Aborto: las creencias que Gabriela Michetti quiere volver ley

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A pocos días de que comience el debate por la legalización del aborto en la Cámara de Senadores, la vicepresidenta, Gabriela Michetti, volvió a dejar en clara su postura en contra del proyecto. Si bien ya había manifestado su oposición en otras oportunidades, sus declaraciones vuelven a poner en el centro del escenario su fuerte rechazo a tratar el tema como parte de una política de salud pública y la falta de perspectiva de género con la que carga su discurso. (Foto: Diagonales)



Luego de haber intentado dilatar el debate del proyecto de ley de aborto en el Senado ordenando el giro a cuatro comisiones – que finalmente terminaron siendo tres por votación – Gabriela Michetti volvió a manifestar su rechazo frente al tema. En una entrevista para el diario La Nación, publicada en el día de ayer, la vicepresidenta de la Nación dejó en clara su postura anteponiendo, en toda respuesta, sus creencias personales ante la salud y los derechos sexuales y reproductivos de las personas gestantes. Enarbolando la bandera de la vida, su postura niega una realidad a la que miles se enfrentan ante la falta de políticas públicas y que enriquece a un mercado que lucra gracias a ese vacío estatal.

Enarbolando la bandera de la vida, la postura de Gabriela Michetti niega una realidad a la que se miles se enfrentan ante la falta de políticas públicas y que enriquece a un mercado que lucra gracias a ese vacío estatal.

En su discurso, Michetti dejó también explícita su posición a favor de la despenalización pero no de la legalización, diferencia fundamental para asegurar los derechos a un aborto seguro que no ponga en riesgo la vida de las mujeres. «Se reduce mucho más con políticas de prevención», dijo Michetti al mencionarse los estudios presentados por el ministro de Salud, Adolfo Rubinstein, que demuestran que la legalización alrededor del mundo redujo efectivamente la cantidad de abortos. Tal como ya mencionamos en La Primera Piedra, es contundente la experiencia de distintos países que aplicaron la ley, como es el caso de Uruguay que, además de eliminar las muertes maternas por aborto en condiciones inseguras, logró reducir las tasas de interrupciones de un 38,5 a 11,3 por cada 1000 mujeres.

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Pero además, cuando se le preguntó por el aborto en casos de violación – lo cual está contemplado en el Código Penal desde 1921 y fue ratificado por la Corte Suprema en 2012 – Michetti fue tajante: «Yo no lo hubiera permitido», dijo. «Lo podés dar en adopción, ver qué te pasa en el embarazo, trabajar con psicólogo, no sé». «Entiendo el drama que significa, pero hay tantos dramas en la vida que uno no puede solucionar que no me parece que porque exista ese drama, digamos que a uno se le terminó la vida. O sea, podés dar en adopción el bebé y no te pasa nada». […] «Digo, hay personas que viven cosas muchísimo más dramáticas y no las pueden solucionar y se las tienen que bancar. No sé, qué sé yo. Para mí la vida es el derecho más importante de todos», dijo la vicepresidenta.

Las declaraciones de Michetti muestran la completa falta de comprensión de la violencia que representa obligar a una mujer que sufrió una violación a continuar con un embarazo, como si se tratara de un envase, un mero objeto sin ninguna clase de poder decisorio.

Las declaraciones de Michetti muestran así la completa falta de comprensión de la violencia que representa obligar a una mujer que sufrió una violación a continuar con un embarazo. Como si se tratara de un envase, un mero objeto sin ninguna clase de poder decisorio, que no solo debe soportar cambios que no desea en su cuerpo, sino además las dificultades e impedimentos que implican llevar adelante un embarazo desde lo económico, social y laboral. De forma similar al proyecto de ley presentado hace unos meses por la diputada de Cambiemos, Mercedes Campagnoli, que hablaba de una «adopción pre-natal», Michetti considera a la mujer como una incubadora que debe aceptar abngadamente una gestación y un parto no planeados ni deseados en pos de la denominada «vida», sin que la suya propia sea tenida en cuenta. 

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Foto: Virginia Torres Schenkel



En la entrevista, Michetti también habla en todo momento del embrión como una persona con derechos. «Ningún ser humano puede decidir sobre la vida de otro. El Estado debe proteger a todo ser humano concebido, en la tercera edad o en la etapa de embrión», dijo. Sin embargo, esta postura que la vicepresidenta presenta como una verdad firme, no es más que una creencia moral que ya fue rebatida en el debate en la Cámara de Diputados, en referencia a la supuesta inconstitucionalidad del proyecto. Varios abogados y especialistas explicaron cómo, para la Constitución, los tratados internacionales y el Código Civil, el embrión no es igual a una persona, sino que adquiere tal carácter – y por lo tanto derechos – una vez que nace con vida.

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Durante el debate en el Congreso, varios abogados y especialistas explicaron cómo, para la Constitución, los tratados internacionales y el Código Civil, el embrión no es igual a una persona, sino que adquiere tal carácter – y por lo tanto derechos – una vez que nace con vida.

«El aborto está muy ligado a una sociedad que piensa solo en el deseo particular y en su propio ombligo», concluyó Michetti cuando se le preguntó sobre las mujeres que mueren por aborto clandestino. Está claro que, para ella, el deseo de las personas gestantes a decidir sobre sus propias vidas no vale nada y que la moral que la religión formó sigue siendo prioritaria a la hora de incidir sobre las políticas públicas y sobre mujeres que mueren desangradas en la clandestinidad. Muy por el contrario de lo que afirma, la sociedad que hoy está exigiendo la legalización, lo hace por todas aquellas que no tienen los recursos para acceder a condiciones seguras y por la libertad, que ya no va a ser pisoteada.



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