A un año del tetazo: el día que el obelisco se llenó de pezones y de pajeros

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Hace exactamente un año, se llevó adelante un Tetazo en el centro de la Ciudad de Buenos Aires, frente al Obelisco porteño. Esta necesidad de salir a poner el cuerpo frente a la indignación de medios de comunicación y muchos vecinos se dio en repudio a lo ocurrido en la playa de Necochea, semanas atrás, donde más de 20 policías y seis patrulleros, por pedido de unos pocos asistentes, echaron de la playa a tres mujeres que estaban haciendo topless. Una convocatoria pionera en todo el país que reclamó por la igualdad de derechos y el fin de la cosificación de los cuerpos de las mujeres. (Fotos: Gustavo Yuste)



Hace un año, el Obelisco de la ciudad de Buenos Aires se vio poblado de una manifestación atípica pero no menos valedera. Es que pocos días atrás, jóvenes que tomaban sol sin corpiño fueron atacadas por la policía en las playas de Necochea.  Mientras las chicas hacían topless se desarrolló un operativo de 20 policías y seis patrulleros para que dejen de estar en cuero, para que dejen de mostrar sus pechos como los miles de hombres que en ese mismo instante estaban disfrutando de sus vacaciones.

Por pedido de un grupo de personas y un llamado al 911 para denunciar que dos mujeres tomaban sol «con las tetas al aire» es que se realizó semejante despliegue policial, a pesar de que las mujeres no cometían ningún delito. “Putas, tortas, tortilleras, pervertidas”, les gritaron. “Deben respetar la ley”, exigieron. Cuando lograron que las mujeres se vayan, muchos aplaudieron el accionar represivo y machista de la policía, pero también otros repudiaron la situación.

(Leer nota: Yo también quiero estar en cuero)

El 7 de febrero de 2017, cientos de mujeres autoconvocadas en repudio por este accionar machista avalado por la institución policial, realizaron un “tetazo” en el centro porteño, que se replicó también en varias ciudades del país. Esta manifestación buscó, mediante la visibilización de los pezones femeninos, reclamar por la igualdad de derechos y repudiar la cosificación del cuerpo de las mujeres.

Días más tarde, el juez del Tribunal en lo Criminal de Necochea, Mario Juliano, decidió archivar el caso por “carecer de relevancia contravencional” y le pidió “prudencia” a la policía. En un documento firmado por él y publicado en Cosecha Roja manifestó su opinión: “Tal como se comprenderá, coincidir acerca de qué es lo que significa un acto obsceno o en qué consiste la decencia pública es una tarea imposible de lograr. Ero, independientemente de ese aspecto legal, lo cierto es que el hecho que una mujer descubra sus pechos no representa un acto objetivamente lesivo para terceros y, por ende, se encuentra exento de la autoridad de los magistrados”.

El 7 de febrero de 2017, cientos de mujeres autoconvocadas en repudio por este accionar machista avalado por la institución policial, apoyadas por organizaciones feministas, sociales y políticas realizaron un “tetazo” en el centro porteño, que se replicó también en varias ciudades del país, como Rosario, Mar del Plata, La Plata y Córdoba. Esta manifestación buscó, mediante la visibilización de los pezones femeninos, reclamar por la igualdad de derechos y repudiar la cosificación del cuerpo femenino. Sin embargo, muchos hombres se acercaron no para apoyar la consigna política del encuentro, sino para observar a las mujeres desentendiendo que esos cuerpos no se mostraban para el placer o el consumo masculino.



“La única teta que molesta es la que no se puede comprar”, afirmaba la consigna y quienes repudiaron los pezones en la playa o en el Obelisco, como quienes convocaron por Facebook a un “chotazo”, lejos estuvieron de comprender el mensaje y la legitimidad del reclamo. Esa falsa operación de equivalencia entre las tetas y los genitales, fue fogoneada por medios de comunicación que reproducían lugares comunes que no profundizaban en el tratamiento de la construcción social que es que haya quienes pueden estar en cuero y quienes no pueden estarlo.

Los comentarios que se reproducieron tras el operativo en Necochea y el Tetazo dejaron a la vista la estructura patriarcal, heteronormativa y misógina que reproduce los clichés, en medios de comunicación pero también en distintos espacios sociales. Esos mismos valores que convierten a las mujeres en objetos de cosificación, violencia machista y en meros objetos que existen para el placer y el deseo masculino.

Los comentarios que se reproducieron tras el operativo en Necochea y el Tetazo dejaron a la vista la estructura patriarcal, heteronormativa y misógina que reproduce los clichés, en medios de comunicación pero también en distintos espacios sociales. Esos mismos valores que convierten a las mujeres en objetos de cosificación, violencia machista y en meros objetos que existen para el placer y el deseo masculino.

Tal como mencionamos en La Primera Piedra, muchas de las quejas que recibieron las mujeres que hicieron topless en la playa o mostraron sus pezones en la ciudad apuntaban a que los cuerpos que se mostraban no eran hegemónicos, ni se establecían dentro de los parámetros aceptados por la heteronorma ni los valores de una sociedad machista. De esta forma, lo que estos hechos pusieron en tensión fue la reacción social violenta de hombres pero también de mujeres frente a una situación que los desafiaba en sus creencias más arraigadas. 



Recién desde hace un año, mediante la visibilización del tetazo, el debate sobre los cuerpos y la sexualidad de las mujeres que no se muestran para el consumo o para satisfacer el deseo masculino se puso en escena. No es casual, entonces, que muchos de los comentarios de quienes se encontraban presentes y de los que se reprodujeron posteriormente en las redes sociales agredieran a las mujeres por su orientación sexual y por sus características físicas, es decir, no por estar efectivamente en cuero.

Esta fuerte reacción social no hace más que demostrar la vigencia de una cultura patriarcal dominante, misógina y violenta que, incluso arraigada en las mujeres, perpetúa el mismo machismo. Esta misma estructura patriarcal que es parte de una cadena de violencias en la que niega, aún en el 2018, la autonomía de las mujeres sobre sus cuerpos, pero que también pretende anular la voluntad femenina abusando, violando y matando a una mujer, solo por ser mujer, cada 29 horas.



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