La suerte: tres poemas de Paula Jiménez España

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¿Cuánto de profecía puede haber en un verso? En La suerte (Caleta Olivia, 2021), Paula Jiménez España escribe a partir de 14 cartas de tarot que bien pueden funcionar como imagen o metáfora para recrear su sentido final al interior de cada lector. Con su estilo luminoso característico, la escritora y astróloga ofrece en este libro una nueva interpretación del azar y del destino para que conserven el costado inesperado de todo accidente. 



Sobre la autora

Paula Jiménez España nació en Buenos Aires en 1969. Además de escritora, es psicóloga, periodista y astróloga. Publicó, entre otros, los poemarios Ser feliz en Baltimore (2001), La mala vida (2007, 2019), Espacios naturales (2009), Terrores nocturnos (2017) y la antología personal El corazón de los otros (2015) en México. Su libro de cuentos Pollera pantalón (2012) lleva varias ediciones y también publicó la novela La doble (2018).  Obtuvo diversos premios, como el Premio Nacional de las Artes en 2008 y un reconocimiento del Premio Nacional (Ministerio de Cultura de la Nación).

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1 – Maga

Yo sé leer la arena
el grano que discute con la nada
en tu cabeza, el símbolo
que intentás descifrar por la mañana
al volver de tus sueños.
Y sobre el margen
derecho del papel leo la letra,
e género contando sus jinetes
de fuego por seis noches
sin luna
hasta hacerse de luz.
Yo extraje del silencio una amatista,
el violeta perlado de la música
que guardan las palabras
y el eslabón
perdido del poema salió de mi galera
y desató la imagen, la metáfora.
No hubo nunca más
un sello original, una semilla
fue un sembradío mezclado desde entonces,
un toque de varita para que el rayo sea
y sean también el aire, el hueso humano,
el perro, el oleaje, las hormigas.
No preguntes porqué, yo digo
y se produce.

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2 – La papisa

No soy
esa que puede sentir y comprender
su propio corazón, el ritmo alterno
entre el silencio
de su tiempo y su sonido.
La división en mí, en el ventrículo
izquierdo y el derecho, tan seccionados
como los hemisferios.
No podría el iris
preso entre los párpados,
limitado hacia el Este y el Oeste
mirar la estampa entera.
Realidad como prisma
o como sueño, una figura
rota el universo.
Es con el número
dos que la materia empieza
a atomizarse, a ser comida
por la boca de la tierra.
Si voy
hacia el pasado, veo
la ilusión con que fluía el río
pensándose uno solo, como el cielo.
Pero se bifurcaba igual que yo,
su mansedumbre
cubriendo el fondo bravo.
‘¿Quién concibe
ser una y convivir con esa astilla
fugada del instante
que dolerá después?
Esta que soy
se pregunta y la respuesta
no es más que su destello.
A diferencia de Ganesh,
el elefante de las cuatro palmas
que espanta
como moscas los problemas, yo
los traigo.
De mí no esperes
certezas si me ves.

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3 – El diablo (la prohibición)

Los opuestos
en mí porque no soy
sino la prohibición de serlo todo.
Inconciliable al ojo
ver de un cuerpo dos caras a la vez.
Ser en mí, pero por otros ser
en carne fusionados, en la membrana
ardiente que no es mía. O sí.
Todo me pertenece.
Me pertenece el verbo aménom
sus formas impensables
en la lengua, sino en el corazón.
Lo escrito
y lo no escrito
la tinta de los poros en la sábana
donde durmieron dos. O más. Los infinitos
dedos del placer, su luz
entrando en la materia o en el hueco
que deja la materia, su nada crepitando
sobre el juego
de la boca o del pezón que se eriza
sin dios y sin patrón. Yo,
la risa después de la esmeralda
que estalla en el orgasmo, yo
esquirlas de su gema
mezcladas con el aire higienizado
que respiran los pulcros.
Pervierto, por pura diversión
la santidad del alma y la convierto
en suciedad de alcoba, porque el goce,
el goce desbocado de los cerdos ungidos
con el barro y la escoria, el goce
sobrehumano, el posthumano,
el goce
es todo mío.

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