Jekyll & Hyde: el bien y el mal en escena

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Este verano trajo a la urbe unos cuantos musicales. Para ver un espectáculo de calidad dentro de este género, no hace falta viajar a Broadway o al West End, sino tan sólo tomar un subte, un colectivo, un taxi o un tren que nos lleve directo a la legendaria Avenida Corrientes. Entre todas las opciones que se despliegan en la nueva cartelera, sin dudas hay una que se destaca por la pureza de su arte, por la entrega de sus protagonistas y porque se trata de uno de los grandes clásicos no sólo en el campo de la literatura sino también dentro del género musical: Jekyll & Hyde, la célebre criatura creada por Stevenson, es interpretada aquí por Juan Rodó.


¿Por qué hay que ir a ver  Jekyll & Hyde? Porque no hacerlo, sencillamente, sería imperdonable. Tenemos en la Ciudad de Buenos Aires y al alcance de la mano una pieza que está a la altura de las grandes producciones de Londres o Nueva York. Este clásico literario de Robert Louis Stevenson —El extraño caso de Dr. Jekyll y Mr. Hyde— ha sido concebido para el escenario por Steve Cuden y Frank Wildhorn. La música de Wildhorn y el libro de Leslie Bricausse sin dudas lo han convertido en un clásico de la escena musical. La Agencia Literaria F&F (a cargo de Fernando Masllorens y Federico González del Pino), ha intervenido para adquirir los derechos que permiten su representación en estas tierras y… agradecemos esa gestión.

En primer lugar, es preciso destacar la labor de los miembros de este elenco de impecables profesionales: Juan Rodó en la piel de la criatura Jekyll/Hyde, Melania Lenoir como Lucy Harris, Eluney Zalazar como Emma Danvers y Raúl Lavié en el personaje de John Utterson. Pero, además, los papeles secundarios a cargo de Luis Podestá, Emi Fegger, Sebastián Vitale, Lucas Arbués, Patricio Witis, Pilar Muerza, Marcos Gorosito, Juan Ignacio Bianchi, Karina Barda y Manuel Victoria. Es justo nombrarlos a todos, porque cada uno de ellos compone la afinada orquesta que da vida a las melodías y coreografías con las que nos deleitaremos a lo largo de estas dos horas.


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Sus voces son impecables en todos los casos; nadie desentona y esto es infrecuente, porque todas las producciones suelen registrar puntos débiles. Los papeles han sido bien distribuidos entre los actores y cada uno se luce en algún fragmento de la obra. En el caso de Jekyll & Hyde, la voz quizás sea el recurso más importante de la puesta porque hay un mayor porcentaje de partes cantadas que habladas. Aún así, se sabe que la comedia musical es uno de los géneros más completos y, por tanto, con exigencias más elevadas. Aquí se juegan muchos más elementos que una buena voz (aunque sin ella, claro, nada es posible): la calidad interpretativa de los actores, la destreza técnica, la ductilidad corporal y, finalmente, el ensamble entre las partículas de ese todo sobre el escenario (que se replicará luego en la química para con los espectadores).

La empresa de Stevenson a la hora de escribir su nouvelle fue sin dudas ambiciosa, y su obra ha logrado trascender el tiempo hasta llegar a nuestros días porque aborda uno de los grandes temas universales: nada menos que la dualidad de la condición humana

El trabajo interpretativo de Juan Rodó merece un párrafo aparte. Ya conocíamos la voz privilegiada de este barítono, que cuenta con una vasta experiencia incluyendo varias temporadas como solista en el Teatro Colón, numerosos protagónicos en las producciones del dueto Cibrián-Mahler, muchos premios y más años al frente de su propia escuela de comedia musical (gran semillero de nuevos talentos). Pero en este rol —muy soñado por él a lo largo de toda su carrera, según ha declarado en los días del estreno—, Rodó se luce y despliega todas las destrezas que ha acumulado a lo largo de estos 26 años de carrera. En Jekyll & Hyde no sólo oímos una voz impecable y entonada, sino que disfrutamos del abanico de matices y recursos que el protagonista emplea a gusto y piacere para darle el tono adecuado a su personaje: la potencia o la sutileza vocal e histriónica requeridas en cada escena.

La empresa de Stevenson a la hora de escribir su nouvelle fue sin dudas ambiciosa, y su obra ha logrado trascender el tiempo hasta llegar a nuestros días porque aborda uno de los grandes temas universales: nada menos que la dualidad de la condición humana. El escritor nacido en Edimburgo en 1850 vivió el período conocido como la época victoriana, caracterizada esencialmente por una sociedad extremadamente conservadora y tradicionalista que hacía un culto al modelo del ciudadano ilustre encarnado en Dr. Jekyll: un hombre impoluto dedicado a las ciencias, preocupado por su prójimo, honrado y puritano. Esa sociedad, al mismo tiempo, expulsaba a todo aquel que no encajara en dichos cánones, y esa escoria aparece materializada en la figura de Mr. Hyde: un ser oscuro, de una deformidad que no es evidente pero resulta indescriptible y causa repulsión en cualquier «persona de bien».

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Múltiples han sido las lecturas que se han hecho a lo largo de los años sobre esta obra: lecturas filosóficas en torno a la naturaleza humana, la ética y la moral; lecturas de corte psicológico alrededor de la figura del doble y los trastornos de personalidad; y lecturas de carácter sociológico a partir de la ambientación de estos personajes en una sociedad victoriana que inhibía los instintos humanos más naturales e imponía una decencia forzada en sus miembros a costa del placer. «El hombre no es esencialmente uno, sino dos», confiesa Jekyll en la novela original. Con la dualidad en el centro de la escena, quien más trabaja ese aspecto es Juan Rodó, que en su cuerpo aloja a estas dos criaturas tan dispares entre sí

Y es esa dualidad humana la que nos sigue atrapando en la narrativa stevensoniana. Esta versión musical recupera sin dudas la profundidad de esos oscuros dilemas y toda la puesta está pensada en función de ese argumento, con la dualidad en el centro de la escena. Quien más trabaja ese aspecto es Juan Rodó, que en su cuerpo aloja a estas dos criaturas tan dispares entre sí: su voz, sus movimientos, su minuciosa arquitectura corporal y cada uno de sus gestos están orientados a poner en evidencia la escisión en la identidad de su personaje. El resto del elenco también acompaña esa transición, y cada personaje va ensombreciéndose conforme avanzan los minutos. Es digna de mención la labor de Melania Lenoir en el rol de Lucy, un personaje de grandes dimensiones que requiere la destreza demostrada por esta actriz.

La dirección musical a cargo de Damián Mahler también resulta decisiva a la hora de ambientarnos en la trama. Con pocos recursos (su piano, las guitarras de Urkel, el bajo eléctrico de Andrés Dulcet y las baterías de Jorge Giorno), estos músicos logran una gran potencia sonora, que nos hará creer que estamos frente a una orquesta de cuarenta personas. La dirección general en manos de Sergio Lombardo y el diseño coreográfico a cargo de Mariano Botindari completan esta puesta descomunal que, además de la solvencia de su elenco, cuenta con escenografías fabulosas, vestuarios bellísimos y maquillajes muy bien trabajados que aportan su grano de arena para que el espectador se sumerja en esta historia y salga maravillado de la sala del Metropolitan.

No hay razones para que no corran a ver este gran musical, que sin dudas quedará como un hito en las leyendas de calle Corrientes. Si esto no ocurre, estaríamos entonces frente a una verdadera injusticia.


Funciones: Miércoles, jueves y viernes (20.30 hs.) // Sábados (18.30 y 21.45 hs.) // Domingos (20 hs.)
Metropolitan Citi (Av. Corrientes 1343)
Localidades desde $450

FICHA TÉCNICA

Elenco: Juan Rodó, Raúl Lavié, Melania Lenoir, Eluney Zalazar, Luis Podestá, Sebastián Vitale, Manuel Victoria, Emiliano Fegger, Lucas Arbues, Patricio Witis, Marcos Gorosito, Karina Barda, Pilar Muerza, Juan Ignacio Bianchi

Dirección General: Sergio Lombardo /Dirección Musical y dirección coral: DAMIÁN MAHLER
Dirección vocal: Juan Rodó / Coreografía: Mariano Botindari/ Escenografía: Silvana Ovsejevich
Diseño de Luces: Santiago González Urrutia / Diseño de Sonido: Ova Mahler
Diseño de vestuario: Vanesa Abramovich / Diseño de maquillaje y caracterización: Vanesa Bruni

Fotografía: Nacho Lunadei / Diseño Audiovisual: Matias Sánchez de Bustamente
Diseño Gráfico: Lucas Tagliazucchi / Prensa y Difusión: We Prensa
Traducción y adaptación de canciones: Lorna Dobie
Traducción y adaptación de letras: Angie y Florencia Mc Donough
Stage Manager: Germán Martins / Asistencia de Dirección: Christian Alladio / Producción Ejecutiva: Roro Pellegrini
Producción general: Andrés Cipitria – Julieta Kalik – JORGE LOCKETT – MARCELO LOMBARDO – DANIEL VERCELLI

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