Los poemas de Esther Pineda G. se centran en una apuesta que desveló a muchas autoras y autores a lo largo de los años: combinar la denuncia política con la sutileza de lo estético. A lo largo de sus versos, esa disputa se da con diferentes resultados, recordándonos que cada batalla ganada no significa terminar una guerra. Con el filo de los adjetivos y el peso de los sustantivos como bandera, la autora venezolana aplica en la poesía lo que ya demostró en su fructífera carrera como ensayista y académica.
Sobre la autora
Esther Pineda G. nació en Caracas, Venezuela, en 1985. Es Socióloga, Magíster en Estudios de la Mujer, Doctora y Postdoctora en Ciencias Sociales. Escritora comprometida con el feminismo y el antirracismo. Entre sus más recientes publicaciones destacan Bellas para morir. Estereotipos de género y violencia estética contra la mujer (Prometeo Libros) y Morir por ser mujer. Femicidio y feminicidio en América Latina (Prometeo Libros). Poeta, autora de Resentida (Sudestada).
1 – Humanidad selectiva
¿De qué parte
del mundo
son las guerras
que te indignan?
¿Cuál es el idioma
de las víctimas
que te preocupan?
¿Cuál es la clase social
de los refugiados
que sí recibes?
¿De qué color,
son los muertos,
que te duelen?
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2 – La hora de los poetas
Son las 3 de la mañana
la hora de los poetas,
de nuestros consecuentes insomnios,
de nuestras palabras no dichas,
de nuestros tweets sin lectores,
de nuestros rencores ocultos,
de nuestros amores sin olvido.
Son las 3 de la mañana
la hora de los poetas,
de las voces en nuestras cabezas,
de los silencios
que intentamos acallar
con el sonido del lápiz en el papel,
o del teclado en el celular.
Son las 3 de la mañana
la hora de los poetas,
el momento
en que nos imaginamos
la vida que tendríamos,
de haber elegido
a la musa del poema
que dejamos partir.
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3 – Nadie nos dijo
A las mujeres
nos enseñaron a temer
del monstruo
en la oscuridad,
del enmascarado
en el callejón,
del desconocido
en la vereda,
del negro “sospechoso”
de la esquina.
Nunca nos dijeron
que nuestro peor enemigo
podía ser
un hombre de tu familia,
un amigo de tu casa,
el compadre de tu viejo,
el mejor amigo
de tu infancia,
el vecino intachable,
el alumno ejemplar
de tu colegio,
tu brillante
compañero de trabajo,
el padre de tus hijos,
el amor de tu vida.
Nadie nos dijo
que iban a violarnos
aquellos
a quienes conocemos,
que iban a violentarnos
aquellos
en quienes confiamos,
que iban a asesinarnos
aquellos
a quienes amamos.
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4 – La poesía I
La poesía
es el consuelo
de los oprimidos.
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5 – No me vuelven hacer odiar mi cuerpo
Soy un anti-estereotipo de belleza
una anti-miss
una anti-princesa.
Nunca he sido
ni seré un ideal,
nunca he sido
ni seré bella
según sus imaginarios,
sus medidas
sus colores
sus estándares;
por el contrario
soy todo lo que está mal
soy lo anti-estético
todo lo que nos dicen
que tenemos
que cambiar.
Tengo
una piel negra
oscura
y brillante
que me niego a blanquear,
un cabello muy rizado
que me resisto a alisar.
Tengo 37 años
cada vez más lejos
de los treinta,
y cada vez
más cerca
de los cuarenta,
y lo grito fuerte
porque me niego
a esconder mi edad
y, con ello,
mi historia.
Tengo manchas
en el rostro,
tengo ojeras
algunas
ya tatuadas por la vida,
el estrés
y el trabajo cotidiano,
tengo surcos
alrededor de mis labios
esos que nacen
cuando sonrío,
tengo rayas
en la frente
porque la vida
–para bien
o para mal–
no ha dejado
de sorprenderme,
tengo la marca
del ceño fruncido,
evidencia
de los momentos amargos
e injustos que he tenido
que atravesar,
tengo un hoyito
en una mejilla
que aparece
cuando sonrío con picardía;
nunca me he hecho
un lifting
no me he puesto botox
ni ácido hialurónico.
No me maquillo,
no por pureza feminista,
sino para poder llorar
sin miedo
a que se me corra el maquillaje
cuando aparece
la indetenible carcajada.
Tengo un cuerpo
que fue flaco
pero ahora,
con 70 kilos,
disfruto como nunca
la comida,
me niego a privarme,
rechazo
la sola posibilidad
de sentir culpa
por este cuerpo;
me rehúso
a hacer una dieta,
nunca he usado una faja,
no deseo hacerme
una lipo
ni una dermoescultura,
porque no soy,
ni quiero
ser escultural.
A mí
no van a venderme
sus porquerías,
a mi
no me vuelven
hacer sentir insegura,
a mí
no me vuelven
hacer odiar mi cuerpo.
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