Libros cruzados: dos novelas que duelen y esperanzan a la vez

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Era tan oscuro el monte (Mar Dulce, 2019) de la escritora argentina Natalia Rodríguez Simón y Siberia (Beatriz Viterbo Editora, 2020)  de la escritora ecuatoriana Daniela Alcívar Bellolio. Dos novelas con argumentos dolorosos cargados de oscuridad y luz a la vez. Dos novelas que convocan al lector a utilizar todos los sentidos; novelas que hieden, que gritan, que callan, que ocultan. 

Por Julieta Blanco*



Siberia (Beatriz Viterbo Editora, 2020) de Daniela Alcívar Bellolio narra la historia de una mujer marcada por la melancolía y el duelo. Una mujer escritora que comienza su relato en Buenos Aires y lo termina en Puembo. Una mujer errática y errante que tras la pérdida de su bebé debe reconfigurar los sentidos de su existencia. Abrazada por la desesperanza vuelve a su suelo natal, a la casa que habitaría junto a su marido y su hijo, para reencontrarse en los paisajes de su infancia y juventud.

Llevo en el vientre un hueco infinito de dolor. Un vacío literal de vida, ahí donde mi hijo hasta hace una semana nadaba olvidado de todo, tibio y lleno de futuro. Ahí: un hueco interminable de desesperanza. Ahí: perdida encarnada en el centro de mi cuerpo. Ahí: ausencia de Benjamín

Era tan oscuro el monte (Mar Dulce, 2019) de Natalia Rodríguez Simón narra la historia de una mujer migrante, cuyo nombre se desconoce, quien acompaña al padre de su “wawa” a un rincón poco esclarecido de la provincia de Buenos Aires. El relato se ve atravesado por las complicaciones que una deuda impaga le trae a esta mujer que parece no poder escapar de la violencia y la oscuridad que habita alrededor de su marido.

Tiene que contarle al Aldo todo lo que pasó, y también que se llevaron todo el dinero. Se pregunta cómo habrán sabido los hombres dónde guarda las cajas, y cómo no supieron que tenía algún cambio en el bolsillo del delantal para hacer más rápido con la clientela, que bufa si tiene que esperar. Todavía tiene que decir muchas cosas y no puede hablar. Las palabras se le hacen incómodas en la boca ahora vacía, rebotan y se estrellan unas con otras

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era tan oscuro el monte

Era tan oscuro el monte (Mar Dulce, 2019) de la escritora argentina Natalia Rodríguez Simón y Siberia (Beatriz Viterbo Editora, 2020)  de la escritora ecuatoriana Daniela Alcívar Bellolio


Ambas novelas se moldean en escenarios completamente diversos. Mientras que en Siberia se describen con detalle los cambios de paisajes, en Era tan oscuro el monte las referencias geográficas se nos presentan escurridizas. En el primer caso, la protagonista encuentra en los cambios de relieve la oportunidad para evadirse de la realidad; hacer foco en el cerro Pichincha, en el cielo, en el mar, en los árboles, en los animales, pareciera proporcionarle por algunas fracciones de segundo una manera de resignificar su dolor. En cambio, en Era tan oscuro el monte, el movimiento de los personajes es reducido; el cemento, los pasillos parecieran abrumar y enquistar el sufrimiento.

“Recorro la curva con la aprensión que me produce siempre el encuentro con espacios de otro tiempo. Esos paisajes guardan su reserva de ajenidad y encontrarla me excita levemente: quizá es placentero ver volcado en el mundo todo lo extraño que habita dentro, revolviendo la identidad y desordenando la vida” (Siberia)

Daniela Alcívar Bellolio construye una narración al hombro de su protagonista en una estructura que va al pasado y al presente, y sólo  presenta dos capítulos subtitulados. El primero funciona como una entrada de diario y relata el día en que pierde a su bebé. El segundo, cerrando el libro, se titula: “El mejor recuerdo” donde recrea en una escena repleta de poesía y belleza, un recuerdo bañado de deseo (o viceversa).

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Por su parte, Natalia Rodriguez Simón arma, en su primera novela, una narración polifónica, que recupera los distintos registros del lenguaje de los personajes así como sus maneras de mirar el mundo. En treinta y cinco capítulos breves, la autora logra sumergirnos de manera magnética en un relato que va y viene en el tiempo, intentando reconstruir los fragmentos de una historia signada por el desarraigo y el desamparo.

Dos novelas con argumentos dolorosos cargados de oscuridad y luz a la vez. Dos novelas que convocan al lector a utilizar todos los sentidos; novelas que hieden, que gritan, que callan, que ocultan. Dos novelas que duelen y esperanzan a la vez.

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Por Julieta Blanco*/ @brujulalectora


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