La poesía de Hilda Hilst: entre lo que se quiere y lo que se tiene

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La reciente publicación de Baladas (Caleta Olivia, 2017) de Hilda Hilst pone en escena la primera poesía de una de las autoras de culto dentro del la literatura iberoamericana. Las versiones en español a cargo de Salvador Biedma de dos libros publicados en la primera mitad de la década de los 50’s, muestran los grandes temas que rondarán a la obra de la autora brasileña: la imposibilidad, el deseo y el amor se entremezclan con un resultado devastador para el lector. 



Si resulta complejo escribir sobre lo que se tiene, mucho más complejo es intentar hacerlo sobre lo que se anhela. Esa máxima parece ajustarse para la obra de Hilda Hilst, poeta brasilera nacida en 1930 y cuya obra fue ganando cada vez más peso e interés en la literatura hiberoamericana con el paso de los años, incluso aún después de su muerte en el año 2004. En esa dirección, la reciente publicación de Baladas (Caleta Olivia, 2017), con versiones en español de Salvador Biedma, demuestra la vitalidad de la autora brasileña.

(Leer nota relacionada: Editoriales Independientes #4 – Caleta Olivia: “De a poco surgen nuevas voces o editoriales que trabajan para que sea todo más federal”)

«El poema no viene. / Y cuando viene resulta fallido,/ impreciso», escribe Hilst en uno de los primeros poemas del libro Balada de Alzira (1951) -y que junto a Balada de festival (1955) conforman el libro traducido por Biedma-. En esa afirmación, con tono de lamento, se encuentra gran parte de la potencia poética que caracteriza a la escritora: hablar de lo que no se tiene, pero se quiere, habitar esa tragedia tan frecuente que es habitar a nivel discursivo nuestros deseos pero nunca concretarlos del todo.

La potencia poética que caracteriza a Hilst: hablar de lo que no se tiene, pero se quiere, habitar esa tragedia tan frecuente que es habitar a nivel discursivo nuestros deseos pero nunca concretarlos del todo.

En el interesante prólogo de esta edición de Caleta Olivia, hecho por el propio Biedma, se puede encontrar un análisis literario de sus poemas apoyándose en la rica biografía de Hilst: una vida marcada por incertidumbres familiares (un abandono paterno, un romance turbulento con un sobrino), amores liberales y mal vistos en la época, una apuesta constante por la poesía. «La imposibilidad aparece entre los temas centrales de la obra poética de Hilst. Se insiste de diferentes modos en la imposibilidad de algo eterno», afirma el traductor en esa suerte de breve ensayo que enriquece de gran manera a Baladas.


Hilda Hilst


Esa imposibilidad de poder vivir lo que realmente se quiere, la siempre compleja relación entre lo real y lo ideal, puede encontrarse a lo largo de varios versos de estos libros iniciáticos de Hilst: «Nada quedó en mí/ más allá de mí misma./ Tenue voluntad de poesía/ e incluso eso// imperceptible sombra/ de flor en el frágil ramo.»; «Entre tu amor/ y mi caricia,/ aquel triste mundo de certezas.»;  «Ay, si la poesía/ me permitiese/ vuelos más altos».  ¿Cómo encontrar lo que se anhela? ¿Cómo llenar ese vacío infinito?

La sensación de lo que no se puede lograr, lo que parece inhallable y que define a Hilst también se ve de lleno en la visión del amor

Esa sensación de lo que no se puede lograr, lo que parece inhallable y que define a Hilst, también se ve de lleno en la visión del amor que se encuentran en este libro.  El deseo no basta, los cuerpos no bastan, la camaradería no basta, el sexo es una llama que se consume de forma rápida: «Tu gesto de alegría/ nunca será para mí. // Tu conflicto nocturno/ ése sí/ se posará en mi cara». O también: «Y nada lo conmueve. Nada lo espanta. Y él miente/ y miente amor/ como los niños mienten». 

En definitiva, este libro resulta vital para entender un poco más a la poesía de la región, muchas veces ensimismada en las distintas producciones locales u obnubilada por los faros de las vacas sagradas. Hilda Hilst, quien pese a su reconocimiento siempre pensó que no fue lo suficientemente leída, tiene un estilo directo y desestructurado para su época, con una lírica que no se regodea sobre si misma y que va al grano. Una autora que supo ver el futuro en un presente que no parecía contenerla y que ya en 1951, tenía bien clara su visión del mundo: «Las cosas no existen./ La idea, sí.// La idea es infinita/ igual que los sueños de los niños».



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