¿Qué es la poesía? #10 Gabriela Bejerman: «Hay una especie de autodescubrimiento con la poesía y si no hay placer no está funcionando»

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«Si algo te hace un click cuando lo lees y quedás en un estado de maravilla es una revelación muy importante. Es el poder mágico que tiene la poesía, una intimidad compartida», sostiene Gabriela Bejerman, escritora, música y docente de talleres literarios. La importancia de pensar la oralidad, las ventajas que dan las nuevas tecnologías y el momento de revelación personal que lleva la escritura y lectura de poesía, en la edición número 10 de ¿Qué es la poesía?


Sobre la autora

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Gabriela Bejerman nació en Buenos Aires en 1973. Comenzó a escribir novelas a los 14 años. Entre 1997 y 2001 coeditó, junto a Gary Pimiento, la revista «Nunca nunca quisiera irme a casa». En 1999 publicó su primer libro de poesía, Alga (Siesta). Le siguieron Crin (Belleza y Felicidad, 2001), Pendejo (Eloísa Cartonera,2002) y Sed (Cencerro, 2004). En 2004 publicó Presente perfecto, un libro compuesto por dos novelas breves, con la editorial Interzona, publicada con el subsidio de la Fundación Antorchas, cuyo jurado fue César Aira. En 2009 publicó la novela Linaje, con la editorial Mansalva y Astra y Oster con la editorial uruguaya La Propia Cartonera. Además, en 2007, bajo el seudónimo Gaby Bex, editó Mandona, álbum que incluye canciones y también combina la poesía con la música electrónica. En 2014, publicó una compilación de cuentos titulada Heroína por el sello editorial Mansalva y debutó como directora de teatro con su obra Campo Cascada.


— Para vos, ¿qué es la poesía?
—Uh, ¿empezamos con esa? Siempre es más fácil cuando me preguntan cuando naciste y esas cosas…Preferiría contestarlo después, menos en frío.

— ¿Te acordás en qué momento te acercaste a la poesía por primera vez?
— Sí, hay una anécdota bastante linda. Fue en un acto escolar, cuando un chico un año más grande que yo -yo tendría 9 años más o menos- leyó un poema que había escrito él y yo flasheé. No podía creer que un chico de esa edad hubiera escrito eso y me dio ganas de probar. Me acuerdo que él, en el poema, decía «nubes enmarañadas», mirá como te quedan las frases en la memoria, ¿no? Joaquín Mandachain, todavía me acuerdo el nombre.

— Ese poema, ese momento, fue entonces un momento revelador para vos, ¿no?
— Claro, yo no sabía qué quería decir «enmarañada», por ejemplo, tampoco es una palabra que haya vuelto a ver casi. Tal vez por eso mi poesía sea enmarañada entonces…A partir de eso fue como un puntapié, sobre todo porque a mí siempre me gustó leer, pero eso fue algo revelador: la poesía era algo que uno mismo podía hacer, no es lo mismo que escribir un cuento, sino que siempre se piensa más bien algo más intangible, lejano y a partir de ahí me di cuenta de que yo también podía. Pienso también que hoy en día, cuando alguien hace algo genial, yo quedo más bien paralizada, sorprendida, admirada y que por suerte en ese momento no fue esa sensación, sino ver qué me sale a mí, qué hago yo. Ahí escribí un poema incluyendo la palabra «enmarañada» en algún lugar y ahí había, creo yo, un germen de lo que iba a ser mi poesía después: una idealización de lo lejano, algo de invocación del bien, del placer de la palabra, de la fantasía.

En cuarto, quinto año, leía a Bécquer todavía, me gustaba mucho. Era una romántica muy melosa. A partir de ahí sí hubo un cambio, de conocer a los surrealistas primero y entrar por ahí.

— ¿Todavía lo tenés guardado?
— El año pasado reordené todo porque hice lugar para Cosme y su papá en casa y no encontré esa hoja. En realidad no la busqué tampoco, pero sí tengo una carpeta guardada con todos los primeros textos que escribí de niña. Tampoco son tantos, pero esos manuscritos, cuentitos, los guardo especialmente. 

— ¿Y cómo siguió tu relación con la poesía?
— Después de ese primer acercamiento, me acuerdo de haber dado un salto grande. No es que yo busqué poesía o que alguien me hizo estar en contacto, en realidad no tenía mucha relación con el género. En cuarto, quinto año, leía a Bécquer todavía, me gustaba mucho. Era una romántica muy melosa. A partir de ahí sí hubo un cambio, de conocer a los surrealistas primero y entrar por ahí.

—¿Te acordás qué autores tuviste como referencia o tenés actualmente?
— En realidad, los surrealistas me permitieron ese trabajo de extrañamiento con la imaginación y con la palabra como algo que no va directo al sentido, sino más bien como un juego caleidoscópico que me flasheó. Después sí, aparecieron otros autores como Marosa Di Giorgio, Néstor Perlongher, que fueron poetas de entrada a cuestiones con las que yo me identificaba.

Los surrealistas me permitieron ese trabajo de extrañamiento con la imaginación y con la palabra como algo que no va directo al sentido, sino más bien como un juego caleidoscópico que me flasheó.

— A la hora de escribir, ¿tenés algún método o rutina en especial?
— Trato de escribir, que ya es bastante. Trato de estar atenta a estados oportunos, a propiciar esos momentos. Estar atenta a cuando aparece la punta del hilo y no dejarlo pasar. A veces también escribo con las consignas que doy en mis propios talleres, me entusiasmo a veces, como un juego, y después terminan gustándome. Aprovecho esas consignas que doy para otros y que no me doy a mí misma, pero en ese contexto de creación individual y colectiva, porque estamos todos al mismo tiempo haciendo algo, es oportuno. También tengo mis cuadernos, sentarme en la computadora es distinto, porque hay distintos soportes. Leer poesía a su vez es un motor importante, enciende ese motorcito sonoro, ese ritmo, ese corazón de la poesía que te late adentro y eso ayuda. No puedo forzarlo mucho igual, he pasado períodos largos en los que no escribí y fue angustioso. Ahora últimamente no, estoy escribiendo más fácilmente poesía, con ese placer de nombrar lo simple, siempre está más o menos cerca la poesía, no en un ideal cercano.

— Vos que llevás dando talleres durante muchos años, ¿qué consejos das o le darías a alguien que se está acercando a la poesía?
— Me parecen que los talleres están buenos, es lindo encontrarse con otros. Uno se siente menos solo con el mundo, que es algo propio de los poetas, ¿no? De pronto el taller es estar un poco todos juntos solos en el mundo. También creo que es muy buena experiencia ser escuchado y escucharse a uno siendo escuchado por otros, creo que eso es fundamental para escribir. A veces uno cree que escribió algo que no funciona y cuando lo lee con otros se sorprende. También hay que meterse a buscar poesía, leer algo que te encienda, que te hable. No es tan fácil encontrar poesía que genere eso, que transmitan una emoción, un mundo, algo que tenías dentro tuyo y no podías verlo. Hay una especie de autodescubrimiento con la poesía y si no hay placer, no está funcionando. Yo creo mucho en eso, si algo te hace un click cuando lo lees y quedás en un estado de maravilla, es una revelación muy importante. Es el poder mágico que tiene la poesía, una intimidad compartida.

Me parecen que los talleres están buenos, es lindo encontrarse con otros. Uno se siente menos solo con el mundo, que es algo propio de los poetas, ¿no? De pronto el taller es estar un poco todos juntos solos en el mundo. También creo que es muy buena experiencia ser escuchado y escucharse a uno siendo escuchado por otros, creo que eso es fundamental para escribir.

— Con lo que me decís, ya más o menos diste una aproximación a lo que sería la poesía, así que te puedo repetir la pregunta. Para vos, ¿qué es la poesía?
— Hay algo de una intimidad que creo que es muy intenso, muy liberador, una especie de revelación. Por ahí en el mundo cotidiano uno está atropellado por las emociones, por las vivencias y por las capas existenciales que pueden ser el ruido del tránsito y algo que alguien te dijo, miles de cosas superpuestas, ¿no? Entonces, en el poema, todo eso puede aparecer, pero en un orden. Incluso un poema puede transmitir el caos, pero tiene un orden. Eso te permite vivir un montón de cosas y te hace entenderlas no con la razón, sino con la experiencia emocional y sensorial, lingüística. A veces pasa que uno lee un poema que es devastador, sin embargo el efecto que produce es el de renacimiento. O escribís un poema sobre algo terrible, pero cuando lo terminás ya estás en otro lugar que cuando lo empezaste. Creo que la escritura de la poesía permite atravesar algo y llegar a otro lugar, no esquivarlo, no hacerse el boludo y pasar por el costado o demasiado rápido. Esto que decía de las muchas capas que uno vive en un día y si uno hiciera un poema sobre eso, le quedaría otra sensación. Algo parecido a la armonía, o de supervivencia al caos, encontrar un hilo entre todo eso. En la lectura también pasa lo mismo. A mí lo que me gusta de leer poesía es sentir que todo es factible de convertirse en un poema o ser vivido como poesía. Cuando leo poesía que me gusta, siento que podría convertir en un poema cualquier cosa que estoy viviendo, percibiendo o pensando. Eso es lo que tiene de comunicación la poesía también, un encadenamiento de experiencias poéticas.

— Existe esa frase que sostiene que «la poesía no se vende», ¿por qué crees que pasa?
— Por suerte no se vende. Yo creo que la poesía que se vende son las propagandas, las frases que se ponen en las publicidades. Después están los proyectos editoriales, los encuentros. Aparte, ¿cómo se va a vender si hay más gente que quiere ser leída que gente que quiera leer? Por eso nos leemos entre nosotros, los poetas. ¿Hay alguien que lea poesía que no escriba ni un poemita?

Creo que la escritura de la poesía permite atravesar algo y llegar a otro lugar, no esquivarlo, no hacerse el boludo y pasar por el costado o demasiado rápido.

— ¿Y por qué crees que pasa eso? No todos los lectores de cuentos o novelas son escritores.
— Por ahí porque la poesía es un género que está más al alcance del que quiera ponerse a hacerlo. Una novela, por lo menos, lleva más tiempo. No quiero decir que la poesía sea fácil, pero es una decisión más posible de tomar la de escribir un poema que la de una novela. Además que el que se interesa por leer poesía ya tiene un feeling poético que se acerca mucho. Habrá lectores que no escriban, pero son los menos. Está buenísimo que haya mucha gente escribiendo. Los surrealistas pensaban que todos somos poetas y es así. ¿Quién es poeta? ¿El que alguien dice que es poeta o el que se pone a escribir poesía? No me preocupa que no se venda, yo hice una revista, busqué las publicidades y nunca gané plata, perdí. Los que hacen poesía para ganar plata es ser un vendido. A alguno le pasará, medio de casualidad, que le vaya bien, pero pretender ganar plata con la poesía está mal. Es como escribir solamente para ganar premios. Por lo menos en este país no funciona así. En Chile, por ejemplo, sí pasa, porque ganan premios y existen concursos. Justamente la separación que hay entre el dinero y la poesía es la que mantiene pura, ajena a las leyes del mercado y el dinero. Cualquiera que escriba poesía lo va a hacer porque ama a la poesía y no busca otra cosa, algo que no ocurre casi en ningún aspecto de la vida.

— De la mano con la última pregunta, ¿creés que haya como una especie de desconocimiento de la poesía actual y haya quedado más pegada a lo que se ve en el colegio?
— Yo veo mucho conocimiento, cualquiera que tenga un mínimo interés por la poesía, la va a encontrar. Hay muchísimas lecturas, editoriales, no creo que haya un desconocimiento. Hay mucha movida, es al revés para mí. Además, ojo, que la rima está volviendo. Yo que di muchos años escritura en la secundaria, erradicar la rima era una de mis misiones. Pero después me termina saliendo a mí una rima en los poemas y pienso que es una música tan fuerte, que tiene tanta fuerza ese sonido y que está internalizado en nuestras mentes desde antes de nacer casi, porque todas las canciones tienen rima. Si no la frenamos a la rima, sale así. Por ejemplo, ahora vengo del Festival de Poesía en Rosario y noté mucha rima que nunca había escuchado. Así que lo nuevo es que se viene la rima. Como ya la superamos, podemos volver a ella.

Justamente la separación que hay entre el dinero y la poesía es la que mantiene pura, ajena a las leyes del mercado y el dinero. Cualquiera que escriba poesía lo va a hacer porque ama a la poesía y no busca otra cosa, algo que no ocurre casi en ningún aspecto de la vida.

— ¿Qué pudiste ver de la escena actual en el Festival de Poesía de Rosario?
—Bueno, como fui con el bebé, hubo un día que no escuché nada y otro en el que escuché todo. Es muy diverso lo que se escucha y me gusta que así sea. Siempre se suele pensar que hay que escribir de una manera para estar a la altura de las circunstancias, o estar actualizado. No me gustan mucho las modas, personalmente no adhiero ninguna. De hecho, escribo de distintas maneras: pasar de lo lírico a lo ingenuo, me gusta escribir coloquial también. Por eso, si me preguntan cómo es la poesía actual, no tengo una respuesta y no me interesaría tenerla tampoco. En el Festival escuché desde cosas muy cultas con referencias intertextuales a textos complejos, hasta textos super livianos o proyectos más concretos. Por ejemplo, Tamara Domenech junta obras de arte por la calle como un dibujo, un pañuelo, lo que sea y escribe un poema de cada una de esas cosas que fue encontrando. Eso me encantó, el proyecto.

— ¿Estás en contacto con los circuitos de poesía oral que hay ahora? Por ejemplo, el Slam.
— No fui, pero me interesan. Me encanta la oralidad en la poesía, me parece super valiosa. No fui a esos slams la verdad, no escuché cómo son. Sí conozco a la gente que los hace. Personalmente, me preocupa mucho que a la hora de leer no sea un «bueno, hay que decirlo en voz alta porque hay gente». Es algo que se puede aprovechar y potenciar.

No me gustan mucho las modas, personalmente no adhiero ninguna. De hecho escribo de distintas maneras: pasar de lo lírico a lo ingenuo, me gusta escribir coloquial también. Por eso si me preguntan cómo es la poesía actual no tengo una respuesta y no me interesaría tenerla tampoco

— La última, vos antes mencionabas las distintas plataformas en las que se puede escribir o leer poesía, ¿qué relación ves entre la poesía y las nuevas tecnologías?
— Me parece que esas tecnologías ayudan a propagar la poesía. Al ser un género breve, los blogs son muy útiles, por ejemplo. Uno puede leer poesía muy cómodamente en internet, está muy accesible. Sí hay una especie de vertiginosidad de escribir y publicar inmediatamente.

— ¿Eso no puede ser un problema? Fabián Casas hablaba de esa inmediatez de escribir y exhibirse, sin tomarse un tiempo de relectura y someterse a la crítica tan rápido.
— Sí, yo creo que ese apuro es parte del apuro en general en el que vivimos. Pero ese apuro, también, te puede hacer poner a escribir poemas. Con respecto a esa inmediatez, sí, el tiempo de publicar en papel es otro, mucho más lento. También hay costos económicos, mientras que en internet no. Igual siempre estás a tiempo de corregirlo. A mí me resulta estimulante a la hora de escribir, aunque muchas veces no lo publico. La sensación de que estoy a punto de ser leída es muy productiva. Todo está en la misma pantalla: el word está en la compu y facebook también, aunque en realidad no. Hacer libros digitales me parecen muy divertido, esa capacidad de composición, de jugar con lo visual.  Son cosas que se pueden aprovechar.


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