Dios al poder: El avance de las iglesias evangélicas en Argentina

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Las iglesias evangélicas comienzan a marcar territorio en el escenario político de la región tras el triunfo de Jair Bolsonaro en Brasil. La religión que más rápidamente crece en nuestro país amenaza con tomar las riendas de la conducción política en un contexto de conservadurismo que recorre América Latina. Con más de 4 millones de fieles en Argentina, este año mostró su poder de convocatoria a partir del rechazo a la legalización del aborto y la educación sexual integral. 



Durante las últimas semanas, tres hechos volcaron los ojos de la opinión pública sobre el poder de las iglesias evangélicas: con pocos días de diferencia se conoció el triunfo electoral de Jair Bolsonaro (el candidato presidencial apoyado por los evangélicos en Brasil), se viralizó un video de un ejército de soldados religiosos en una iglesia porteña y el diputado Alfredo Olmedo fue bendecido por un pastor antes del lanzamiento de su campaña presidencial. Hace solo algunos meses, las iglesias evangélicas se unieron para convocar una masiva marcha contra la legalización del aborto que llenó la avenida 9 de Julio de pañuelos celestes y oraciones orquestadas desde los escenarios. Quizás sea la visibilidad de estos reclamos lo que finalmente lleve a las iglesias evangélicas de los discursos de la madrugada televisiva a la arena de la política nacional.

Quizás sea la visibilidad de los reclamos contra el aborto o la educación sexual lo que finalmente lleve a las iglesias evangélicas de los discursos de la madrugada televisiva a la arena de la política nacional.

Las iglesias evangélicas proponen una organización heterogénea, diferente a la verticalidad de la Iglesia Católica: dentro del mundo evangélico hay iglesias multitudinarias (como la Universal) que conviven con iglesias barriales, muchas de ellas ubicadas en barrios carenciados donde buscan crear fuertes comunidades religiosas. La presencia de iglesias evangélicas en la región no es una novedad, pero resulta llamativo el ingreso de su discurso conservador en el discurso político. Al mismo tiempo que fenómenos históricos de empoderamiento de las minorías, como el feminismo y el movimiento LGBTIQ, el crecimiento de la derecha religiosa parece imponerse generando un balance negativo frente a los avances populares.


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Las iglesias evangélicas han sabido construir una enorme industria cultural alrededor de su comunidad religiosa, aprovechando la flexibilidad de la iglesia moderna. No solo compran espacios televisivos y radiales en la madrugada argentina, sino que crean sus propios productos culturales. En Brasil, el avance de la producción de ficción evangélica (mucha de la que llega a nuestro país, como fue el caso de la «Moisés y los diez mandamientos» al aire por Telefé) lleva los valores y pensamientos religiosos a las pantallas, al igual que lo hacen las bandas de rock evangélico y sus propios medios de comunicación. Los políticos brasileños supieron aprovechar ese acceso directo a las casas de los fieles: Jair Bolsonaro durante la campaña se negó a asistir a los debates presidenciales organizados por canales periodísticos pero dio una entrevista exclusiva al canal evangélico más visto, que fue puesta en el aire para competir directamente con el debate.

Las iglesias evangélicas han sabido construir una enorme industria cultural alrededor de su comunidad religiosa, aprovechando la flexibilidad de la iglesia moderna.

En Argentina el movimiento evangélico ha tenido un fuerte crecimiento a nivel social, pero por el momento no ha impactado en la política local. A pesar de sus acercamientos con políticos oficialistas y la presencia de algunos evangélicos en el gobierno, no se ha planteado un apoyo concreto hacia un partido ni ha surgido un movimiento político que pueda competir en las elecciones contra los partidos tradicionales. Sin embargo, lo que ha ocurrido en el resto de América Latina demuestra que no es un poder a menospreciar: su poder de convocatoria frente a consignas de derecha prueban que ese impulso está latente y listo para arremeter contra los movimientos democráticos cuando sea necesario.



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