Inéditos: cinco poemas de Catalina Reggiani

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«Un secreto es un refugio,/ puede ser incómodo», se lee en uno de los poemas de Catalina Reggiani y que van a formar parte de su primer libro Algarabía (Concreto, 2021). Con una voz que reflexiona en movimiento, que pone en imágenes sentimientos que no siempre son fáciles de trasmitir y que logra hacer un pasaje de lo cotidiano a lo imaginario, los versos de esta autora nacida en 1997 logran uno de sus objetivos explícitos: incomodar a quien los lea. / Foto: Federico Ciccone. 



Sobre la autora

Catalina Reggiani nació en La Plata en 1997. Cursa la carrera de Edición en la UBA. Es parte de Lubi, una productora de podcast que explora la vulnerabilidad, y coordina el newsletter del Club de poemas. Algarabía es su primer libro.

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1.

El ronroneo de mi casa
es una heladera que,
aunque nueva, fue siempre
ruidosa.
El ronroneo de mi casa son las copas que vibran arriba
de esa heladera
y titilan.
Tiene el tin que hacen
tus manos lavando los platos
cuando te veo la nuca y…
Pero no, el ronroneo de mi casa
es el ventilador del colegio de al lado
que zun que zun
que suena y la profesora que me
enseña, de nuevo, logaritmos
sin éxito.
El ronroneo de mi casa
se me enrosca atrás
de las orejas cuando lo único
que me separa de las horas libres
es una cortina
que si me verán, si no, si cuándo.
Lo escucho,
al ronroneo de mi casa.
Se me ponen los pelos de punta,
los pelitos de las piernas,
soy un pollo cuando después
del timbre que suena siempre
a la noche siempre
entre las doce y las doce y diez,
entre el camión de la basura,
entre las palomas que toman
el territorio que no domino;
se me ponen
los pelitos
de punta
así
mirá
si entre el ronroneo de mi casa
que me arrulla y me acostumbra
a este llano sonoro
aparece algo
peor que una voz
o un movimiento inesperado
en el piso que es mío y sé
que es tan silencioso.
Como cuando todos
los animales de la selva hacen una pausa
en el jolgorio para escuchar el peligro,
así, el ronroneo de mi casa
se aquieta y la piel se eriza
alerta.

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2.

Un secreto es un refugio,
puede ser incómodo.

Un secreto tiene que ser incómodo
como un refugio:
la realidad temporal
no está hecha a medida.

Un secreto de a uno
no es secreto, es pensamiento.
Hacen falta dos
para poner un techo de palabras
y conectar la garrafa
que permita cocinar la noticia.

Un secreto es una noticia
en el pasado.
Una noticia es un secreto
en el futuro.

Esto es un secreto
Te invito a este refugio a medio construir
a esta noticia primitiva
Quiero que estés incómodo.

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3.

Mirá cuando la marea suba y nos lleve.
La noche no nos va a dejar enterarnos.
Si estuviéramos atentos, quizás,
si alguno pegara la oreja al piso,
pero pensamos en otras cosas
y sabemos que nada malo puede pasarnos
salvo.
Mira cuando la marea suba y nos lleve,
canto pri esa agua viva de almohada
que ya es de noche y espero
que el agua que llega me arrulle.
Quién de nosotros se va a hacer amigo
de los berberechos.
Quién va a construirnos una casa en el fondo.
Quién va a cantar las canciones que funcionan
como fuego y dejan lejos
a los tiburones.
Mirá cuando la marea suba y nos lleve
y tengamos que dejar de preocuparnos
por las cosas terrestres,
solo flotar y sacar branquias,
solo convencer a la reina de las algas
de que podemos convivir con ellas.
Volvernos largos y unirnos
a otras formas de decir las cosas.

Pero,
“Mirá cuando la marea suba y nos lleve”
dijiste, y después
“Ojalá que nos deje en casa”.

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4.

Mirá cómo creció esa planta de bidones.
Pensar que fue ayer
por pura curiosidad
por puro ver pasar
el tiempo o la tarde
que hicimos patito
con una tapita azul de villavicencio.

En esos días el agua no corría
como corre el agua cuando pensamos
en agua que corre.
Era ácida, era turbia,
la escupían las canillas de la casa,
traía el eco de una fuente indigesta.
En esos días el agua que tomábamos
vivía embotellada.

Como la algarabía pegajosa
que florece en verano donde solo veíamos
los restos de un camino apenas transitado
la planta de bidones creció de la basura
para colorear el paisaje a nuestras espaldas.

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5.

Durante las primeras tres horas del día
ocurren las desgracias.
Abro los ojos
pesadilla, contractura en puerta
Abro los ojos
y una grieta nueva, desconocida, amenaza
el refugio indestructible.
La pared que me separa del mundo,
que vela por mi sueño,
destruida por el hogar de un montón de palomas.
La victoria definitiva.
El resto de la noche avanza con calma.
Lo cierto es que la casa se sostiene desde antes que yo la habite
y si prometo mirarla con cuidado
seguirá en pie incluso cuando me vaya.

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