Tamara Kamenszain y una poesía que no busca convencer a nadie

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A través de una voz que entremezcla los géneros de narrativa, poesía y ensayo, la autora busca trazar un panorama de los lugares en disputa dentro del terreno poético y algunas posturas que quedaron obsoletas en el camino hacia la belleza estética. De esta manera, Tamara Kamenszain logra en Chicas en tiempos suspendidos (Eterna Cadencia, 2021) sacar una foto precisa de un paisaje en continuo movimiento.  (Foto de la autora: Sebastián Freire)



¿Cuál es el rol de la poesía? ¿El arte tiene que tener una función específica? ¿O en su propia condición reside su aparente inutilidad que luego, en el momento más inesperado, cobra todo su sentido?  «Las mujeres no escribimos / para convencer a nadie», afirma Tamara Kamenszain en el principio de Chicas en tiempos suspendidos (Eterna Cadencia, 2021), en donde a partir de un breve texto que bien podría ser considerado un poema, un ensayo o un relato, da cuenta de los caminos que tomaron y toman las autoras argentinas dentro de la poesía.

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A partir de la premisa de combatir a los «vates» de la poesía, es decir esos autores masculinos que definen con aparente certeza el sentido de las cosas desde una voz autoritaria, Kamenszain retoma una de sus premisas exploradas también en Libros Chiquitos (Ampersand, 2020), en donde afirmaba sobre este lugar: «Es desde esta ostentación de poderío desde donde los vates le cortan los pies al poema (Aquí, si yo escribiera en lenguaje inclusivo-algo a lo que todavía no me animo ni sé bien cómo hacer- dejaría que vate en su acepción maculina, ya que esta condición me remite, sin lugar a dudas, a un rasgo patriarcal»). 

 A partir de un breve texto que bien podría ser considerado un poema, un ensayo o un relato, Tamara Kamenszain da cuenta de los caminos que tomaron y toman las autoras argentinas dentro de la poesía

En un estilo que bien podría remitir al de Roland Barthes, en el que el pensamiento se construye en movimiento y en donde la vida intelectual también se mezcla con la vida personal a la hora de pensar un fenómeno, la autora organiza este texto a partir de cinco apartados: Poetisas, Abuelas, Chicas, Antivates y Fin de la historia, en donde en cada uno enfoca al mismo fenómeno desde un punto de vista particular. La herencia, la rebeldía e incluso el Covid-19 son protagonistas de este texto luminoso que logra algo más que complejo: retratar detalles de un proceso en movimiento como es la producción poética en Argentina.

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Tamara Kamenszain

Chicas en tiempos suspendidos (Eterna Cadencia, 2021), de Tamara Kamenszain


«Me pregunto si la poesía/ -antivata por excelencia-/ no funciona así:/ sin nostalgias, sin mistificaciones/ trae al presente lo que estaba de antes/ y lo deja suspendido sin happy ending/ pero como nuevo», reflexiona más adelante Kamenszain, reflejando el carácter de reinvención a partir de lo ya construido, la carrera de postas constantes que es toda producción literaria y que en el terreno poético cobra aún más importancia. Después de todo, a pesar de los momentos de mayor interés sobre este género literario, las grandes voces siempre suelen ser un secreto que se transmite de boca en boca.

Tras leer Chicas en tiempos suspendidos se llega a una conclusión más que enriquecedora en tiempos de ansiedad por ser leído y recibir la aceptación de un lector online gracias a las diversas plataformas. Si la poesía es un terreno en donde nada es para siempre más que para ser reabsorbido por una nueva voz que va a dar cuenta de esa herencia y al mismo tiempo quebrarla, escribir desde un lugar que no busca certezas sino nuevas preguntas es un acto liberador y enriquecedor para el propio texto. En esa dirección, los versos citados de Amelia Biagioni cobran aún más potencia: «Si alguien me llamara, me buscara/ preguntaría por una niña de mil años». 

Si la poesía es un terreno en donde nada es para siempre más que para ser reabsorbido por una nueva voz que va a dar cuenta de esa herencia y al mismo tiempo quebrarla, escribir desde un lugar que no busca certezas sino nuevas preguntas es un acto liberador y enriquecedor para el propio texto

Así entonces, podríamos afirmar que ser poeta es ser un adolescente eterno -o en palabras de Joaquín Giannuzzi, una eterna juventud- que al mismo tiempo carga con la experiencia heredada por parte de sus antecesores. En el caso de las poetas mujeres, que rompieron con el molde de la palabra «poetisa» creada justamente por los vates, esa constelación que forman las diferentes generaciones se ve aún con más brillo y marcan un norte a la hora de pensar la producción poética en el contexto actual: lograr que lo que nace como poesía termine como poesía, y no como una mala novela.

Las estrategias para lograr una síntesis entre el pasado, el presente y el futuro siempre van a ser diversas, incluso incluyendo la reapropiación de la propia palabra «poetisa«. Ya lo dijo la poeta uruguaya Cristina Peri Rossi al referirse el carácter continuo de su obra: «Lo hago porque la reflexión es eterna. Como estamos en el terreno de lo paradojal  y de lo ambivalente y de lo que pue ser contradictorio (…), quiero que esa reflexión sea permanente y abordable por muchos lugares«.  Tamara Kamenszain, queda claro en este libro, también elige la poco transitada ruta del movimiento analítico constante. 

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