Roland Barthes por Roland Barthes: el puro goce textual de los fragmentos

por
Invitame un café en cafecito.app

La reciente reedición de Roland Barthes por Roland Barthes (Eterna Cadencia, 2018), con prólogo y traducción de Alan Pauls, pone en en escena a uno de los críticos más imaginativos del siglo XX. Con la frontera siempre difusa entre el análisis académico y la literatura propiamente dicha, este libro resulta clave para entender la vida y obra del autor francés y su particular estilo: el fragmento como hilo narrativo. ¿Qué ejemplos similares hay en la literatura argentina actual?



Impostar y provocar según Roland Barthes

Pocos críticos se leen, releen y citan con tanto fervor como Roland Barthes. Contemporáneo a la irrupción del Pop Art en el campo de las artes plásticas, su modo de analizar a la literatura generó el mismo efecto: fuerte rechazo de algunos sectores, devoción por parte de otros. Para entender en profundidad la vida y obra del semiólogo francés, resulta clave acercarse a la flamante publicación de Roland Barthes por Roland Barthes (Eterna Cadencia, 2018), traducido y prologado por Alan Pauls.

Este libro, originalmente publicado en 1975, es el momento bisagra de la carrera de Barthes como escritor. A los 60 años, ya reconocido en el campo de la crítica, Roland Barthes por Roland Barthes expone aún más ese diálogo constante que propone el autor francés entre el lenguaje académico y el lenguaje literario. Señala Pauls en el prólogo: «Impostar implicaba en Barthes un gesto teatral, teatralizador, sutilmente carnavalesco, que deshacía todo efecto de adhesión dramatizando componentes teóricos, disciplinarios, ideológicos».  La provocación fina de sus textos reside en esa actitud y en este libro puede verse con claridad.

Contemporáneo a la irrupción del pop art en el campo de las artes plásticas, su modo de analizar a la literatura generó el mismo efecto: fuerte rechazo de algunos sectores, devoción por parte de otros.

Esa membrana tan flexible, donde el crítico da rienda suelta al escritor reprimido históricamente en dicho ámbito, se deja en evidencia con el mensaje de advertencia que abre Roland Barhtes por Roland Barthes: «Todo esto debe ser considerado como dicho por un personaje de una novela». Sin embargo, el juego sigue con la reproducción facsímil de ese mensaje escrito con su letra. Es por eso que, pese al carácter autobiográfico de este texto, las voces se intercambian entre la primera, segunda y tercera, o incluso en un impersonal «R.B.». Otra evidencia de este plan inicial queda expuesto en la siguiente afirmación: «Está usted condenado a lo imaginario, incluso, y sobre todo, por su cuerpo». Estar presente es necesario, pero eso no es garantía de hallar algo concreto.




El goce fragmentario: Barthes y las redes sociales

Al principio de Roland Barthes por Roland Barthes, se puede ver una serie de fotografías familiares con breves comentarios de Barthes sobre lo que se ve y las personas que aparecen retratadas. Por ejemplo, acerca de un abuelo sentencia: «vivía cada vez más adelantado, de tanto que se aburría. No sostenía ningún discurso». En estos breves epígrafes, ya surgen destellos de los recursos poéticos que caracterizan a la obra del autor francés: «deriva del aburrimiento: rondaba allí una sexualidad de parque público». Luego, aparecerá  el Barthes que luego sería mundialmente conocido en Fragmentos de un discurso amoroso (1977): el crítico/autor que goza a partir de lo fragmentario.

Dos años antes de la aparición de su obra más reconocida a nivel mundial, Barthes ya reflexionaba al respecto: «Escribir por fragmentos: los fragmentos pasan a ser las piedras que marcan el contorno del círculo». Influenciado por el Nobel de Literatura francés André Gide, sus comienzos en la escritura se dan por la máxima del galardonado en 1947: «es preferible la incoherencia al orden que deforma». El fragmento y el goce de su escritura, intentando provocar en el lector una musicalidad que surja de esos bloques textuales, son el motor de esta suerte de autobiografía ensayística. Escribe Barthes: «El fragmento tiene su ideal: una alta condensación, no de pensamiento, o de sabiduría, o de verdad, si no de música: al «desarrollo se opondría el tono».

El fragmento y el goce de su escritura, intentando provocar en el lector una musicalidad que surja de esos bloques textuales, son el motor de esta suerte de autobiografía ensayística

A esta altura puede surgir la siguiente pregunta: ¿qué pensaría Barthes de la escritura fragmentada de los blogs y las redes sociales? Además de la Alt Lit, muchos escritores se sirven de espacios como Facebook para escribir reflexiones, comentarios o pequeñas piezas narrativas. ¿Hubiera usado esas plataformas el autor de S/Z? Difícil saberlo a ciencia cierta. Una posbile respuesta al respecto es, en realidad, una pregunta formulada en Roland Barthes por Roland Barthes: «¿Cómo ser compañero de ruta de la vanguardia y sus padrinos cuando se tiene el gusto irénico de la deriva?»

De lo que sí se puede estar seguro, en cambio, es sobre su postura frente al texto para que este funcione: «El estereotipo es ese lugar del discurso donde falta el cuerpo, donde estamos seguros de que no está». Resulta curioso, en ese sentido, leer que en 1975 ya hablaba de una sociedad de emisores: «Vivo en una sociedad de emisores (yo mismo soy uno de ellos) (…) la mayoría de las veces, los textos, los espectáculos van allí donde no se los reclama». Los adelantes técnicos que se darían años después, que permiten que todos seamos en parte «prosumidores», hubieran horrorizado, quizás, a Barthes.




El fragmento en la literatura argentina contemporánea

Rastrear los ecos de Barthes en la literatura argentina contemporánea es una tarea inabarcable, ya que el peso del autor francés en la segunda mitad del siglo XX genera que sean muy pocas las personas relacionadas a la literatura -si es que existen- que no hayan leído nada de él. Ahora bien, en materia de libros publicados donde se detecte una cierta influencia de Barthes, se pueden pensar tres ejemplos recientes: Procesos técnicos (Paisanita, 2016) de Ariel Bermani, Maniobras de evasión (Universidad Diego Portales, 2015/ Emecé, 2017) y Las clases de Hebe Uhart (Blatt & Ríos, 2015) de Liliana Villanueva.

Rastrear los ecos de Barthes en la literatura argentina contemporánea es una tarea inabarcable, ya que el peso del autor francés en la segunda mitad del siglo XX genera que sean muy pocas las personas relacionadas a la literatura -si es que existen- que no hayan leído nada de él

En el caso de Procesos técnicos, Bermani parece responder al interrogante relacionado a Barthes y su postura sobre la escritura fragmentada en Internet. Con textos nacidos en Facebook, este libro se nutre de piezas breves que giran alrededor de la escritura: opiniones, lecturas, comentarios, consejos, anécdotas biográficas. Esas «piedras que conforman el círculo», el palabras de Barthes, queda más que claro en Procesos técnicos. Si bien cada texto  es independiente del siguiente, parecen conformar un conjunto hecho adrede, evidenciando el infierno lúdico de la escritura.

(Leer nota relacionada: Reseñas Caprichosas – “Procesos técnicos” de Ariel Bermani: Diarios de escritura vía web y el infierno lúdico de ser escritor)

Algo similar ocurre con Maniobras de evasión de Pedro Mairal, con la salvedad que los textos fragmentados no fueron escritos en un mismo soporte. En este libro, se reúnen artículos escritos en blogs, revistas digitales, material inédito y colaboraciones a medios gráficos de distintos países. Si bien Mairal considera a estos textos una suerte de «trastienda de la escritura», también hay un goce estético en su producción, el cual el escritor manifiesta a lo largo del libro editado y compilado por Leila Guerriero.

(Leer nota relacionada: Entrevista a Pedro Mairal: “El lector empieza a construir un autor en la cabeza, muchas veces equivocado”)

Por último, se puede nombrar el caso de Las clases de Hebe Uhart, donde se recopilan las clases y consejos literarios de la escritora argentina a partir de una se las asistentes a sus talleres de escritura: Liliana Villanueva. La decisión estética de dejar que en el libro sea la voz de Uhart la que aparece y no la intermediación de Villanueva a partir de sus notas u opiniones, genera que esta obra no siga una continuidad estricta, sino más bien temática y lúdica en los distintos capítulos. Sin los vicios de la escritura académica, la estructura de este libro parece retomar la potencia de los fragmentos de Barthes, aunque más no sea de manera inconsciente.



También te puede interesar

Jorge Luis Borges: la máquina perfecta de ensayar
Entrevista a Selva Almada: “Lo peor que nos puede pasar es que todo se convierta en una cuestión de corrección política”
Entrevista a Alejandro Crotto: “No hay recetas en la poesía”
Entrevista a Liliana Villanueva: el frío de Rusia bajo el calor de la crónica
El gaucho insufrible: la influencia de Roberto Bolaño en la literatura argentina

TE PUEDE INTERESAR