten decir más que es una enfermedad, pero también existen relaciones que no son heterosexuales’, para luego comparar las relaciones heterosexuales y homosexuales con la funcionalidad de enchufes y adaptadores”, recuerda. “Esta desinformación se vuelve violencia porque ante la falta o el desconocimiento que puede haber personas con preferencias diferentes a las nuestras podemos caer en la discriminación de la persona que consideramos diferente a nosotres, agrega.

Al no existir una legislación que obligue a los colegios a brindar los mismos recursos y herramientas a todos los alumnos y alumnas, la posibilidad del acceso a una educación sexual consciente recae muchas veces en la responsabilidad de la persona docente a cargo y las indicaciones de la dirección de cada institución. “En nuestro colegio se da una materia a todos los cuartos que se llama “Salud y Adolescencia” que obviamente comprendía lo que tiene que ver con educación sexual. Ahí nosotros teníamos una profesora muy buena, que estaba muy informada y que creo que fue clave en nuestra formación de educación sexual. Por ejemplo, tuvimos que estudiar cada enfermedad de educación sexual para poder aprobar la materia y era una clase muy de debate. También la profesora le daba mucha importancia a recalcar que a mí me toca solo quien yo quiero”, ejemplifica Lourdes.



El feminismo como herramienta

En el último tiempo, el avance de los movimientos feministas ha despertado conciencias sobre las múltiples violencias sostenidas en la cotidianeidad y, también, sobre la importancia de contar herramientas que las erradiquen, fomentando desde la primera infancia el respeto, la equidad de género y el reconocimiento del cuerpo propio y ajeno. Este proceso interpeló con fuerza a las generaciones más jóvenes que participan activamente de las luchas y los reclamos. Hoy los pibes y las pibas están mucho más avanzados, los ves hablando de consentimiento, de deseos, de aborto legal, seguro y gratuito, con una información mucho más clara de lo que teníamos a esa edad, en un clima totalmente diferente, a pesar de que no fue hace tantos años”, comenta Valentina. “Personalmente, lo siento como un crecimiento y una soltura personal. Muchas de las cosas que atravesé pensando que me pasaban a mí eran cuestiones políticas y colectivas”, agrega.

Muchas de las experiencias de estudiantes de escuelas secundarias gira alrededor del mismo eje: la sexualidad enmarcada exclusivamente desde la anticoncepción, con información que incluso a veces resulta insuficiente.

De esta forma, el tabú que aún rodea a la sexualidad, contemplada desde una perspectiva biologicista, mantiene en las sombras cuestiones fundamentales para el respeto y la equidad y, también, para la salud pública. Uno de los puntos a destacar de la ESI es la inclusión del aborto como un derecho de las mujeres y personas gestantes. Aunque el tema también es mayoritariamente silenciado – cuando no es condenado – algunas instituciones le dan lugar. Lourdes, de 18 años, asistió al colegio Paula Albarracín de Vicente López y comenta: “En la materia Salud y Adolescencia fue donde surgió el aborto como debate en mi curso, antes de que explotara esa discusión en la sociedad. También conocíamos lo que era la ESI antes de que se comenzara a hablar de su cumplimiento, al igual que otras leyes que contienen derechos que tenemos que recibir. Debatíamos por qué se están incumpliendo estas leyes que son tan necesarias para el desarrollo humano y para poder decidir, porque sin conocimiento no están decidiendo absolutamente nada”.

Foto: Nadia Díaz

El feminismo me aportó una nueva manera de pensarme a mí misma y de pensar las relaciones con les demás. Mujeres y disidencias hemos pasado por situaciones de dominación pero antes quizás no podíamos enmarcarlas o darles una explicación que tuviera sentido, y ahí es donde el feminismo viene aportar una nueva forma de pensarnos, en relación con les otres”, dice Catalina. Ema, egresada también del Colegio Nacional Buenos Aires, de 19 años, comenta: “Creo que, si se están dando cambios en las formas de enseñar y en ciertas pedagogías, es por la demanda espontánea por parte de esos sectores más jóvenes y más militantes del feminismo, que están exigiendo que la perspectiva de género irrumpa y cambie transversalmente el eje de la educación como la conocemos hoy”. Desde lo personal, afirma: “El movimiento feminista me aportó un espacio de contención inigualable. Ya sabemos de qué podemos hablar con más comodidad, la desnaturalización de ciertas cosas que antes nos hacían sentir tan incómodas”.

En el último tiempo, el avance de los movimientos feministas ha despertado conciencias sobre las múltiples violencias sostenidas en la cotidianeidad y, también, sobre la importancia de contar herramientas que las erradiquen, fomentando desde la primera infancia el respeto, la equidad de género y el reconocimiento del cuerpo propio y ajeno.

Tanto Catalina como Ema son parte del grupo de alumnas de la promoción 2016 que, en el acto de egreso, denunciaron las violencias sufridas durante su paso por la escuela secundaria. Un acto poderoso, que puso en evidencia dos cosas: las herramientas de empoderamiento brindadas por un cambio de época y la falta de perspectiva de género que se encuentra presente en muchos ámbitos educativos, llevando a la naturalización de las violencias. “Sentimos la necesidad de resignificar ese espacio con esta educación feminista que nos define como personas, que nos hizo crecer y nos construye ahora como sujetos políticos, sociales, sexuales. Ya no somos las mismas chicas que padecimos esos abusos”, cuenta Ema. “En general, nos pasó que nos quedamos con mucha impotencia después de tantos años de haber soportado situaciones abusivas dentro del colegio, y creo que tiene que ver con estos cambios de forma de pensar que está atravesando la sociedad en este momento”, agrega Catalina.

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Además de la denuncia de los maltratos sufridos, uno de los puntos que exigieron en su discurso fue la educación sexual con perspectiva de género. “En este contexto, en el que los movimientos feministas estamos tratando de refundar las relaciones entre las personas, la ESI es clave, porque en el plano sexual es donde más se da una relación de desigualdad. Hay que tratar repensar las formas en que nos relacionamos sexualmente”, dice Catalina. “Hoy en día, nuestra sociedad encara la educación sexual de manera hipócrita, poco realista y muy violenta sobre todo. Es necesaria para cambiar la forma de relacionarnos que tenemos los seres humanos, que carece de respeto y humanidad, y también porque el saber es poder; es política y hacer política con nuestros cuerpos es lo mejor que podemos hacer para cuidarnos entre nosotros y construir relaciones más sanas en todos los ámbitos, ya sea sexo afectivo, amoroso, amistoso, profesional, educativo o el que fuera, afirma Ema.

Creo que la ESI es sumamente importante en todos los niveles educativos para que les pibes salgan informades de la escuela a la hora de tomar decisiones sobre su cuerpo, su sexualidad y su salud, para que aprendan a generar vínculos sanos y empáticos. Es fundamental hablar sin tapujos ni tabúes sobre métodos anticonceptivos y, también, para prevenir infecciones y enfermedades de transmisión sexual. Contemplar la ESI es crear una escuela más inclusiva y es hablar de un derecho que, al día de hoy, por argumentos morales o religiosos está vulnerado a pesar de que la ley rige desde el 2006, dice Valentina. “Creo que lo más importante es defender nuestras libertades, que la libertad pasa por la elección, por el poder elegir con información. Ahí es donde el colegio nos tiene que apoyar, nos tiene que dar estas herramientas, además del tiempo y los espacios necesarios para reflexionar sobre ciertos temas”, agrega Lourdes.

La reforma a la Ley de Educación Sexual Integral que este año se debatirá en el Congreso es esencial para garantizar que las bases ya fundadas se cumplan y establecer una base firme para que estudiantes de todos los niveles y en todos los sectores del país accedan a una formación igualitaria que les permita decidir en libertad. Mientras la posibilidad de acceso a la educación sexual esté marcada por decisiones institucionales, religiosas o morales, los y las jóvenes continuarán recibiendo información parcial y desigual que no permitirá avanzar hacia una sociedad consciente y formada en cuestiones de sexualidad, género y diversidad.


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