Un sinónimo para la palabra amor: dos cartas entre Tamara Grosso y Gustavo Yuste

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Todos los sábados, Tamara Grosso y Gustavo Yuste se intercambian cartas en donde le dan vueltas al amor como palabra, como sentimiento, como experiencia de vida. Podés recibir el newsletter Un sinónimo para la palabra amor haciendo clic acá y suscrbiéndote con una colaboración mínima por mes para ayudarnos a seguir haciendo nuestro trabajo. A continuación, las dos primeras entregas para que empieces a tomar ritmo. 



10/10/2020

Hola Gus, hola todes.

Estoy contenta de empezar este experimento porque siempre me gustó leer cartas pero nunca las escribí. Una de las primeras cosas que leí en la vida −no recuerdo ni el título, pero sé que era un libro que me habían comprado en el supermercado como premio por portarme bien− fue una novela con formato de intercambio de cartas entre dos amigas adolescentes. Estoy segura de que el contenido ahora me horrorizaría y que esos libritos eran parte de una educación sentimental muy cuestionable. Pero es lo que tenía para leer. La tapa era plateada con el dibujo de un sobre adentro de un corazón rosa, si no recuerdo mal.

Cuando de más grande descubrí los libros de correspondencia entre escritores, me empecé a preguntar qué iba a pasar con las generaciones más jóvenes, si en el futuro iban a publicar libros de sus mails y sus chats. De sus mails supongo que no porque, por lo menos los que mando yo y me mandan a mi, son muy aburridos. ¿Pero va a existir un libro de “los whatsapps completos entre Siri Hustdvet y Paul Auster», o «entre Patti Smith y Bob Dylan” alguna vez?

No sé si los whatsapp van a sobrevivir lo suficiente para eso, pero creo que hay escritorxs reinventándose y escribiéndose cartas “a propósito” para ser leídas en público y me gusta jugar a esto.

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Un sinónimo para la palabra amor

Un sinónimo para la palabra amor


Otro motivo por el que tenía muchas ganas de empezar con este intercambio es porque nosotrxs dos, desde que empezó la cuarentena y estamos 24 hs en el departamento juntxs, no nos escribimos. Y antes, aunque ya vivíamos juntxs, nos escribíamos por whatsapp un montón, ¿te diste cuenta?

Por escrito es mi forma favorita de comunicarme, lo debés saber después de todos estos años. Te lo debo haber dicho también. ¿O no? Me pasa eso con lo que digo en voz alta, me lo olvido. En cambio cuando escribo siento que soy mucho más eficiente.

El año que fui a la psicóloga me la pasaba diciéndole que yo escribo los mejores mensajes de texto del planeta y que mis personas favoritas son las que me responden a la altura, o jactándome de que mis amigas me piden que les redacte los mensajes importantes de amor y de separación.

También le decía a la psicóloga algo más oscuro: que si no hubieran existido primero el msn y después el mensaje de texto y el whatsapp, yo nunca hubiera logrado socializar con alguien. Enamorarme y que se enamoren de mí menos que menos. El amor en voz alta es impensable para mí.

Me acuerdo de cuando le dije esa frase, fue una de las últimas veces que fui. A veces pienso en volver solamente para eso: para que cuando le hablo y no me responde se me ocurran frases buenas.  ¿Está mal pagar el psicólogo por diversión, como se paga Netflix?

Bueno, hablando de amor y psicología, creo que llegamos al punto. Venimos charlando de esto que ya no queremos llamar amor y no tenemos otra palabra disponible para hacerlo. ¿La vamos a inventar? No sé qué vamos a hacer, pero seguro que por escrito va a haber más chances de adivinarlo. Por escrito y en público, porque esto que necesitamos nombrar nos excede, excede a cualquier conjunto de dos personas, creo que nos interesa hablar de eso y hacerlo en lo efímero de una conversación y para nosotros mismos no va de la mano con lo que queremos decir. 

Ese párrafo críptico de acá arriba se lo haríamos borrar o modificar a alguien a quien le estemos ayudando a editar un texto. Pero esto no es un poema, ni un ensayo ni nada, voy a dejar eso que es lo que me sale. Te dejo a cargo de editarlo o darle más forma cuando respondas, en todo caso.

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En fin. Voy a terminar la carta de hoy contándote algo sobre el amor que nunca te conté, y va a ser una introducción, porque me propuse esto para estas cartas: los sábados cada 15 días voy a contarte por lo menos una cosa que no te haya contado todavía -porque me daba vergüenza, o porque lo postergué para otro momento, o porque no había pensado en eso hasta ahora. O por cualquiera de los motivos que alguien puede tener para no contar ciertas cosas.

Me puse a pensar si después de tantos años había cosas que no te había contado −y que quiera contar ahora; y además en público− y sí. En diez minutos se me ocurrieron infinitas. Me quedé sorprendida de tanta capacidad de esconder y desesconder pensamientos según convenga.

Bueno, esto es lo que te voy a contar hoy, y nunca te conté a vos −ni a nadie− porque me daba vergüenza, aunque ahora no me la da. Durante varios años pensé en hacer la tesis de la facultad sobre el amor. ¡Pensé que podía resolver el tema de no saber qué considerar amor y terminar una carrera al mismo tiempo! Qué lindo ser joven. Y llegué bastante lejos: hice un trabajo práctico de una materia al respecto. Y además me saqué un diez. Espero tenerlo guardado en algún drive así puedo poner algún fragmento en la próxima carta, quiero ver qué pensaba en ese momento, cuando me parecía que podía resolver los siglos de significado que carga la palabra amor en una monografía, y leerlos ahora. Quizás no difiero tanto.

Me acuerdo que citaba a Erich From, que si no me acuerdo mal decía algo sobre el amor y el esfuerzo que me parecía muy acertado y que no sé si ahora encontraría opresivo. Voy a hacer mi tarea de buscarlo para dentro de dos semanas. Y no me acuerdo de ninguna cita más porque me parece que eran todas muy forzadas −creo que metí con forceps a Marx, y a algunos más que estaban en el programa de la cátedra−.

No me acuerdo cómo se llamaba esa materia, pero sí que el profesor era el mismo que de un seminario de historia del arte que cursamos juntos unos años más tarde, y que hace poquito nos encontró en Twitter y nos preguntó si nos habíamos conocido en su materia. Creo que lo decepcioné diciéndole que no.

Hay muchos ensayos sobre el amor que sí me parecen muy interesantes, igualmente. Como la colección (H)amor de la editorial Continta me tienes, esa que compramos cuando nos fuimos de viaje.

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Un sinónimo para la palabra amor

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Qué bueno que volvimos esa vez a la librería a comprar el último cuando nos fuimos de viaje en el verano, si no andá a saber cuándo lo hubiéramos podido volver a conseguir. ¿Te acordás del verano? Nunca nos hubiéramos imaginado nada de lo que pasó este año. Como pasar 24 horas juntxs todos los días de la semana y aún así tener que empezar un experimento de escribirnos en público para poder hablarnos.

Bueno, terminé esta carta y no terminé lo que tenía que hacer antes de la carta, que era escribir un mensaje de dos líneas que no tengo ganas de enviar. En esos casos me gustaría que existiera la telepatía, y solucionar rápido esas conversaciones burocráticas. En otros casos no: si existiera la telepatía y pudiéramos explicarnos sin trabas cosas como las que traté de decirte en esta carta, el mundo sería muy aburrido.

Me voy a escribir ese otro mensaje.

Y espero tu respuesta.

¿Qué digo acá? ¿Te amo? ¿Dejo el espacio para la palabra que inventemos? ¿Digo, como decía por msn a los 15 a las personas por las que no sabía lo que sentía “te jfdskfhkdsjfhdsjkfhs”?

Te hfjdsfhkjsdafhd.
Hasta el sábado,
Tami.



17/10/2020

Hola Tami, hola a todes.

Siempre quise escribir cartas. También recibirlas, leerlas, tomarme el tiempo para contestarlas, dejar que decanten los sentidos, los tonos. Cuando pienso en la comunicación que tenemos ahora, con la inmediatez del whatsapp, lo que me asusta es la falta de tono. Entonces nos vemos obligados a sobrecargar los mensajes: emoticones, stickers, “jajaja” innecesarios e incluso usar y abusar de los mensajes de audio para que se entienda que no estamos enojados. O que sí lo estamos.

Ahora bien, como la gran mayoría de las cosas que quiero, siempre quedan truncas, por la mitad o no dando los resultados que uno quisiera. Desde hace muchos años que le propongo a distintas personas intercambiar mails que hagan las veces de cartas: salvo por la caligrafía en el sobre y, en el mejor de los casos, en la carta misma, tienen el mismo espíritu. El tiempo para pensar, borrar, reescribir, tachar con la mente. Además, cuentan con la ventaja de que no se van a perder en un depósito o va a ir a parar a un vecino aburrido que en vez de devolverla va a fantasear con nosotros. Bueno, quizás alguien que no quisiéramos que leyera esto puede estar revisando nuestros mails, pero no creo que al algoritmo le importe buscar un sinónimo para la palabra amor.

Sé que no te gusta esta comparación, que ya se usó mucho, pero siento que esta vez vale la pena: se suele decir que los esquimales tienen entre 40 o 50 palabras para nombrar la palabra “nieve”. Hay muchos poemas que utilizan esa imagen, algunos muy lindos. Este dato te va a interesar: en realidad eso es mentira, de hecho tienen apenas tres. Es más, no existe tal cosa como “el idioma esquimal”, sino que cuando se tomó ese dato se habían registrado a familias de lenguas diferentes. Pero más allá de ese dato preciso, hay una cuestión en la que me quiero detener: ¿no podríamos hacer lo mismo con la palabra “amor”?

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Un sinónimo para la palabra amor

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Copio y pego las tres palabras existentes para hablar de la nieve:

*qaniɣ (“nieve cayendo”)

*aniɣu (“nieve caída”)

*apun (“nieve sobre el suelo”).

¿No sería justo que al menos existieran tres palabras que significaran “amor cayendo”, “amor caído”, “amor sobre el suelo”? La primera debería dejar constancia del momento de mayor pasión, como cuando se sale a ver la nieve, a recibirla, a dibujar formas sobre ella, incluso un poco desabrigados. “Amor caído”, en cambio, debería hablar de el amor que se cosecha, que se almacena y se gasta de manera inconsciente, que forma parte de nuestro día a día. Por último, “amor sobre el suelo” sería la forma de nombrar ese amor que no tiene devolución, que ya se dio y del cual solo quedan los envases vacíos acumulándose en el patio, acumulando polvo, hormigas, rocío.

Acá surge otra pregunta: ¿se puede solo amar en presente? ¿No hay una palabra para hablar de lo que ya pasó sin rencor, sin arrepentimiento, sin dolor? Existe la melancolía, pero no es lo mismo. Quiero decir, todos podemos hablar del “amor cayendo” e incluso del “amor caido”, ¿pero del “amor sobre el suelo”? Hay un poema de Ioshua muy lindo, que se llama “Los nenes con los nenes”, y termina así: Siempre voy a quererte/ Después me di cuenta. Eso es, para mí, amor caído sobre el suelo.

Lo interesante, Tami, y creo que en esto coincidimos desde el principio, es que el amor, como la nieve, se da en esos tres momentos en simultáneo: cayendo, caído, sobre el suelo. No puede ser, entonces, que solo exista una palabra para hablar de eso. La nieve se acumula y también se derrite, cae sobre más nieve, congela algunos tipos de vida pero después les permite revivir. Fito Páez, en el disco más vendido de la historia del rock nacional, habla de “El amor después del amor”. A mí me gusta pensar en la idea del “amor durante el amor”, un movimiento constante, como nieve que cae a pesar de que ya haya nieve caída y nieve sobre el suelo. No viene a ocupar el lugar de otra cosa, viene a convivir, a complementarse: un festival de distintos tipos de nieves.

Volviendo a Fito, por fuera de ese disco hay una canción más vieja que se llama “Las cosas tienen movimiento”, en donde en un momento canta algo similar al poema de Ioshua que te mencioné antes: “Tanta inmensidad, perdidos de verdad aquí/ Y es que siempre estarás/ Siempre estarás en mí”. ¿No pasa eso con la nieve cuando se derrite? ¿No pasa a formar parte de las cosas? ¿Cómo se nombra algo que está y no está al mismo tiempo?

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Respondiendo a tu carta, hay una idea hermosa en esa ilusión de terminar una carrera y explicar el amor al mismo tiempo. La juventud es un filtro peligroso pero necesario. ¿Querés que seamos jóvenes para siempre? Digo, para mantener la idea de peligro. Porque el amor para mí siempre fue peligro en el concepto menos trágico de la palabra, pero no por eso menos filoso. Por ejemplo, podría decir que el amor es sobre todo duda. Otra vez, como la nieve: ese espectáculo blanco también puede dejarnos varados en medio de una ruta sin posibilidad de retorno ni de llegada. Una suerte de limbo de los sentimientos.

Yo también leí el libro de Erich Fromm que mencionás, sería interesante retomarlo y ver si sigue siendo actual. Algo similar me pasa con algunos poemas que me encantan o con algunas canciones: a pesar de que reproducen cosas en las que ya no creo, todavía pueden hacerme llorar. Una vez nos pasó algo genial, ¿te acordás? Siempre fantaseamos con hacer una versión musical de “Ya no”, ese poema crudísimo de Idea Vilariño y cantarlo por sorpresa en los karaokes, en fiestas, en cumpleaños…¡incluso en fiestas infantiles! Una noche, no me acuerdo si era una fecha de poesía en la que leías vos o yo, una cantante lo hizo por nosotros. “Ya no te veré morir”, acompañado de acordes y de tono de voz, una forma sutil de cantarle al desencuentro, a la nieve sobre el suelo…

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En fin, esta carta se me descontroló. Y eso me alegra: es como si hubiéramos estado en un bar, dejando que la conversación fluyera, pasando de temas serios a ridiculeces como la vida misma. Puedo decirte, tal vez, que no importa la forma en la que se presente la nieve, me gustaría tirarme sobre ella y hacer un dibujo. No un angelito, algo distinto; algo que solo vos entiendas.

Te nieve cayendo, pero también sobre el suelo.
Hasta el sábado
Gus.


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