Entrada en calor: cinco poemas de Luciana Reif

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En esta reedición de Entrada en calor, libro publicado originalmente en 2016, Luciana Reif marca lo que va a ser una constante en su poesía: el cuerpo como un camino hacia el descubrimiento y hacia lo íntimo de cada vínculo. Pasando por temáticas familiares, sexoafectivas y hasta sociales, hay un filo, un peligro, esperando en cada verso, la sensación de que lo que pensábamos que entendíamos ya cambó de nuevo.  La editorial UOIEA lo presenta hoy 7 de diciembre en Vuela el Pez a las 21hs



Sobre la autora

Luciana Reif nació en la localidad de Lanús, provincia de Buenos Aires, en 1990. Es Socióloga y becaria CONICET. Participó de la antologías El Rayo Verde (Viajero Insomne, 2014 y 2015). Poemas suyos fueron traducidos al italiano por el Centro Cultural Tina Modotti. En 2016 publicó Entrada en calor (El ojo del mármol) y en 2017 obtuvo el Premio Loewe a la creación joven con su poemario Un hogar fuera de mí (Visor, 2018). Recientemente la editorial UOIEA acaba de reeditar Entrada en calor, en donde se incluyen poemas inéditos.

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1 – Cuando mi hija con su cepillo de pelo nuevo

Cuando mi hija con su cepillo de pelo nuevo
le pregunte a su abuela si la puede peinar,
cuando tome entre sus manos el pelo de mi mamá
y lo acaricie con el peine desde el cuero cabelludo
hasta las puntas, desenrede lo que es necesario
desenredar, se detenga con cuidado en los nudos
más enmarañados y despacio los desarme
para que vuelvan
con el resto del cabello a caer en línea recta;
yo me preguntaré si son estas
las raíces que nos unirán
al suelo materno, el pelo lacio y elástico
de todas las mujeres de mi familia.
Yo también peinaba a mi abuela:
mientras ella tomaba mates
en el living de casa,
me subía a una banqueta con el cepillo
para alcanzar a jugar con su pelo.
Hacía y deshacía a mi antojo,
trenzas de princesas guerreras,
amazonas enormes
capaces de dar la vida por los suyos,
colas de caballos indomables
que cuidan a sus potrillos
pero les enseñan también
a galopar lejos del potrero
que les dio alimento.

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2 – Abuela

¿Cómo hacés para pasar el día entero
en silla de ruedas en el geriátrico?
¿Ves cómo varía el color de la pared
desde que avanza la luz del sol
hasta que anochece? Tu mirada se posa
día a día como una paloma
sobre la misma fuente.
¿Encontrás una textura más precisa
a la planicie de tu vida?
¿Cómo ocupás el tiempo?
¿Qué ideas anidan en tu cabeza?
Volvés sobre recuerdos viejos, ejercitás
la memoria como un músculo que late
lento pero continuo, y del mar del tiempo
rescatás la pesca cotidiana, un salmón
con escamas doradas como los filamentos
de las historias que tu mente recuerda.
Como el pescado de mar, vos también
prescindís de tus piernas,
pero quién las necesita, te sostenés inmóvil
sos el mástil de una bandera
que todavía flamea.

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3 – Pierdo el hilo de las conversaciones

Como fichas de dominó que caen y caen
deprisa
de un tema derivamos al otro
y la abuela captura solo un instante de la charla
elige como de una bolsa de caramelos
cuál le gusta más e interviene.
Cuida el tiempo más que nosotros
jóvenes y atropellados
tenemos años enteros de conversaciones por delante
las palabras caen de nuestra boca
como migas de pan
que dejamos en el suelo.

Ella en cambio
no tiene apuro ni quiere todo
cada relato es uno en su singularidad
y saborea las palabras como
una naranja de ombligo
dulce y jugosa que cautiva
entre el paladar y su lengua.

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Luciana Reif

Entrada en calor (UOIEA, 2021), de Luciana Reif


4 – No me verás morir, mamá

No me verás morir, mamá,
no me cuidarás hasta mis últimos días,
no sabrás con quién duermo
ni a quién amo, no mirarás
por el ojo de la cerradura,
no escucharás mis pasos
cuando llegue tarde a casa.
No sabrás si soy fiel, si cuido bien
a mis hijos, si soy feliz.
No estarás ahí cuando me duelan
los huesos viejos y cansados,
no me cuidarás cuando me esté yendo,
no podrás interponer tu cuerpo
entre el mío y la muerte.
No sabrás quién soy,
no conocerás el color de mis canas
ni las arrugas de mis manos.
Te irás antes, no estarás ahí, mamá,
no estarás cuando yo me muera.

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5 – La Zafra

La vida durante la zafra
es una dulce y triste refracción del mundo.
Todo comienza en los cañaverales
donde hombres de lugares lejanos
desnudan el campo en un lento y precioso juguetear
con sus dedos, adultos y ásperos
por el paso del tiempo
saben más que nadie cómo tratar a la caña,
hábiles para sacarle todos sus secretos, quedan
exhaustos después de cosecharla; el calor tucumano
se entrevera en forma de gotas
que brotan de las manos
ajadas y dolidas de un peón
que no ignora que ese fruto vital
concebido con sus fuerzas, será después de todo
azúcar que se derretirá en otra boca.
Peón golondrina conoce más que cualquiera el sabor
agridulce de la tierra, después de despojarla
-terminada la zafra- partirá a otros suelos
a cosechar amargos sabores.
¿Acaso no es ésta la verdadera tristeza,
la de un hombre que llega a abrazar la dulzura toda
y se desprende de ella sin apenas saborearla?

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