The Great: una serie que rompe con los moldes de las historias de época

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Con una trama que se balancea entre la comedia y el drama y un anacronismo que intensifica el humor, The Great ficcionaliza los primeros años de Catalina la Grande en la corte de Rusia, antes de convertirse en la mujer que llevó adelante un imperio. Ácida e ingeniosa, esta serie rompe con las estructuras propias de las producciones de época, pero sin dejar de narrar la historia de una mujer decidida a buscar el poder en la política monárquica del siglo XVIII.



Aunque las producciones de época y los relatos de monarquías son ficciones recurrentes, The Great viene a traer nuevos condimentos. La serie de Hulu, escrita por Tony MacNamara – co guionista de la premiada La Favorita – se toma licencias históricas para ficcionalizar los primeros años de Catalina “La Grande” en la corte rusa, antes de que se convirtiera en la mujer que llevó adelante la expansión de un imperio. La trama se construye sobre la base de anacronismos que agudizan el humor de esta comedia satírica y rompen con todo tradicionalismo a la hora de narrar la tiranía, las intrigas y los juegos de poder alrededor de la monarquía.

La trama de The Great se construye sobre la base de anacronismos que agudizan el humor de esta comedia satírica y rompen con todo tradicionalismo a la hora de narrar la tiranía, las intrigas y los juegos de poder alrededor de la monarquía.

Catalina, interpretada por Elle Fanning, es una princesa alemana que llega a Rusia con más libros que ropa entre su equipaje, para casarse con Pedro III (Nicholas Hoult), como resultado de un matrimonio arreglado. Sus ideales de amor romántico se ven rápidamente deshechos al conocer a un rey despótico, cruel y violento que la desprecia, al igual que la mayor parte de la corte. Su posición se le deja en claro desde el primer episodio: la palabra le es incluso negada, ella está ahí para continuar con la descendencia de Pedro y parir a sus herederos varones. Pero la ingenuidad y el pesar de lo que siente como un destino ineludible va transformándose de a poco en una oportunidad para aprovechar su posición y torcer el timón de ese mandato.




A partir de ese momento – y con las contramarchas propias de una comedia– se observa el crecimiento de esta mujer de 19 años y, en particular, su búsqueda de ambición y poder. Un factor problemático en todo período histórico pero que en este caso entra particularmente en tensión con el resto de los factores que sostienen el Imperio Ruso. Y es que Catalina busca derrocar del trono a su marido, quien se supone que –  en pleno absolutismo monárquico – encarna un poder divino en la Tierra, controlado de cerca por la Iglesia Ortodoxa y el Patriarca, que adivina sus intenciones. “Sé que Dios me puso en esta tierra para transformarla”, dice Catalina. “¿Y por qué entonces te hizo mujer?”, le responde su criada y confidente. “Por comedia, supongo”, replica Catalina en una de las escenas más ingeniosas de la serie.

El tono oscuro, introducido en clave humorística, muestra las vicisitudes de la época, donde las mujeres tienen prohibido toda clase de educación, y en donde la difusión de la palabra escrita representa para la aristocracia y la Iglesia un peligro que Catalina busca sortear. La futura emperatriz se abre paso en un terreno  frívolo, pero en el que se adapta para formar una identidad propia y ganar su lugar al frente de Rusia. Un instinto político que va desarrollando a la par de ideas progresistas que busca instalar contra todo pronóstico. Pero la serie se destaca no solo por su protagonista, sino también por poner sobre la mesa contradicciones y una sucesión de momentos incómodos manejados hábilmente con la sátira y el ridículo que caracterizan el toque afilado de su guionista.

The Great no es entonces cualquier otra serie de época. Su mérito está en ser una producción que rompe con los moldes acartonados propios de muchas representaciones históricas, pero que, de todos modos, logra darle voz a un personaje más que particular.

The Great no es entonces cualquier otra serie de época. Su mérito está en ser una producción que rompe con los moldes acartonados propios de muchas representaciones históricas, pero que, de todos modos, logra darle voz a un personaje más que particular. Con una estética y una trama que encuentra un equilibrio entre la versión pop de María Antonieta de Sofía Coppola y la oscuridad de La Favorita, de Yorgos  Lanthimos, pone en primer plano la historia de una figura esencial en la Rusia del siglo XVIII. Y con ella la relación entre la mujer y la política, una temática fundamental para representar rompiendo los patrones misóginos, que alimentaron las historias de quienes buscaron hacerse oír a lo largo del tiempo.



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