Alejandra Pizarnik y una conversación entre poetas a través del tiempo

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“En el fondo yo odio la poesía. Es, para mí, una condena a la abstracción. Y además me recuerda esa condena”, escribió Alejandra Pizarnik en sus diarios. Con una obra ineludible, su voz sigue resonando directa e indirectamente en poetas de las nuevas generaciones, así como el acercamiento a su figura toma nuevos sentidos a 50 años de su suicidio. 

Por Tamara Grosso 



El 5 de agosto de 1955, Alejandra Pizarnik registró en su diario: “Lo que ocurre es que yo quiero saber el porqué de todo esto. Quiero saber por qué me atrae D. Quiero saber por qué nací. Quiero saber por qué es de noche ahora, por qué la vid se hace vino, por qué esta silla (¿quién la inventó?), por qué existe el lenguaje, por qué sufro tanto, por qué existe el olvido, por qué existe el mundo”. Ese día escribió mucho. Tenía 19 años.

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La edad en la que Pizarnik tomaba estas notas es la misma que muchas personas tenían (teníamos) cuando la leyeron por primera vez. El lugar enorme que supo construirse en la escena de la poesía y la literatura argentina hizo que su nombre sea uno de los primeros que se le puede ocurrir a une adolescente que quiere comprarse un libro de poesía o a alguien que se lo quiere regalar a une joven que se está interesando por la literatura.

La contradicción entre la imagen construida alrededor de algunas autoras como sufrientes en contraste con la personalidad llena de vida, humor e ironía demostrada en sus diarios o cuadernos no es algo que ocurra solamente con Pizarnik

Son muchas las poetas jóvenes argentinas que coinciden en que Pizarnik fue una de sus primeras lecturas de poesía, y también primera referente.  Malena Saito cuenta: “Mi tía me regaló su poesía completa, y a los 18 o 19 años me compré sus diarios. Ahí conecté profundamente con su obra. Yo tenía un prejuicio: que era depresiva, se había matado, y había algo que me parecía hermético en su poesía. En los diarios encontré, en cambio, algo que me hacía empatizar mucho con ella.  Me sorprendió muchísimo el humor, esa acidez que tenía, las charlas con los amigos, la preocupación por el lenguaje. Conecté mucho con ella desde esa escritura más de lo íntimo”.

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La contradicción entre la imagen construida alrededor de algunas autoras como sufrientes en contraste con la personalidad llena de vida, humor e ironía demostrada en sus diarios o cuadernos no es algo que ocurra solamente con Pizarnik, sino que puede asemejarse, por ejemplo, a lo que ocurre con autoras como Katherine Mansfield, de quien se construyó una imagen enfermiza que deja afuera toda una faceta de su escritura que tiene que ver con el deseo, el alimento, la escritura y la vida. Pizarnik leyó temprano los diarios de Mansfield. En 1955, anota: “He terminado de leer el diario de K. M. Me pregunto una sola cosa: ¿tengo vocación literaria?”.

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Alejandra Pizarnik

Alejandra Pizarnik


Flavia Calise también tenía entre 18 y 19 años cuando se acercó a la poesía de Pizarnik, de quien dijo en entrevistas anteriores que fue “su primer amor en la poesía”. En su caso, ese contacto inicial fue a partir de los diarios editados por Lumen.  “Creo que la había escuchado a través de algune profesore del colegio porque la había citado o nombrado en alguna clase y me impactó de manera directa. Corrí a comprar los diarios”. En 2021 Concreto Editorial Mientras te llamo diseño mi tumba, que reúne los primeros cuatro poemarios publicados por Flavia Calise, y el primero, justamente, es un diario. “Cuando los leí me sentí identificada, conmovida, triste. Y un poco estupefacta, porque no podía creer que alguien llegase a la profundidad del lenguaje de ese modo”.

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La intimidad es sin dudas un concepto clave para rastrear el vínculo entre la obra de Pizarnik y la de las, los y les poetas argentinos que la sucedieron. Alicia Genovese, poeta y autora de, entre otros muchos ensayos, el libro La doble voz, inevitable bibliografía para quienes estudian la poesía argentina escrita por mujeres, plantea una genealogía en la cual considera los nombres de Alfonsina Storni y Alejandra Pizarnik como ineludibles por la línea trazada en sus obras en torno a lo íntimo, que también les valió ser tratadas con un tono peyorativo: “cuando se habla de Storni se la nota intimista y subjetiva, cuando se habla de Pizarnik, dentro de una generación en la que irrumpe la poesía coloquial y politizada”.

Alicia Genovese, poeta y autora de, entre otros muchos ensayos, el libro La doble voz, inevitable bibliografía para quienes estudian la poesía argentina escrita por mujeres, plantea una genealogía en la cual considera los nombres de Alfonsina Storni y Alejandra Pizarnik como ineludibles por la línea trazada en sus obras en torno a lo íntimo

Sin embargo, ese trato de la crítica no logró evitar que ambas fueran leídas desde entonces y hasta la actualidad y fueran infaltables en las bibliotecas de cualquier poeta. “La influencia de Alfonsina Storni es muy marcada en las primeras décadas del siglo hasta el cuarenta, inclusive. A partir de la década del sesenta la poeta cuyos textos comenzarán a atraer como un imán a otras poetas es Alejandra Pizarnik, una atracción que continúa en los ochenta y aún hoy”, escribió Genovese en 1998.

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Malena Saito coincide al señalar a Pizarnik y Storni como dos poetas indispensables y que sin embargo fueron desvalorizadas y recuperadas más de una vez: “Sufrió lo mismo, creo, que Alfonsina Storni, que fueron marcadas como locas suicidas y hubo mucha distancia de mi generación con esas poetas; decíamos no queremos ser Storni, no queremos ser Pizarnik, no estamos locas, no nos queremos morir. En ese sentido, no sé cuán marcada está su voz en nuestras generaciones; pero obviamente yo creo que gran parte de las que escribimos poesía se lo debemos a las poetas que nos precedieron y sobre todo a ella”, reflexiona.

Para Flavia Calise, la vigencia de la poesía de Pizarnik y su influencia en las generaciones actuales de poetas tiene que ver con que sus temas y su sensibilidad les interpelan de forma directa: “Creo que Alejandra siempre va a ser contemporánea porque aborda cuestiones que son humanísticas”, comenta. “Si me tengo que poner específica diría que la desazón, el sentirse que no encajaba en ningún lado, algo de lo pícaro en lo social, como la anécdota de ella fingiendo un desmayo para no saludar, tienen que ver con lo que produce, por ejemplo, la hiperconectividad en términos más actuales”.

En ese sentido, Calise cree que esa no es la única temática que interesaba a Pizarnik y ahora interpela a los milennials: “Ella hablaba mucho acerca de la depresión, nombrándola o no, y creo que hoy por suerte se habla de la salud mental. Y algo más que se me ocurre en relación a lo contemporáneo y Alejandra es la espera, ella siempre estaba esperando algo y por eso se generaba la ansiedad  o la tristeza”.

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Una muy buena opción para recordar a Pizarnik a 50 años de su muerte es escuchar el capítulo “Condesa sangrienta” dedicado a ella por el podcast Mostras, creado por los poetas Inés Kreplak y Patricio Foglia que recorre las vidas y obras de las mayores maestras argentinas de la poesía.  Son solo 20 minutos en los que se pueden escuchar las anécdotas célebres y desopilantes de Fernando Noy, inseparables del retrato de la autora,  datos aportados por Cristina Piña, su primera biógrafa, lecturas de poemas imperdibles, y extractos de la voz de Pizarnik en su único registro conocido, en el que lee el poema “Escrito con un nictógrafo” de Arturo Carrera.

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Kreplak es también otra escritora que reconoce haberse acercado a Pizarnik como una de sus primeras lecturas: “Mi primera aproximación a la poesía de Pizarnik fue, como en muchos casos, en la adolescencia. No puedo rememorar exactamente qué sentí cuando la leí”, cuenta. “Lo mágico fue que, a pesar de no captar demasiado la profundidad o las distintas capas de sentido, desde la primera lectura me transmitieron siempre esa sensación de intensidad, de desborde que solo se contiene por la precisión con la que trabaja la materialidad de las palabras.” Y remarca que su lectura le sigue resultando intensa: “Tengo que leerla con cierta precaución, en dosis moderadas porque su poética tiene un efecto envolvente en mí, como si quisiera tomarme y llevarme con ella”.  

En cuanto a su influencia, Kreplak la considera también una imprescindible: “Me resulta difícil que alguien interesado en escribir o leer poesía prescinda de acercarse a su obra. Pero, a veces, se conoce más el personaje que la obra y se subraya más su muerte que su vida. También puede que haya, en algunos casos, una lectura veloz e injusta de su poesía como si solo se tratara de una posición de enunciación afectada y sufriente.” Y también señala que es una referencia más allá de las modas o los estilos de época: “Puede haber muchas personas que intenten emular su voz poética aunque no es el tipo de poesía «de moda» en la actualidad, como también cuentistas que quieran imitar a Borges o jugadores de fútbol que quieran imitar a Maradona”.

«Tengo que leerla con cierta precaución, en dosis moderadas porque su poética tiene un efecto envolvente en mí, como si quisiera tomarme y llevarme con ella”-Inés Kreplak

La autora de Otra pieles también también hace hincapié en la importancia a la hora de leer a Pizarnik desde el presente mediante su relación con el surrealismo: “En su literatura hay mucha influencia de las vanguardias, sobre todo del surrealismo -en su modo de construir su imagen de poeta maldita- y también una influencia epocal, y contextual, del psicoanálisis, sin embargo la voz poética de Pizarnik trasciende cuestiones generacionales”. Los diarios de Pizarnik abundan en referencias a lecturas de surrealistas como Bretón, Artaud, Rimbaud o César Vallejo, con su relación ambigua con el movimiento. 

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Otra constante en los diarios de Pizarnik son sus reflexiones acerca de su relación con la escritura, a lo largo de toda su vida. “Si el escribir fuera lo mío no estaría siempre con esta seguridad de que lo principal de cada uno es indecible”, puede leerse, o “En el fondo yo odio la poesía. Es, para mí, una condena a la abstracción. Y además me recuerda esa condena”.

Por otro lado, abundan las líneas que demuestran el trabajo y oficio que siempre aplicó a su obra: “No veo el libro. Corregí cuatro poemas. Presiento que necesito crearme un nuevo método (o sistema) de reparación o corrección o recreación del poema” o “Encuentro una hojita donde hace unos años escribí mis temas: 1. El espacio. 2. El doble. 3. El humor. 4. El poema en prosa. Nada de lo que publiqué hasta ahora me expone. He suprimido mis temas centrales: – el orgasmo – poesía y orgasmo – el rol del padre – la muerte del padre – el padre y el príncipe de los cuentos para niños – la madre como plañidera – la madre como danzarina – la madre como telón de fondo que oculta la figura del padre […]».

Tal vez esas preocupaciones universales de los escritores y escritoras hagan que siempre siga siendo posible un dialogo entre ella y las siguientes generaciones, por más que puedan cambiar las preocupaciones, los temas y las modas, el traspaso no puede detenerse.

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Por Tamara Grosso 


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