El trabajo del sueño, de Mary Oliver: la oscuridad como una forma de la luz

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Después de la salida de El pájaro rojo en 2017, Caleta Olivia vuelve a traer a escena a la poeta estadounidense con el libro El trabajo del sueño, publicado originalmente en 1986 y traducido para esta edición por los poetas Natalia Leiderman y Patricio Foglia. En esta ocasión, Mary Oliver se introduce en el terreno pantanoso de los sueños y la oscuridad que bien puede irradiar un brillo particular sobre una a existencia inevitablemente política.



La precisión está en retirada. O al menos eso parece en estos tiempos en donde la ambigüedad y la vaguedad a la hora de hablar y transmitir una información adoptan la forma de la posverdad: la forma por sobre el fondo. Volver a leer a Mary Oliver, cuya obra permaneció durante muchos años ausente para el público argentino, es un soplo de aire fresco en medio de un aire viciado de cinismo. O como ella mismo escribe: «Y sin embargo, es la historia de siempre-/ algunas personas intentando/ de una u otra forma/ sobrevivir».

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En El trabajo del sueño (Caleta Olivia, 2021), la poeta estadounidense nacida en 1935 y fallecida en 2019, vuelve a demostrar su habilidad para nombrar lo que tiene que ser nombrado sin caer en un lenguaje explícito y estéril. Como en los sueños, todo lo que sucede parece claro y al mismo tiempo se esconde algo más, algo que está esperando por nosotros. Escriben Patricio Foglia y Natalia Leiderman, traductores del libro, en el prólogo de esta edición: «El sueño es umbral, territorio fronterizo: roe formas fijas, amasa criaturas ambiguas. Como todo buen poema, como toda traducción, el sueño distiende los límites de la subjetividad».

En El trabajo de los sueños (Caleta Olivia, 2021), Mary Oliver vuelve a demostrar su habilidad para nombrar lo que tiene que ser nombrado sin caer en un lenguaje explícito y estéril. Como en los sueños, todo lo que sucede parece claro y al mismo tiempo se esconde algo más, algo que está esperando por nosotros.

La psicoanalista y filósofa francesa Anne Dufourmantelle va a señalar respecto al terreno de los sueños: «Lo que el sueño puede hacer es inmenso. Reparar rememorar, profetizar, escuchar, poner en guardia, aterrorizar, apaciguar, revelar, liberar. Y nos permite olvidar». La hipótesis central de la inquietante autora fallecida en 2017 es que a los sueños no los dejamos jamás, velamos por ellos todo el tiempo. En su libro Inteligencia del sueño (Nocturna Editora, 2020), va a definir al sueño como una línea de combate de una guerra desconocida. Algo similar ocurre con este libro de Oliver, en donde la luminosidad que se podía leer en El pájaro rojo (Caleta Olivia, 2017) en este caso deja lugar a una oscuridad inquietante y filosa como arma de defensa. 

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Mary Oliver

El trabajo del sueño (Caleta Olivia, 2021), de Mary Oliver.


A lo largo de El trabajo del sueño, la poeta deja en claro que no hay certeza pero sí búsqueda. Lo que se dice y lo que no danzan en medio del texto para tomar su forma final en los terrenos del lector. Puede leerse, por ejemplo: «Y ustedes saben/ lo que una sonrisa significa/ ¿no?». O también: «¿te animaste a sentir/ tu soledad acumulándose/ insoportable, y reconociste/ qué clase de estallido podría originar/ toda esa condena?». La oscuridad como una forma de luz, como una forma de revelación: algo nos excede, pero nos coloca en el centro permanentemente. 

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Por supuesto, fiel a su voz y sus obsesiones, la naturaleza ocupa un lugar central en este libro. Pero como bien advierten Foglia y Leiderman: «La celebración de la naturaleza ha sido base de su lectura más obvia. Y la obviedad es importante, pero hablar de Mary Oliver como ‘poeta de la naturaleza’ poco dice, y a veces engaña. En el espejo de la naturaleza, Oliver construye una forma de verdad, resplandeciente y plena de música, lo cual no significa-y sería un error leerla en esos términos-una oposición a la cuestión política». 

A lo largo de El trabajo del sueño, la poeta deja en claro que no hay certeza pero sí búsqueda. La oscuridad como una forma de luz, como una forma de revelación: algo nos excede, pero nos coloca en el centro permanentemente. 

La naturaleza aparece, entonces, como un espejo en el que nos incomoda vernos: una forma de vida que abandonamos hace tiempo y del cual escuchamos sus ecos como advertencias de nuestras malas decisiones. Así como afirma que «solamente tenés que dejar que el suave animal de tu cuerpo/ ame lo que ama», Mary Oliver también se detiene a repensar todo: «¿Cómo es que vivimos en este mundo?/ Algunas cosas compensan otras, supongo./ A veces lo que está mal no duele en absoluto, sino que brilla/ como luna nueva». 

Irónica y dulce, punzante y cálida, lejos de toda zona de confort, los poema de este libro avanzan como un sueño: siguiendo un orden no del todo claro, pero sí esclarecedor. Porque si la poesía tiene una chance en este mundo insensible es el de echar luz pero no para mostrarnos la belleza, sino para ponerla en jaque y reconstruirla. O como escribe Oliver: «alcancé/ algo en la oscuridad, aprendí/ poco a poco a amar/ el único mundo que teníamos»

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