Después de Carmel: ¿cómo pensar el caso García Belsunce con perspectiva de género?

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El estreno de la miniserie documental «Carmel: ¿quién mató a María Marta?» en Netflix reavivó cientos de teorías y especulaciones alrededor de uno de los casos policiales más debatidos de la historia argentina: el asesinato de María Marta García Belsunce. Entre los múltiples interrogantes que plantea la serie, una de las pocas certezas que genera es la falta de perspectiva de género con la que se trató el caso en los medios de comunicación y cómo se instaló la idea de un «crimen pasional» para alimentar un show mediático sin precedentes. ¿Es posible analizar desde el presente el caso García Belsunce con mirada feminista?



La miniserie documental de Netflix sobre el asesinato de María Marta García Belsunce fue uno de los estrenos más esperados de los últimos meses: con el crecimiento de la popularidad del género true crime (series documentales que exploran casos policiales recientes con lujo de detalles) la llegada de una versión local captó la atención de un público diverso, ávido de repasar todos los argumentos, misterios e interrogantes de un caso emblemático argentino. A días se su estreno, los comentarios sobre la serie se multiplicaron en redes sociales convirtiéndose en el tema de debate indiscutido de la semana.

La miniserie consta de cuatro episodios de una hora cada uno que se dedican a analizar el asesinato de María Marta García Belsunce, ocurrido en el barrio privado Carmel en octubre del año 2002. Con una calidad visual de excelencia y una narrativa sólida, la serie reconstruye a través de testimonios y materiales de archivo la noche del asesinato, las diferentes teorías alrededor de lo que ocurrió y el posterior juicio que primero condenó y luego eximió de responsabilidad al marido de la víctima, Carlos Carrascosa.

La serie en su último episodio se detiene a hablar brevemente sobre el concepto de femicidio y cómo a comienzos de la década del 2000 aún no se entendía la violencia de género con el peso que tiene en nuestros días. La cobertura mediática del caso García Belsunce fue un show sobre el horror, el morbo y la completa violación de la intimidad de la víctima: se repitieron en los medios de comunicación teorías sin fundamentos creadas únicamente para llenar páginas de diarios y minutos de televisión y se creó un concepto muy repetido en el imaginario policial de la época: el «crimen pasional». Cuando los medios hablaban del marido de la víctima como culpable, se utilizaba ese término para posicionar al femicida como una persona que mata en nombre de la pasión, desbordado por sus sentimientos, poseído por una fuerza incontrolable. La muerte de mujeres como María Marta es, entonces, inevitable.

El caso de María Marta García Belsunce no fue el único femicidio teñido de crimen pasional en los medios de comunicación de la época. Otros casos emblemáticos como el de Nora Dalmasso o Rosana Galliano son recordados por haber sido manipulados por la prensa para presentarlos como el resultado de un crimen relacionado con la pasión desmedida. Recién en el año 2012 fue legislado el agravante por femicidio para la justicia, lo que significa que existe una pena mayor si se prueba que el crimen fue motivado por una cuestión de género. Que exista la carátula de femicidio no impide que más mujeres y personas trans sean asesinadas diariamente, pero permite que se hable de sus muertes desde otro lugar: ya no es solo un loco enamorado que asesina por pasión, sino una pieza de una estructura machista y patriarcal que oprime y cercena la libertad de las mujeres.

18 años después del asesinato de María Marta García Belsunce, aún no hay indicios de quién la mató ni por qué. Los medios de comunicación se han esforzado por mantener el tema vivo a costa de mentiras y teorías descabelladas que lejos están de haber aportado a la búsqueda de justicia. Ver el tratamiento mediático a través de los recortes que selecciona el documental parecen arcaicos en tiempos en los que tanto se habla de feminismo, pero muchos de los conceptos que se utilizaban en esa época se mantienen, quizás menos explícitos: cuando se da a conocer un femicidio en los medios hoy, se utiliza el término correcto y se informa protocolarmente sobre las líneas de ayuda contra la violencia de género, pero no se deja de señalar la vida personal de la víctima como parte de la explicación del crimen. Hasta que esta doble victimización no termine, aún estamos más cerca del crimen pasional que de una verdadera búsqueda de justicia.



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