Experimentos fallidos para componer algo pequeño y propio: cinco poemas de Delfina Giana

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La poesía es la posibilidad de pensar un tiempo distinto, pero no en un sentido optimista, sino meramente cronológico: por fuera de la ansiedad de la época, una mirada capta detalles en cámara lenta y hace zoom en lugares inesperados. Los poemas de Delfina Giana que conforman Experimentos fallidos para componer algo pequeño y propio (Halley Ediciones, 2022) dan cuenta de esa búsqueda alternativa: no hay una sola medida temporal para ordenar lo que pasa a nuestro alrededor. 



Sobre la autora

Delfina Giana nació en 1993 en Buenos Aires, Argentina. Estudió la Licenciatura en Ciencias de la Comunicación Social (UBA), el Profesorado de Yoga y la especialización en Yoga inclusivo. Experimentos fallidos para componer algo pequeño y propio (Halley Ediciones, 2022) es su primer libro.

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1 – Metamorfosis

Al son de este ritmo surreal
dejamos las puertas entreabiertas
para explorar lo corpóreo
en algún corte fulminante
de tanto resistir,
en algún entreacto necesario
de tanto mirar
o en algún recreo deseado
de tanto hacer.

De datos transcurrimos a sensaciones,
de sensaciones convivimos con sentimientos.
Composiciones que se arman
entre únicas y universales,
entre placeres y dolores,
entre aperturas y cierres.

Al igual que los árboles que permanecen en la ciudad,
también crecemos en regiones y tiempos hostiles.
Escribir nuestra historia también es parte de la Historia.

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2 – Intentos fallidos

¿Las preguntas,
los poemas
y las canciones
están adentro
o expuestos
afuera?

Mal
entendidos
fuera de lugar,
experimentos que desembocan
en intentos fallidos
para que los futuros sueños
tengan otros errores
de los que aferrarse
para seguir probando
y preguntarnos,
otra vez,
cuál es el sentido de todo
para hacernos comprender
o para comprendernos
aunque sea
un poco
más.

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3 – Puntos de contacto

Doy vueltas en la cama
y a vos ayer te costó dormir,
quiero despertarme
y que vos descanses.
Ese contraste
entre el amanecer y el anochecer
me señala que los días tienen ciclos
que giran y giran sin parar
y nos encuentran
en los momentos necesarios
y en los lugares precisos
como ahora,
una mañana fría de domingo
en esta habitación.

Me tocas,
pero apenas dejo que me roces.
Juego a alejarme,
a disimular que no se me mueve nada
mientras intentas acercarte.

El espacio que hay entre nosotros
permite que nuestras voluntades
sigan girando
al ritmo armónico
del yin y el yang.

Deseo que seamos como esas partículas
que antes de la creación del Universo
circulaban y se aproximaban,
pero no chocaban.
Porque ser átomos
implica asumir
esa combinación letal
de unión,
creación
y destrucción.

Tengo miedo
de que pases esta raya que nos separa
y que no haya vuelta atrás.

Sigo acá
y como si estuviera en una cuerda floja
no sé si es mejor quedarme quieta
o saltar de la cama
e irme en puntas de pie.

Vos,
yo,
todas las personas
pasamos por esta situación
de supervivencia.

Conocemos la distancia necesaria,
pero también sabemos
cuando llega ese punto exacto
de no retorno.

Más allá de todo,
el Universo existe,
y nosotros ya estamos acá.

Si pudieras acercarte de nuevo
y repetir ese intento de contacto
esta vez me entregaría
a esas formaciones efímeras.

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4 – Parada en la ruta

La velocidad de cada temporada,
el contacto directo con el viaje del progreso,
el cambio de quincena.

En la ruta se acerca una tormenta, la veo a lo lejos
y parece que va a arrasar con todo.

Entro a una estación de servicio
para mirar los detalles de esos paisajes
que se me iban de la vista al ir tan rápido:
el viento sobre los árboles,
las fisuras que hay entre ellos,
y allá, a lo lejos, el resplandor de los relámpagos.

Vuelvo a subir al auto y manejo
en la única dirección disponible:
no puedo ir en contra del tiempo.

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5 – Llamados de atención

Llego a casa
y sintonizamos la misma frecuencia del momento:
una sucesión interminable de dudas naturales.

Nos preguntamos
cuál es la atención ideal
para las plantas que tenemos
y cómo es posible reconocer
cuando una que parece muerta
todavía está viva.
Nunca todo va a estar bien,
pero nos conformamos con la idea
de que quizás,
al menos,
un poco mejor.
Nos decimos
que todavía tenemos tiempo para revivir
eso que alguna vez nos dio impulso.

Un llamado de atención para seguir
soltándonos entre nosotras.
Pasan los años
y todavía nos movemos igual.
Ir a la par es una batalla conjunta,
una sincronicidad que sólo se logra en la intimidad de los días.

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