Ian Curtis: entre el talento, la enfermedad y el machismo

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La reciente publicación de Touching from a distance. Ian Curtis y Joy Division (Dobra Robota, 2017) de Deborah Curtis, viuda del músico, pone a la vista las múltiples facetas del cantante que dejó letras inolvidables y un cadáver joven y bonito que ayudó a acrecentar su fama. Pasando por momentos musicales, clínicos y de denuncia de actitudes patriarcales, este libro da una visión de 360° que ayuda a desconfiar de todos los pósters de la adolescencia. 


«Sin que me me diera cuenta, rápidamente comenzó a manejar mi vida»

La música en general, y el rock en particular, es una máquina de generar sus propios dioses. Las muertes precipitadas de figuras consolidadas o jóvenes promesas no hacen más que acelerar ese mecanismo. Ian Curtis es un claro ejemplo de eso: una enfermedad como la epilepsia, que alteraba sus presentaciones en vivo, una carrera musical en franco ascenso y un suicidio que deja un cadáver joven son los ingredientes perfectos para crear un mito alrededor de su figura. Sin embargo, la reciente edición de Touching from a distance. Ian Curtis y Joy Division (Dobra Robota, 2017) de Deborah Curtis, viuda del músico, ayuda a ver todo lo ocurrido de manera completa.

La biografía a gran escala de Ian Curtis es conocida por la gran mayoría, incluso por aquellos que no conocieron la potencia de sus letras o la hipnosis que genera la música de Joy Division: padecía epilepsia, quería ser una estrella de rock desde los suburbios ingleses cercanos a Manchester y se suicidó a los 23 años, la noche anterior a empezar la auspiciosa gira de la banda por EEUU. El mito de la joven estrella muerta no tardó en teñir su nombre, sin embargo, había algo particular en su corta pero patente biografía.

Una buena aproximación a la extraña personalidad de Curtis se puede ver en Control, film estadounidense dirigido por Anton Corbijn en 2007. Ahora bien, la potencia de la palabra escrita en Touching from a distance y los recuerdos en primera persona de Deborah Curtis son aún más estremecedores.

 «Después de ocho años diciéndome qué ponerme, cómo maquillarme y qué música escuchar, de repente me sentí perdida, como si me hubieran ofrecido la libertad y no supiera qué hacer con ella», escribe la viuda y madre de su hija Natalie.

Además de dar detalles de la juventud de Ian y los comienzos de Joy Division, se puede decir que una de las mayores riquezas de la primera edición de este libro en Argentina es ver los recuerdos de su viuda y el machismo que imperaba en la época, del cual el músico no era la excepción. Deborah era parte del «grupo de las novias», las cuales eran absolutamente necesarias en los comienzos para fingir que había más público viendo a la banda y que después eran dejadas de lado con la excusa de «fortalecer el espíritu de la banda». «Después de ocho años diciéndome qué ponerme, cómo maquillarme y qué música escuchar, de repente me sentí perdida, como si me hubieran ofrecido la libertad y no supiera qué hacer con ella», escribe la viuda y madre de su hija Natalie.


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Si bien hay que colocar los hechos en su momento histórico, una Manchester suburbana de los 70’s que empezaba a desfilar hacia la mano dura de Margaret Thatcher que reinará en la isla durante la década de los 80’s, la relación del matrimonio Curtis estuvo marcado por el control del cantante sobre Deborah, algo que se daba desde la adolescencia de ambos: «a Ian le molestaba la idea de que yo me encontrara en situaciones en las que pudiera hablar con otros hombres. Se opuso a que usara pollera corta en lugar de jeans para visitar el colegio e insistió en que, si me anotaba para cursar, no usara maquillaje». En un momento, la autora del libro es más contundente: «Sin que me me diera cuenta, rápidamente comenzó a manejar mi vida».

La relación del matrimonio Curtis estuvo marcado por el control del cantante sobre Deborah, algo que se daba desde la adolescencia de ambos: «a Ian le molestaba la idea de que yo me encontrara en situaciones en las que pudiera hablar con otros hombres»

ian_curtis_natalie_May_13_1980_last_photoLas cosas, obviamente, fueron para peor con el surgimiento de la fama (módica, pero fama al fin) de Joy Division y la aparición de fans genuinos del grupo, entre quienes iba a destacar la presencia de la joven belga Annik Honoré. El romance que mantendrá con Curtis marcará un antes y un después en la personalidad del cantante, quien estaba empezando a convivir con los ataques de epilepsia que lo invadían y la atención de los medios de comunicación.

Tanto Ian, como el resto de la banda, guardó el secreto de la doble vida del cantante de una manera torpe. Ese desequilibrio emocional, junto a los efectos secundarios de la mezcla de la medicación con otras sustancias emparentadas al mundo del rock, fueron un cóctel explosivo.

Ian Curtis, el más reservado de los hombres

Tal como señala Jon Savage en el prólogo a la primera edición de Touching from a distance en 1995, este libro «trata un tema que ha sido muy rumoreado, pero nunca bien conocido: la vida emocional de Ian, el más reservado de los hombres. Mucha de la información contenida en este libro nunca fue por escrito». De esta manera, se puede leer información clave para entender la breve vida de curtis. Por ejemplo, se desprende su obsesión por la estética visual, tanto en el arte gráfica de las bandas como en su propia vestimenta. También, se infiere que el amor por la escritura y sus estados de ánimo silenciosos, vienen por herencia paterna a pesar de no tener una relación familiar fluida.


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Esa reserva característica de Ian le permitía ser un enigma aún para su círculo más íntimo, como su esposa o compañeros de banda, lo que alimenta que puedan tejerse distintas hipótesis sobre el accionar del líder de Joy Division. Deborah se permite arriesgar: «Yo creo que Ian eligió su fecha límite. Era importnte mantener la farsa delante de la banda por si intentaban disuadirlo. La única razón por la que no le preocupaba el viaje a Estados Unidos era porque sabía que no iría». En esa misma dirección, ninguno de sus compañeros de banda pudo ver que Ian se encontraba deprimido en los días anteriores a su suicidio. Tony Wilson, productor de la banda, calificó al suicidio de Curtis como «altruista».

«Yo creo que Ian eligió su fecha límite. Era importnte mantener la farsa delante de la banda por si intentaban disuadirlo. La única razón por la que no le preocupaba el viaje a Estados Unidos era porque sabía que no iría»

Repleto de detalles, siempre cubiertos por el filtro de los recuerdos de Deborah Curtis, este libro es de vital importancia para los amantes de la música y también para aquellos que quieran mirar de otra forma los pósters o remeras que nacieron a partir de la figura de Ian. Se puede leer, en ese sentido, en Touching from a distance: «Ian podría haber sido un gran actor. Nos conveció a todos de que los conflictos de su vida eran producidos por influencias externas y que el estrés que sufría era el resultado directo del estilo de vida que llevaba. Realmente había adoptado el papel de juez y guardia carcerlario de sí mismo, y así había construído su propio infierno y tramando su propia caída. La gente que lo rodeaba simplemente cumplía papeles menores en su obra».

Con una edición acorde a lo que se puede esperar de este material y una traducción absolutamente contemporánea, Dobra Robota acerca uno de los libros más esperados para los fanáticos del conjunto inglés. Considerada por muchos la biografía más completa que se haya escrito sobre Ian Curtis en particular y Joy Division en general, Touching from a distance se aleja del mito y ayuda a ver el lado oscuro de la estrella del rock que quiso encandilar desde los suburbios de Manchester.


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